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Además de reunirse, cinco oraciones diarias elevan a Mahoma. | Foto: Bernardo Peña / El País

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Un día con la familia que practica el islamismo chiita en Cali

Los Zamora García, bonaverenses caleñizados, comparten sus experiencias como practicantes del islamismo chiita. Aseguran que no se han sentido jamás víctimas de la “islamofobia”.

21 de marzo de 2017 Por: Valentina Parada Lugo, del semillero de periodismo UAO- EL país

Muchas personas de diversos credos suelen dedicar sus últimas horas del día a su Dios, como los Zamora García. César y Diana María, dos bonaverenses “caleñizados”. Son una de las familias musulmanas de la ciudad pertenecientes a la ‘musala’ o centro de estudio islámico Kauzar. En esta Fundación ubicada en el barrio El Ingenio, con más de 17 años de trayectoria, cerca de 60 personas han decidido transformar su mundo practicando el islamismo chiita.

Cada martes y jueves, entre las 5:00 p.m. y las 7:30 p.m., se reúnen en el Centro con el fin de encontrarse espiritualmente con el Corán, libro sagrado de los islamistas. Los martes, con la súplica de la intercesión, en la que le encomiendan sus familias al Santo Profeta para que éstas lleguen a Dios, y los jueves, con el Dua Kumayl, una súplica en la que se muestran humildes ante Dios, con la convicción de que lo necesitan en sus vidas para protegerse.

Para ellos, el viernes es el día más importante, es un “día de fiesta”. Hacia el mediodía se reúnen en la Fundación para rezar en comunidad y recibir del Sheik (pastor) una enseñanza sobre la vida de Mahoma en la tierra.

Después de quitarse los zapatos y ubicarlos en un estante de madera al entrar en su espacio sagrado, inclinan sus rodillas sobre una alfombra que usualmente lleva el dibujo de una mezquita, indicándoles hacia dónde deben orar. Después, ubican una pequeña piedra de barro y apoyan su cabeza en ella, simbolizando su sumisión a la tierra, mientras la posición de su cuerpo se encorva en dirección a La Meca.

A diario los musulmanes deben realizar cinco ‘salats’ (oraciones): el Fajt, la oración del alba; Dhuhr, la del mediodía; el Asr, la de la tarde; el Maghrib, la de la puesta de sol y el Isha, la oración de la noche.

Proceso de conversión

Cali se ha convertido en la última década en epicentro de la cultura islámica, pues cerca de 42 años atrás, con la llegada de algunos musulmanes a Buenaventura, comenzó un proceso de conversión para muchos colombianos provenientes del Pacífico que, al conocer las diferentes prácticas e ideología del islam ortodoxo, optaron por darle una oportunidad a una de las religiones que hoy reúne cerca de 1,6 mil millones de adeptos en el mundo.

El islamismo es una de las religiones más disciplinadas y estrictas. Desde la privación de comer carne de cerdo, la exigencia del cubrimiento del cabello y hombros en la mujer y el mantenimiento de la barba para el hombre, hasta la prohibición del baile y la música, son algunas de las prácticas que se convierten en tradiciones para aquellas personas que asumen el reto de vivirlas aún en países occidentales en los que pareciese una absoluta contracultura.

Por eso, parece paradójico que en una de las ciudades más musicales del país haya personas dispuestas a vivir este credo en el que todo ritmo que cause una emoción que lo aleje de los pensamientos a Dios, está prohibido.

Por ejemplo, los Zamora García comparten en época decembrina con aquellos familiares que no profesan su misma doctrina y disfrutan de la fraternidad sin dejar de lado las restricciones de su religión. Sin embargo, no comer ciertos alimentos (cerdo), no intercambiar regalos en la Nochebuena y no bailar ninguna canción, se cumplen pese a la celebración navideña.

Para César, quien hace 21 años se convirtió al islam, asegura que la diferencia de esta con otras religiones es que “la propagación del islam se da más por el ejemplo y cómo es la gente, que con la misma prédica como tal”.

De ahí que a él le ha brindado nuevas oportunidades y, quien lo creyera, no le ha cerrado ninguna puerta. La tolerancia ciudadana nunca ha faltado, dice, y jamás ha sufrido de islamofobia.

Por el contrario, su religión le abrió la puerta del corazón. A pesar de que en sus inicios de noviazgo con Diana García ella no era conversa, la figura de que “el amor todo lo puede” le ha dado un giro decisivo a su vida, desde el momento en que ella también quiso formar parte de esta comunidad.

