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Las prótesis de silicona pueden durar de dos a tres años. | Foto: Especial para El País

La doctora caleña que devuelve la confianza a quienes han perdido partes de su rostro

Por medio de la anaplastología, la doctora Margarita Caicedo produce partes anatómicas de manera artificial, para reemplazar aquellos miembros perdidos.

16 de septiembre de 2018 Por: Susana Serrano A. / Semillero UAO - El País

Imagine perder parte de su rostro, una mañana verse al espejo y ya no encontrar uno de sus ojos, su nariz o alguna de sus orejas. Aunque parezca inverosímil, a esta realidad se ven enfrentados algunos colombianos que, por enfermedad, accidentes o violencia, han sufrido la amputación de un miembro facial. La razón por la cual los desconocemos es porque muchos de ellos se recluyen en sus cuartos, temerosos del rechazo público.

La anaplastología, conocida como el arte de la reconstrucción facial, combina saberes científicos, como la anatomía, y artísticos, como la alfarería, para la creación de prótesis faciales. Es un proceso artesanal, personalizado, donde se busca reemplazar la anatomía perdida, de forma artificial. Existen escuelas y universidades donde se puede estudiar la carrera, pero no en el país.

La doctora Margarita Rosa Caicedo, optómetra y anaplastóloga del Centro Médico Imbanaco, ha dedicado su vida profesional a perfeccionar la fabricación de prótesis oculares, narices, orejas, párpados, entre otras partes del rostro indispensables para que pacientes puedan relacionarse con los demás, sin sentir miradas incómodas.

“Tenemos el reto de que la prótesis sea lo más natural que se pueda. No son perfectas, no tienen movimiento, pero la idea es que, ese defecto que está allí quede camuflado y que le permita al paciente interactuar con sus familiares, vecinos y que pueda salir tranquilo”, comenta la profesional.

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El camino hacia la anaplastología

La doctora Caicedo hizo sus estudios profesionales de optometría en la Universidad de la Salle, en Bogotá. Pero cuando terminó la carrera, su sangre vallecaucana afloró en ella y la trajo de nuevo a la capital de su tierra, la Sucursal del Cielo, donde empezó a laborar en el Hospital Universitario del Valle, HUV.

“El nivel de trauma ha sido una de las características más grandes del HUV y fue aquí donde surgió la necesidad de hacer prótesis oculares, para una gran cantidad de pacientes que había en ese servicio y que realmente no tenían cómo acceder a una prótesis profesional. Pero, a medida que hacía ojos, encontraba pacientes que también les faltaban los párpados, las pestañas. O de otros de los servicios que les faltaba la nariz. O aquellos que por explosiones habían perdido partes de la cara y preguntaban: ‘¿Y usted que hace ojos, no será que puede hacer también pestañas, cejas? ¿No será que puede hacer nariz?’”, recuerda la doctora.

Al ver tanta necesidad en el área de las prótesis faciales, Margarita Caicedo empezó a incursionar en ese campo, para poder brindar un mejor servicio. Sin embargo, en esos años 80, los procesos eran más de ensayo y error, ya que había muy poca información, casi nula, y nadie podía instruirla. Sus primeras prótesis oculares las hizo de forma empírica, sin cobrar estipendios a los pacientes, en las instalaciones del HUV.

“Fue mucho tiempo así. Después tuve la oportunidad enorme de entrenarme con un oftalmólogo de Boston que hacía prótesis oculares y que, por cosas de la vida, llegó a Cali en una misión humanitaria. Yo fui como con 70 pacientes que tenía en ese instante a su consultorio y se los puse en fila. El señor se cogía la cabeza y decía que jamás había visto tantos pacientes juntos. Estuvo pocos días en la ciudad y alcanzó a fabricar unas 25 prótesis. Yo estuve con él todo el tiempo, desde que empezaba hasta que terminaba. Y cuando se tuvo que ir me donó parte de su laboratorio y los materiales”, cuenta con alegría la doctora Caicedo.

