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Este locutor caleño se convirtió en un protector de perros callejeros

Esta es una historia sencilla pero llena de significado: la de un hombre que tiene una pasión animal por rescatar y defender del desamparo a las mascotas que, abandonadas, deambulan por las calles de la ciudad.

30 de julio de 2016 Por: Por Lizz Meza Pastrana, Integrante del semillero de periodismo UAO-El País

Esta es una historia sencilla pero llena de significado: la de un hombre que tiene una pasión animal por rescatar y defender del desamparo a las mascotas que, abandonadas, deambulan por las calles de la ciudad.

William Adolfo Muñoz, un locutor caleño de 43 años, se la juega todos los días por defender y rescatar a los animales desprotegidos de la calle. Esta es una historia simple y sencilla sobre eso, que es lo que ese hombre también hace en su vida. Aunque parezca poco, no mucha gente se anima a pasar de condolerse con el abandono para emprender acciones que ayuden a remediarlo. Así que no, no es poco.

Su gusto por los animales, cuenta, empezó desde que apenas era un niño. Se lo heredó su mamá. Junto a ella, ahora la familia la completan 18 perros y 13 gatos; todos recogidos de la calle.

“Yo creo que me encariñé con ellos desde que empecé a ver cómo la gente los maltrataba y los abandonaba. No puedo creer que alguien tenga el corazón para montarse a una moto o a un carro con el propósito de tirar a la calle al animalito que lo ha acompañado tanto tiempo, solo porque está enfermo o viejito...”

En la radio William trabaja desde los 18 años, que fue cuando se apasionó por el oficio de la locución; desde entonces, por lo tanto, no ha dejado pasar cursos y seminarios de periodismo que le sirvan para actualizar sus conocimientos. Actualmente es realizador de un programa: Impacto Vallecaucano. Lo transmiten en Colmundo. Su vida, pues, se divide entre la radio y la devoción por los animales que ha rescatado.

En muchas ocasiones, afirma, tuvo que rechazar propuestas de trabajo para no dejarlos solos durante varios días. Hace poco, además, adoptó a Peluza, una perrita schnauzer que apareció perdida en plena vía Cali-Yumbo: “Yo me pegué un susto horrible cuando la vi, así que me atravesé la carretera haciendo maromas para que los carros se detuvieran: estaba cieguita y tenía problemas de piel, llagas. ¡No se perdió, la abandonaron por viejita!”, recuerda.

Peluza entonces es su mascota número 31. A todas las mantiene sin ayuda de nadie. Las lleva al veterinario, las hace vacunar y saca de paseo. Sacar de los animales del encierro es otra de las responsabilidades que los amos tienen con ellas. Aunque a veces lo olviden.

“Mis amigos a veces me dicen: William son muchos, pero yo los amo. Y así tenga que sacarlos en grupos de 8 o  de 9, los saco.” Además los animales no generan ningún tipo de inconveniente en su vecindario. Aunque todos llegaron de otros lugares y destinos, todos lo obedecen. Y ante una sola de sus órdenes se pueden quedar en silencio.

Como son bastantes, en la parte trasera de su casa Muñoz adaptó un patio especial para los perros. Allí tienen una casita que les construyó para que se refugien en caso de lluvias. Adelante, para evitar cualquier roce, se quedan los gatos.

Además de rescatar animales extraviados o abandonados, Muñoz también ayuda a buscarles hogar en algunos casos. La condición, por supuesto, es que se trate de buenas personas, familias comprometidas con el cuidado y el respeto animal. Porque no falta, dice él, quien hasta los ponga a trabajar, como ocurre con gatos que se los llevan para que agarren los ratones de la casa y cuando terminan, ¡zaz!, de nuevo para la calle. 

Es por eso que algunos sobrevivientes al abandono, se quedan para siempre con él. Entre ellos están Chiquilina, Chocolatina y Toni. Y claro, Niña, la primera de las perritas que encontró: estaba cerca de un puesto de arepas, junto a la indiferencia de la gente que comía “Al final no me resistí y le dije: bueno vámonos, abordé un taxi y me la traje a la casa.”

William, en su labor, ha visto muchas crueldades. Gente, por ejemplo, que convierte a sus perros en fábricas de cachorros. Los casos son muchos. Nadie alcanzaría a contarlos. Muchos se conduelen. Pocos suelen pasar a los hechos, para hacerle frente a ese desamparo.

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