Ambos cuentan su historia, a pesar de la distancia que los separa en la musala. Ella, sentada en una de las sillas del lado derecho del salón, mientras él, al otro extremo, cuentan que como bonaverenses en busca de oportunidades, han cumplido sus metas profesionales juntos en Cali. Ella, como estudiante de administración de empresas con énfasis en deportes, y él, de licenciatura en inglés.

Diana luce la prenda más importante y representativa en la vida musulmana: el hiyab, que cubre su cabello y cuello, uno de los aspectos más complicados para muchas mujeres convertidas. Pero para ella, una mujer descomplicada, lo más molesto era el calor que le hacía sentir en los días de altas temperaturas que suelen caracterizar a Cali aún en las temporadas más “frescas” del año, cuando apenas se estaba acostumbrando.

A diario sienten la solidaridad que muchos vallecaucanos tienen cuando ellas salen a la calle con su vestimenta, pues asegura que “las personas se quedan mirando y se mortifican por uno, como si ellos fueran los que estuvieran sintiendo el calor”, comenta risueña.

Aunque no es una imposición para las musulmanas vestirse de esta forma, es costumbre hacerlo mientras están en los cultos religiosos.
Sobre el lado izquierdo del salón se escucha la voz de Vanessa Vélez, quien lleva un mes en el islamismo y cuenta que por gusto, no utiliza su hiyab en otros espacios externos en la ciudad, pero sí en el Centro Islámico.

Además del rigor con la indumentaria, la distancia también juega un papel dentro de esta religión. A pesar de lo pequeño del Centro Islámico, sobre varias alfombras de colores y con una cortina que divide en dos el salón, se sientan las mujeres a orar o simplemente a charlar; mientras que los hombres, hacen lo mismo desde el lado opuesto.

Exóticos en la urbe

Desenvolverse en una ciudad poco acostumbrada a esta ideología no ha sido difícil para ellos, a pesar de los esporádicos chistes o burlas en momentos tan tensionantes para el mundo como fue el 11 de septiembre en Nueva York y el atentado contra los caricaturistas de Charlie Hebdó.

En ambos sucesos, los comentarios rondaban por boca de analistas, profesionales, académicos y hasta niños. Y aunque no lo crean, ha sido gracias a esos acontecimientos que el islamismo cuenta con más seguidores cada día.

En Kauzar, alrededor de cinco personas nuevas llegan cada año con la pretensión de acercarse a Mahoma y encontrar un propósito en la vida.
Como primer paso para pertenecer a las comunidades islámicas chiitas, cada integrante debe escoger un nombre que lo identificará y guardará por el resto de su vida, porque se les considera que poseen atributos divinos. En el caso de los hombres, la mayoría se llaman Alí, Muhammad, o Hasan.

Es así como la comunidad islámica de Cali cada día tiene más adeptos dispuestos a demostrar que aún en la sociedad más liberal, los valores religiosos y conservadores pueden aportar algo nuevo a sus vidas.
Es el caso de Aura Rodríguez, quien tiene la idea de aprender poco a poco más de la religión a la que decidió adentrarse hace apenas un mes, después de asistir por años a otras congregaciones. Aura afirma que sintió un “llamado” que por casualidad, la llevó a entender que necesitaba un cambio que el islamismo le ofrecería.

Su historia, nueva para las personas de la comunidad, es reflejo de muchos que al igual que ella, han estado rodeados de costumbres católicas, pero que por algún motivo, han decidido cambiar su forma de pensar.

“Estudié en colegio de monjas y siempre me interesó mucho la Biblia y digamos que pasaron muchas cosas en mi vida que me hicieron reflexionar y buscar un cambio. A medida que va pasando el tiempo uno va sintiendo que necesita refugiarse en algo y comenzar de nuevo, porque se le está acabando el tiempo. Entonces uno encuentra a Dios y quiere estar cerca de Él; tener sus últimos días bien, orando, tranquilo, ayudando otras personas”.

Aprendiendo árabe

  • El crecimiento de esta comunidad ha permitido que se tejan fuertes vínculos sociales permitiéndoles la construcción en 2007 del ‘Instituto Silvia Zaynab’, institución privada ubicada en Los Naranjos, Distrito de Aguablanca.
  • Este colegio, enfocado en la educación básica primaria, cuenta con 30 estudiantes desde pre-escolar hasta cuarto. Y cuenta con cuatro docentes de ideología musulmana. 
  • A pesar de ser una idea de la Comunidad Islámica de Colombia, no es un requisito que los estudiantes que ingresen sigan esta doctrina, sin embargo, es un pilar para la educación.
  • Allí, no solo se enseñan asignaturas tradicionales como matemáticas o ciencias, sino que también se les ofrece clases de árabe básico a los niños.

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