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El pupitre que le cambió la vida a un niño especial

Johnatan no podía estudiar por falta de un pupitre seguro. Carol Saldarriaga, de ingeniería biomédica UAO, lo creó.

2 de febrero de 2016 Por: Alda Mera, reportera de El País.

Johnatan no podía estudiar por falta de un pupitre seguro. Carol Saldarriaga, de ingeniería biomédica UAO, lo creó.

No es un mueble cualquiera. No lo fabrican en serie ni lo venden en ningún almacén. Es una silla-pupitre con diseño personalizado exclusivamente para hacerle la vida más fácil a Johnatan Loaiza, un niño con discapacidad que no va al colegio porque no hay pupitre adecuado para  sus dificultades motrices.

Esta necesidad sentida hizo que su mamá, Paula Pechené, indagara cómo   conseguir un  escritorio especial para él. Un día  vio en el Noticiero 90 Minutos que estudiantes de la Universidad Autónoma de Occidente, UAO, habían diseñado unos pupitres de madera para los niños con  movilidad reducida de Fundamor.

Con esa inquietud llamó a la UAO, que  la remitió al departamento de Ingeniería Biomédica. Carol Saldarriaga Cortés, hoy estudiante de décimo semestre,  se conoció con Paula y se interesó en buscar una solución.  Allí  empezó un largo proceso que le tomó año y medio llevar a la realidad. 

A  Carol le tocó  empezar por investigar qué era la parálisis cerebral infantil que sufría  Johnatan, como secuela de una meningitis que le dio a los dos días de nacido, y así  desarrollar un mueble  que minimizara sus dificultades y potencializara sus posibilidades.

Le quedó claro que  no podía ser  un  escritorio como los   que habían diseñado para los niños de Fundamor. Este era un caso singular y requería  que le diera seguridad al niño y evitar un accidente.

La preocupación de Paula  es que el niño convulsiona y en una institución donde asistía a terapias, en una crisis convulsiva se cayó de una  silla común  y se partió  dos dientes. Entonces  le decían: ‘si trae el pupitre, lo recibimos; de lo contrario no’.

Después de muchas visitas a la casa de Paula y de Johnatan, para tomarle medidas al niño y analizar su situación, la alumna optó por reciclar un pupitre en desuso. “El niño tiene  mucha fuerza y desarrolla mucha más cuando convulsiona, y  uno de madera no le servía”, comenta Carol.

Su padre, Carlos Alberto Saldarriaga, rector del colegio Luz Aidée Guerrero – quien junto con su mamá, Dora Alicia Cortés, fueron su mayor apoyo– le facilitó un pupitre  y una silla convencional dañados. Luego de hacerlos  arreglar, acortar y pintar, Carol no veía claro el diseño que se atemperara a los requerimientos clínicos del niño.

Entonces llevó  el proyecto a dos materias de su carrera: diseño biomédico y diseño biomecánico II. Allí  tuvo la  asesoría del profesor cubano Ernesto Rodríguez Denis,  considerado “el papá de la ingeniería biomédica en Colombia”, dice. “Él tiene mucha experiencia, entonces lo que él me decía, yo lo hacía”, confiesa.

Así tomó decisiones como la de unir el pupitre con la silla, para que el niño no se cayera cuando convulsionara y a la vez le facilitara el acceso a su mamá al  sentarlo o  al sacarlo de la silla. Raúl Pombo,  soldador que le hace a su padre los trabajos del colegio, le sugirió utilizar el sistema esqualizable, palabra que no había escuchado ni en la universidad. 

“Teníamos otras ideas, pero de  muebles fijos que dificultaban a la mamá sentar o sacar al niño de la silla y se buscaba era facilitarle esa labor a ella que es su cuidadora”, dice Carol.

[[nid:503708;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/563x/2016/02/masallaa8adelantos-2016nphoto02.jpg;full;{El sistema esqualizable es un mecanismo giratorio muy práctico, que permite generar ángulos muy abiertos entre dos partes de un mueble. En este caso, entre la silla y la mesa, que siguen unidas,...Jorge Orozco | El País.}]]

Ahora, ¿cómo sentar a Johnatan en una silla convencional? Carol buscó la asesoría de la terapeuta ocupacional Diana Ximena Martínez, directora de la Escuela Nacional del Deporte y docente de la UAO. “Ella me abrió la mente y me dijo que no había necesidad de amarrar al niño de la cabeza –porque él tiene  control voluntario de cuello– o de los brazos y que diseñara una silla que le permitiera tener buenos ángulos de apertura de   brazos y piernas”.  Solo lleva  un ligero sujetador al espaldar, por seguridad.

