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“La calle no es el infierno que muchos piensan”

Nicolás asiste a la Fundación ‘Jesús pescador de hombres’, que dirige el administrador de empresas Henry Aristizábal. Henry sabe cómo es eso: cómo es sentir hambre perpetua, la adicción a las drogas.

29 de octubre de 2016 Por: Santiago cruz hoyos - reportero de el país

Nicolás asiste a la Fundación ‘Jesús pescador de hombres’, que dirige el administrador de empresas Henry Aristizábal. Henry sabe cómo es eso: cómo es sentir hambre perpetua, la adicción a las drogas.

La ansiedad que genera la  droga es similar a la que genera el hambre. Imaginemos que nos levantamos y por X o Y motivo no alcanzamos a desayunar. Imaginemos que encima, por trabajo o por lo que sea, tampoco almorzamos.

El genio nos cambia, solo pensamos en comer. Lo que sea,  pero comer. Así sea una banana, para vacilar  el hambre. Un adicto siente lo mismo, solo que todos los días y desde el mismo momento en que despierta. 

El adicto siente una sed que cree saciar con un ‘coso’, un cigarro de marihuana, un ‘pipazo’ de bazuco. Pero la sensación de  saciedad es efímera. Puede durar minutos.  Entonces hay que volver a ‘comer’. Nicolás Cardona Escobar calcula que cada media hora  puede  fumar siete bazucos. 

Nació en Alcalá, Valle. A Cali llegó a los 5 años. A los 18 ingresó al Ejército. Hizo parte del batallón Vencedores de Cartago. 

El caso es que un buen día de hace 8 años, y después de problemas familiares,  decidió vivir en la calle. Duerme a las afueras de un estanco de la Avenida de las Américas, en el norte de Cali. 

Durante el día se dedica a detener los carros sobre la Avenida Segunda, frente al Terminal de Transportes, para que los transeúntes pasen la calle. Al día, puede hacer $60.000 en monedas, $300.000 a la semana, $1.200.000 al mes. Pero todo ese dinero se va para  saciar esa sed que jamás desaparece.  

Un adicto es alguien que, sobre todo,  no es consiente de sí mismo, está fuera de sí.   

Eso puede ser peligroso. A Nicolás lo han herido por robarle una moneda de $200 o la pipa con la que consume bazuco. En la calle te pueden matar por cosas que  no valen nada con tal de calmar la ansiedad por no consumir, pero no es el infierno como muchos piensan, dice ‘Nico’.   Siempre se consigue un plato de comida.

- Yo voy a panaderías donde le dan la comida a uno. La comida no nos falta. Acá en Cali quieren mucho al habitante de calle. Es la única parte donde yo he visto que nos quieran tanto. Claro, la gente también lo analiza  a uno: dice este ‘man’ es habitante de calle, pero trabaja. No se mete con nadie, no roba.  La gente te analiza y  te da.

Nicolás asiste a la Fundación ‘Jesús pescador de hombres’, que dirige el administrador de empresas Henry Aristizábal. Henry sabe cómo es eso: cómo es sentir  hambre perpetua, la adicción a las drogas. Consumió durante 20 años. Ahora  intenta rescatar a los que quieren. A los que no, en todo caso, también los acoge, les habla.

Allá afuera, les dice a los habitantes de  calle, no se hagan enemigos. No insulten a la señora que los esquiva, no le roben a nadie, trabajen; ser habitante de calle y adicto  no implica necesariamente ser delincuente. 

 Nicolás dice que es por Henry y el trabajo de la Fundación que ese sector de la Avenida 2 F,  frente al túnel del Terminal, dejó de ser un ‘robadero’. También cree que si no fuera por fundaciones como Pescador de Hombres serían muchos más los habitantes de  calle. 

- Henry ha sacado a muchos de allí,  dice Nicolás y se despide. Ya ha pasado media hora...

  -Le doy gusto a mi cuerpo. Pero en la vida todo es pasajero. Tampoco es que me vaya a quedar  en la droga.

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