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¿Está lista Cali para aceptar que gays demuestren su amor en público?

La Corte sentenció que las parejas Lgbti pueden demostrar su amor en público y donar sangre.

9 de junio de 2012 Por: Santiago Cruz Hoyos, reportero de El País.

La Corte sentenció que las parejas Lgbti pueden demostrar su amor en público y donar sangre.

Sucedió el 19 de enero de 2011, a las 9:15 de la noche. Jimmy Moreno conversaba con su pareja, Robbie Pérez, sentados sobre un muro de un centro comercial del sur de Cali. Hablaban, nostálgicos, del futuro. Justo al siguiente día, Robbie viajaba. Se iba a radicar definitivamente en otra ciudad. Mientras los dos hombres conversaban, se abrazaron. Después se dieron un beso. Tal vez, piensa Jimmy ahora, un año y medio después, no alcanzó a ser ni siquiera un beso. Fue un gesto de cariño rápido, sutil, nada apasionado. Fue, dice, “ un pico” entre enamorados. Entonces sucedió la historia que en su momento Jimmy, un estudiante de derecho, denunció en los medios: un guarda de seguridad se acercó, les pidió que se fueran. “Yo respeto su forma de pensar, pero ustedes tienen que comportarse o sino tienen que retirarse del Centro Comercial, porque aquí hay familias y niños”, les dijo. Fundaciones que defienden los derechosSe llama Guillermo Enrique Burgos. Es el director de Fundasfe, una entidad que pretende defender los derechos de gays, lesbianas, travestis, transexuales, transformistas, bisexuales e intersexuales en Cali. A Guillermo le sucedió, en cambio, lo siguiente: Estaba, con Fundasfe, realizando lo que él denomina jornadas cívico sociales. La idea consistía –consiste- en llevar médicos y odontólogos a diferentes barrios para que atiendan pacientes sin ningún costo. En una ocasión, en el barrio Floralia, Guillermo vio una unidad móvil de donación de sangre. Se acercó. Comentó que quería donar. Le empezaron a formular interrogantes de rigor. Le preguntaron, por ejemplo, si tenía pareja estable. Guillermo respondió afirmativamente. También aclaró: “mi pareja es de mi mismo sexo”. De inmediato le informaron que, en ese caso, no podía donar. “Es un riesgo”, agregaron los que atendían en el vehículo. Guillermo ripostó: ¿Cómo, si tengo mis exámenes de sangre que certifican que estoy bien? No hubo caso. Guillermo se pregunta desde entonces: ¿las personas que escogimos la diversidad de género no podemos salvar vidas con nuestra sangre? ¿Cali tolerante?Cali es una ciudad de minorías que discriminan a la comunidad LGBTI (lesbianas, gays, bisexuales, transgeneristas, intersexuales). Lo dice Mauricio Garcés, activista. Minorías, comenta, porque si fuera una discriminación generalizada no se podría explicar que en la ciudad existan más de 20 organizaciones LGBTI constituidas legalmente y sin padecer persecuciones mayores. Hay un equipo de fútbol gay, otro de voleibol. Hay grupos de teatro, líderes homosexuales visibles, iglesias. Se discrimina, dice Mauricio, pero menos de lo que se cree. Carlos piensa, por el contrario, que la discriminación es evidente. Habla de cohibiciones como mecanismo de defensa. Carlos vive en Cali y cuando sale con su pareja a algún sitio público evita dar o recibir expresiones afectivas con su novio. Ni de fundas tomarse la mano, jamás pensar en darse un beso. Esta sociedad aún es patriarcal, machista, opina. Que dos hombres se muestren cariño podría, para algunos conservadores, ser una ofensa pública. Guillermo Enrique Burgos denuncia que lo de la discriminación se ve a diario. Es sutil, claro. Sutil en el sentido en que no es común que no te dejen entrar a un sitio, pero sí que te digan marica, que te griten loca, que se te rían y te señalen, que te eviten en la calle. Y, de toda la comunidad LGBTI, dice, la más discriminada son los transexuales. Los rechaza la sociedad, los rechazan los mismos gay. Son, además, víctimas comunes de la violencia por intolerancia. La Fundación Santamaría denuncia que desde 2005 a la fecha se han registrado 55 asesinatos de transexuales, solo en Cali. También hay casos de lesbianas que han sido violadas “supuestamente para curarlas”. Lo comenta Pedro Julio Pardo, de la Fundación Santamaría. Se trata, por supuesto, de una problemática nacional, no exclusiva de Cali. Usuarios de Transmilenio, en Bogotá, le pidieron a la Policía que retirara del Sistema de Transporte Masivo a dos lesbianas que se besaban. A Laura Castrillón y su novia las intentaron retirar de la Biblioteca El Tintal de la capital y a Julio Eduardo Valenzuela y su pareja les sucedió algo parecido en una café de Chapinero. Fallo de la CorteMientras todo eso sucede en las calles, la Corte Constitucional falla en defensa de los derechos de la comunidad LGBTI. Por el caso de Jimmy en el centro comercial, la Corte determinó que nadie puede impedir a estas parejas besarse y demostrar su cariño en público. La Corte también ordenó modificar los protocolos