La calle no es el infierno que muchos piensan
Nicolás asiste a la Fundación Jesús pescador de hombres, que dirige el administrador de empresas Henry Aristizábal. Henry sabe cómo es eso: cómo es sentir hambre perpetua, la adicción a las drogas.
Nicolás asiste a la Fundación Jesús pescador de hombres, que dirige el administrador de empresas Henry Aristizábal. Henry sabe cómo es eso: cómo es sentir hambre perpetua, la adicción a las drogas.
La ansiedad que genera la droga es similar a la que genera el hambre. Imaginemos que nos levantamos y por X o Y motivo no alcanzamos a desayunar. Imaginemos que encima, por trabajo o por lo que sea, tampoco almorzamos.
El genio nos cambia, solo pensamos en comer. Lo que sea, pero comer. Así sea una banana, para vacilar el hambre. Un adicto siente lo mismo, solo que todos los días y desde el mismo momento en que despierta.
El adicto siente una sed que cree saciar con un coso, un cigarro de marihuana, un pipazo de bazuco. Pero la sensación de saciedad es efímera. Puede durar minutos. Entonces hay que volver a comer. Nicolás Cardona Escobar calcula que cada media hora puede fumar siete bazucos.
Nació en Alcalá, Valle. A Cali llegó a los 5 años. A los 18 ingresó al Ejército. Hizo parte del batallón Vencedores de Cartago.
El caso es que un buen día de hace 8 años, y después de problemas familiares, decidió vivir en la calle. Duerme a las afueras de un estanco de la Avenida de las Américas, en el norte de Cali.
Durante el día se dedica a detener los carros sobre la Avenida Segunda, frente al Terminal de Transportes, para que los transeúntes pasen la calle. Al día, puede hacer $60.000 en monedas, $300.000 a la semana, $1.200.000 al mes. Pero todo ese dinero se va para saciar esa sed que jamás desaparece.
Un adicto es alguien que, sobre todo, no es consiente de sí mismo, está fuera de sí.
Eso puede ser peligroso. A Nicolás lo han herido por robarle una moneda de $200 o la pipa con la que consume bazuco. En la calle te pueden matar por cosas que no valen nada con tal de calmar la ansiedad por no consumir, pero no es el infierno como muchos piensan, dice Nico. Siempre se consigue un plato de comida.
- Yo voy a panaderías donde le dan la comida a uno. La comida no nos falta. Acá en Cali quieren mucho al habitante de calle. Es la única parte donde yo he visto que nos quieran tanto. Claro, la gente también lo analiza a uno: dice este man es habitante de calle, pero trabaja. No se mete con nadie, no roba. La gente te analiza y te da.
Nicolás asiste a la Fundación Jesús pescador de hombres, que dirige el administrador de empresas Henry Aristizábal. Henry sabe cómo es eso: cómo es sentir hambre perpetua, la adicción a las drogas. Consumió durante 20 años. Ahora intenta rescatar a los que quieren. A los que no, en todo caso, también los acoge, les habla.
Allá afuera, les dice a los habitantes de calle, no se hagan enemigos. No insulten a la señora que los esquiva, no le roben a nadie, trabajen; ser habitante de calle y adicto no implica necesariamente ser delincuente.
Nicolás dice que es por Henry y el trabajo de la Fundación que ese sector de la Avenida 2 F, frente al túnel del Terminal, dejó de ser un robadero. También cree que si no fuera por fundaciones como Pescador de Hombres serían muchos más los habitantes de calle.
- Henry ha sacado a muchos de allí, dice Nicolás y se despide. Ya ha pasado media hora...
-Le doy gusto a mi cuerpo. Pero en la vida todo es pasajero. Tampoco es que me vaya a quedar en la droga.