Carol comprendió también que debía crear un buen estabilizador para que el niño mantenga una  postura correcta  y evitar que se empiece a doblar y le deforme la columna, si va a estar ocho horas sentado cuando comience a ir a una institución educativa. “La asesoría de ella me sirvió para saber qué debía tener o no tener la silla”, afirma Carol.

En esta búsqueda, la profesora la remitió  donde su  colega Patricia Murillo, docente de Terapia Ocupacional de la Universidad del Valle, quien la contactó a su vez con  Ortopédica Americana, una empresa fabricante de prótesis. “Al director de esta firma, John Jaime Varela, le encantó el proyecto y me dio total ayuda. Me prestó las instalaciones, la maquinaria y el  técnico de apoyo, Sebastián Orozco,  durante 15 días para trabajar  en horario extra”, sostiene Carol.

En esos días, ella  trabajaba desde las 4:00 de la tarde hasta las 8:00 de la noche, hora en que regresaba a su casa como un pitufo: azul de pies a cabeza, llena de  residuos al pulir el  material de la silla, que es de ese color y que en lenguaje biomédico se llama sedestador ortopédico.

Es una especie de silla de bebé para carro, pero con un diseño anatómico y ergonómico hecho a la medida de Johnatan, que puede mejorar o corregir una  postura corporal y evitar así otras posibles secuelas que agraven su condición.

El proceso empezó por tomarle un molde de yeso en vendas, experiencia para la que    Johnatan se portó muy bien y se quedó quietecito. Después   se le tomó el  molde final en yeso sólido, y luego de rectificar muchas veces las medidas y hacerle pruebas de tallaje,  se vació sobre ese molde final una lámina de polipropileno, un material termodeformable que se moldea al calor y que es apropiado para el niño porque no lo acalora.

La  mesa  también la forró con un armable de foamy, con fichas fijas y removibles, en colores y texturas diversas, para estimular la función visomotora del niño y así ayudar a mejorar su proceso de aprendizaje. Pero también le brinda seguridad en el caso de que el niño deje caer su cabeza sobre el pupitre.

Carol estima que su padre invirtió $500.000 en materiales y transporte, pero si contabilizara todos los costos, la elaboración del mueble completo costaría el doble. “Logramos hacerla porque fue una cadena de favores, pero es la silla más costosa del mercado y no se puede vender porque solo le sirve a la persona para quien fue diseñada”, opina la gestora del proyecto,  que contó hasta con la ayuda de su novio, José Tarapuez, ingeniero mecánico y quien se encargó de hacer los bocetos en tercera dimensión para su presentación.

Por ello aconseja  hacerla cuando el niño  ya no crezca tan rápido, porque se le quedará pronto. Igualmente aclara que la silla no es de rehabilitación, sino de habilitación, es decir, para un niño que va a aprender.

La más feliz con este invento producto de la ingeniería criolla, es Paula, la mamá de Johnatan, que veía con desconsuelo que lo sentaba en la silla hospitalaria que tenía y empezaba a doblarse. “No tenía una buena postura para la espalda”, dice. Entonces lo dejaba en el sofá o en el piso. “No pensaba que Carolina me fuera a hacer un mueble tan perfecto para las condiciones de mi hijo”, dice.

Paula solo espera encontrar una institución educativa donde su hijo pueda acceder a la educación, ahora que ya cuenta con el pupitre hecho a su medida por una joven que hizo suya la necesidad de  construir un mueble que estaba por inventar.

MéritosCarol Saldarriaga  presentó su proyecto en calidad de poster en el VI Congreso Colombiano de Ingeniería Biomédica, realizado en noviembre pasado, organizado por la Universidad Autónoma de Occidente y la Asociación Colombiana de Ingeniería Biomédica.También fue ponente invitada al III  Encuentro de Iniciación a la Investigación e Innovación Estudiantil en Ingeniería con su proyecto, en pasado, en el marco del XI Encuentro Departamental de Semilleros de Investigación Red Colsi, Nodo Valle del Cauca. Allí ganó con puntaje meritorio de 95 sobre 100.Igualmente, asistió como ponente invitada  al XVIII Encuentro Nacional y XII Internacional de Semilleros de Investigación, RedColsi, en octubre pasado.Dos docentes de la Universidad del Rosario  le manifestaron su interés en su trabajo. 

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