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Cali pertenecía al departamento de Popayán y no era siquiera considerada ciudad sino una provincia de paso. La vida rural y la religión eran los temas predominantes de la época. | Foto: Autor de la fotografía: Desconocido Restauración, retoque y color digital: Saúl Antonio Ramírez con Jose Alonso Catano Canaval e Hilda Guadalupe Guerra.

BICENTENARIO

La guerra por la independencia que dejó a Cali al borde de la ruina

Devastadores fueron los efectos de la lucha independentista en la ciudad y la región. “Familias han quedado abismadas en la miseria”.

6 de agosto de 2019 Por: Redacción de El País

El gobernador del entonces departamento de Popayán, José Solís, no se le ocurrieron mejores términos para referirse a la Cali de 1817 como un “miserable esqueleto”. Corrían los años de la Independencia, se aproximaba el tan recordado 1819, y la guerra dejaba en crisis a las provincias por medio de “donaciones voluntarias”, expropiación de ganados, frutos, reclutamientos masivos o embargo de haciendas por parte de los criollos.

Así son recordados esos años por Édgar Vásquez Benítez (QEPD) en su libro ‘Ensayos sobre la historia del desarrollo urbano de Cali’. La cita del gobernador Solís -dirigida al Cabildo de Cali- en la investigación del historiador es reveladora: “Decrementado notablemente el número de sus habitantes y brazos útiles, arruinada lastimosamente la industria; agotados los ganados de toda especie; abandonadas las minas, ingenios de azúcar y demás fincas productivas; ruinosos-los predios urbanos; consumidos los caudales; abismadas las familias en la miseria”.

No solo la población de esclavos descendió, pasando de 2856 a 1327 individuos según registros entre 1793 y 1843, en parte motivado por la sublevación de los mismos y el aire patriota de liberación, toda la provincia tuvo una crisis demográfica por ese entonces. Vásquez indica que la población tuvo una reducción de 7545 personas en el año de 1809 a 6345 en el 1830.

Y pese que las grandes propiedades rurales no sufrieron alteraciones significativas, sus márgenes soportaban las consecuencias de la escasez. De acuerdo con el profesor Vásquez, “parece que la crisis económica (depresión), la crisis política (guerra de independencia) en la región y la crisis social (descomposición del esclavismo y caótica movilidad demográfica) fueron factores combinados que auspiciaron -en alguna medida de difícil cuantificación- el desarrollo de pequeñas unidades”.

Y al contrario de quienes eran alistados en el Ejército, los que se quedaban en Cali seguían su vida con una sobriedad de toneladas. El trabajo producto de la tierra y la religión, sobre todo la religión, eran los protagonistas de la época. Ya en 1819 la provincia contaba con siete iglesias (algunas de ellas en etapa de construcción). Se trataba de La Ermita de Nuestra Señora de la Soledad del Río, que antes de su ubicación actual (en la Calle 13 con Carrera 1) se encontraba en la esquina norte de la Carrera 2a, amenazada hasta mediados del siglo XVIII por las crecientes del río Cali; la Catedral San Pedro, construida en 1574; Santa Rosa; el Templo de San Francisco, que solo alcanzó a ser concluido en 1828 tras numerosas limosnas y recolectas de misioneros que recorrieron el Valle del Cauca y el Chocó.

También se cuentan la Capilla de San Antonio y la Iglesia de San Nicolás, que empezó a ser levantada con paredes de bahareque y techos de paja en 1770 pero inaugurada 36 años más tarde.

Y, por supuesto, no hay que olvidarse de la Iglesia La Merced, en cuya locación se celebró la misa de la fundación de Cali el 25 de julio 1536 y en donde reposa la Virgen de los Remedios, que sostiene un niño Jesús que a su vez tiene un chontaduro en una mano. “¡La única virgen en la que vemos un chontaduro en todo el mundo!”, son las palabras que Alejandro Archila Castaño, director del Museo del Arte Colonial y Religioso de La Merced, utiliza para referirse a ella.

Mientras las almas de los caleños se redimían en los templos que en Cali había, los cuerpos hacían lo propio con las fiestas, corridas de toros y carreras de caballos que se le celebraban en la Plaza de la Constitución (hoy plaza de Cayzedo), disfrutes que duraron hasta 1875 tras la siembra de sauces y naranjos. También, en el mismo lugar, operaba la plaza de mercado, que tampoco podía proveer de mucho en ese entonces, dada la crisis de la guerra.

Además, ya para 1819 funcionaba el primer acueducto de Cali -inaugurado 23 años antes- y las cañerías, construidas con ladrillo, mezcla de cal, arena y calicanto, las cuales llevaban el agua por la Carrera 4a hasta proveer cuatro pilas públicas. La salubridad también tenía hospital y su nombre era San Juan de Dios, antes ubicado en la Carrera 10 entre calles 9 y 10. Y los enfermos que no sobrevivían en el hospital tenían al cementerio como destino, por esos años conocidos como cementerio a secas y hoy como Cementerio Central.

“En casa manzana había entre seis y ocho casas, cada una con hasta 1800 metros cuadrados. En ese entonces eran conocidas como solariegas, porque tenían un solar (un patio) que era útil para la siembra de árboles frutales y el criadero de bestias”, rememora Nicolás Ramos Gómez, presidente de la Sociedad de Mejoras Públicas de Cali.

En otras palabras, la ruralidad era la personalidad predominante de esa Cali de antaño. Ramos continúa su relato: “Muchos de esos solares tenían amplias entradas para la llegada de caballerizas que repartían la leche y el carbón por las mañanas. Se dependía mucho de la tierra: las comidas habituales eran plátano, yuca, cebolla o las carnes de gallinas, reses o cerdos; los ricos se permitían importar vinos de España. Y todos, todos, eran católicos”.

Otras obras del momento

En el libro del profesor Édgar Vásquez ‘Ensayos sobre la
historia del desarrollo urbano de Cali’ también se destaca la existencia de los conventos, como el de los dominicos, anexo a la capilla de Santa
Teresa y que subsistió hasta 1823, luego de que el inmueble pasara a ser propiedad del Colegio Santa Librada, así como el convento de los
agustinos, que también pasó a manos de la institución educativa en el mismo año.

También se encontraba la Casa Municipal (hoy Palacio Nacional), reconstruida en adobe y teja de barro en 1565. No sería hasta 1817 que el Municipio de Cali entregó la edificación al Departamento a cambio del lote en donde hoy se encuentra el Teatro Municipal y el Palacio de Justicia (en donde funcionó en su momento el Cabildo de la ciudad y la Administración Municipal).

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