Más adelante, en 2005, esta caleña tuvo la oportunidad de hacer un estudio formal en el área, en Indiana University, en Indianápolis, Estados Unidos. Sin embargo, la carga académica la obligó a dejar de trabajar por ese tiempo. La doctora afirma que para estudiar anaplastología “uno tiene que invertir demasiada plata. En EE.UU. debías pagar una universidad, había que comprar los materiales en dólares y luego debías venir a ver si había pacientes en el país y ver cuándo aparecían”. Esta, considera ella, es la razón por la cual pocas personas estudian la carrera.

Mejorando vidas

El cubrimiento de prótesis por parte de las entidades de salud, está estipulado en el Art. 59 de la Resolución 5269 de 2017, dentro del Plan de Beneficios, como ayudas técnicas. No estéticas. “Si la prótesis es necesaria para un tratamiento de carácter funcional, podría estar cubierta por el Plan de Beneficios, ya sea con cargo a la UPC (Unidad de Pago por Capitación) o con recobro al Adres (Administradora de los Recursos del Sistema General de Seguridad Social en Salud)”, aclara el abogado Andrés Quiñones. De ahí que pacientes pueden solicitarla.

“Cuando tú haces una prótesis en esta profesión es porque hubo una explosión, una mina antipersona, por un cáncer, por algo muy grave, perdiste una parte de tu cuerpo y necesitas hacer una prótesis para reemplazarla. Eso para nada es estético, aclara la doctora Margarita Rosa.

Por eso a su consultorio han llegado muchos pacientes que durante largo tiempo se aislaron de la sociedad, incluyendo la familia, a causa de sus ausencias anatómicas, por miedo al rechazo y la reacción que creaba su apariencia. El caso más duro que ha tenido, hasta ahora, fue el de una abuela que no se mostraba ante sus nietos porque los asustaba.

Las prótesis no te devuelven los sentidos, pero brindan funcionalidad y camuflan el vacío. “Por esa nariz no puedes oler, porque no tiene las células que permiten que se transmita el olor, pero es funcional, porque protege al paciente de que no le entre todo el aire en una fosa grandísima, o para apoyar las gafas. Una oreja, no te hará escuchar, pero tendrás dónde soportar las gafas. Aquí es donde yace la funcionalidad, pero la gente no tiene tan consciente qué es funcional y que no. Al paciente que necesita un dedo, la prótesis le va a proteger la terminación, las falanges o el muñón que está allí, aunque no se mueva”.

Uno de los mayores retos en este campo es la búsqueda de los materiales adecuados, de la difuminación precisa, de la proximidad con el realismo. Es un mundo donde se une el arte con la ciencia, donde confluyen las habilidades manuales con los conocimientos anatómicos, los cuales posee Margarita Caicedo.

Otra complicación es que cada caso es diferente. No se puede usar un molde y ya. El proceso se vuelve completamente personalizado. El miembro a fabricar debe tener los mismos volúmenes y colores del afectado, para que se mimetice y pase inadvertido.

Pero al no ser obras de arte, sino artefactos para el uso humano, los materiales son especiales. “No usamos la silicona de ventana, sino la silicona medicada, con aprobaciones de la FDA. Usamos resinas acrílicas para los ojos, también con aprobaciones de Invima, todas las reglas para que sean compatibles con los tejidos humanos y lo mismo, si se van a usar implantes, son de titanio aprobado”, dice la doctora.

“Los pacientes son tratados con toda la tecnología que hay a nivel mundial. De eso podemos estar muy orgullosos en Colombia, porque tenemos la posibilidad de rehabilitar un paciente con anaplastología, como lo harían casi que en cualquier parte del mundo. Tenemos esa gran ventaja”, dice con orgullo la anaplastóloga, que ya ha asistido a numerosos congresos sobre el tema.

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