establecidos para aceptar a un donante de sangre. Sentenció que la orientación sexual no puede ser criterio de selección de donantes. El fallo se dio después de que un hombre de Bucaramanga – como le pasó a Guillermo – denunciara que le habían negado la posibilidad de donar por ser gay. La Corte, además, determinó que el periodista estadounidense Chandler Burr recuperara la custodia de dos menores que había adoptado en el país y que un juzgado de Bogotá había decidido quitárselos por su orientación sexual. Es decir: mientras en la cotidianidad se discrimina, el Estado defiende las libertades de la comunidad LGBTI, se convierte, desde lo jurídico y lo legal, en un modelo de democracia para el mundo. En medio de la contradicción, surgen preguntas: ¿Está preparada la sociedad para la transformación de imaginarios que propone el Estado sobre asuntos que siguen siendo tabú? ¿Podremos ver el beso público de dos hombres, de dos mujeres, sin que nos escandalicemos y salgamos corriendo o hagamos correr a los que se besan?Diversidad sexual Andrés Santamaría, personero de Cali, opina que la sociedad aún no está preparada para asumir sin escozor la libertad de orientación sexual. En todo caso, advierte, hace una década estábamos mucho menos preparados. Las sentencias de la Corte ayudan, precisamente, a transformar imaginarios sociales. Las sentencias son parte, agrega Santamaría, de un proceso de transformación que se viene gestando. También, envían un mensaje: quien discrimine tendrá una sanción moral. Le sucedió al centro comercial. Sus directivos deberán presentar excusas públicas a Jimmy Moreno y capacitar a sus empleados en derechos humanos, según la Corte. Santamaría conoce en profundidad el tema. Fue él quien instauró la acción de tutela para que se le respetaran los derechos fundamentales a Jimmy. Lo hizo durante su gestión como Defensor del Pueblo del Valle. A esta altura hay que aclarar que Jimmy en realidad tiene otro nombre. Jimmy fue el nombre utilizado por Santamaría en las tutelas y el que utilizó la Corte para el fallo. Jimmy prefiere que no se divulgue su identidad. La razón, en parte, es por temor a tener problemas en su trabajo. El miedo es otra señal que certifica que esta ciudad y este país discriminan a la comunidad LGBTI. El miedo y las estadísticas. Este diario realizó un sondeo en su página web. Preguntó: ¿Está de acuerdo con el fallo de la Corte Constitucional que reconoce el derecho de los homosexuales a besarse en público? El 63,5% respondió no. Un líder comunitario, de otro lado, planteó este escenario: muy bien que los homosexuales se besen en público, lo respetamos, pero, ¿qué pasa si los ven niños? Marcela Sánchez, directora de la Corporación Colombia Diversa, una organización que trabaja en favor de los LGBTI, piensa que si los niños ven expresiones de cariño en público entre homosexuales no les va a suceder nada que los perjudique. Por el contrario: que vean esas expresiones representa una oportunidad para educar al niño sobre diversidad sexual, sobre el respeto a la diferencia. La realidad, agrega Marcela, no se puede tapar con un dedo. En el mundo existen millones de personas que escogieron una identidad sexual diferente a la heterosexual. Sobre esa realidad, insiste, hay que educar. Parte de la discriminación hacia la comunidad LGBTI surge de ahí: una educación conservadora que oculta lo que no le interesa enseñar. Una formación machista que promueve el rechazo al homosexual como manera de reafirmar la hombría, la virilidad. Las sentencias de la corte, plantea Marcela, educan a todo un país, reformulan conceptos. Como Santamaría, piensa que Colombia está en camino de no escandalizarse por ver el beso público entre dos hombres, dos mujeres. Tal vez, es una teoría apenas, señala ahora el activista Mauricio Garcés, que se llegue a ese punto sería una forma de pacificar al país. Parte de los conflictos de la Nación surgen porque el que es distinto es visto como un enemigo que se debe anular, excluir. Que llegue el día en que no hagamos sacar de un centro comercial a dos mujeres que se besan, a dos hombres cogidos de la mano, significa, entonces, que la sociedad entendió que aceptar la diferencia es parte de eso que llaman democracia, entendió que el respeto del otro, a su libertad, es la manera más civilizada de superar los conflictos. Aún, sin embargo, falta tiempo para ello. A las sentencias de la Corte, piensa Mauricio Garcés, hay que darles eso, tiempo para que tanto la comunidad LGBTI como los colombianos las asuman, las digieran. Mientras eso pasa, Laura, la mujer que intentaron sacar de la Biblioteca El Tintal, escribió en un correo electrónico una frase de Virginia Woolf. Es una suerte de advertencia sobre la inutilidad de excluir al otro por su orientación sexual: “No hay barrera, cerradura, ni cerrojo que puedas imponer a la libertad de mi mente”.

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