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En el barrio Petecuy, de Cali, lideró la resocialización de jóvenes de cuatro grupos ilegales. Aquí, Huérfano en una jornada de cine al aire libre para los niños y jóvenes de este sector. | Foto: Foto: Archivo particular del padre Edilson Huérfano | Especial para El País

El programa con el que el padre Edilson Huérfano lleva esperanzas a Siloé

Con trabajo social, Edilson Huérfano lidera proyectos de desarme en Cali y Puerto Tejada.

18 de diciembre de 2018 Por: Redacción de El País

Transformar jóvenes que se mueven en el mundo de la ilegalidad y la violencia urbana para vincularlos a un universo de la legalidad, es uno de los frentes de trabajo social de Edilson Huérfano, más conocido como el padre Huérfano.Esa es la mayor preocupación de este líder social tolimense, que le apunta a rescatar jóvenes que son mas que pandilleros de esquina de barrio con un changó o una pacha al cinto.

El cura Huérfano se ocupa de los que integran grupos más estructurados o trabajan para equis banda y tiene mayor poder en su territorio, porque poseen armamento más fuerte, incluso hasta granadas de mano, y que según él, son los que causan el mayor índice de violencia no solo en Cali sino en todas las ciudades del país. De ahí que ahora se enfoca en liderar procesos de inclusión con unos 35 jóvenes entre 17 y 27 años de edad, de dos grupos de la Comuna 20, de Siloé, en Cali, y otro en el barrio Carlos Alberto Guzmán, de Puerto Tejada, Cauca.

Según su propuesta, no se trata solo de que entreguen sus armas y ya, sino que tengan un proceso de reinserción social y laboral y un acompañamiento psicosocial a nivel familiar y un proceso educativo para la incorporación laboral. “Necesitamos un plan integral para evitar que el joven reincida en la actividad delictiva y de violencia”, sostiene Edilson Huérfano. Para ello, hace ocho meses realiza acercamientos y ha tenido varias reuniones con algunos de estos jóvenes de Siloé, incluso “algunos que fueron milicianos urbanos de las Farc, pero que los dejaron abandonados en el proceso de paz que se hizo”, explica.

Lo más importante, según fray Huérfano, como le llaman “sus parceros”, es que estos jóvenes tienen la voluntad de dejar atrás su pasado y salir de la violencia, siempre y cuando se haga un proceso serio de inclusión, no un programa de tres meses, en el que el sector público se comprometa con ellos y ellos con lo público y así la comunidad no se vea afectada. Infortunadamente, dice él, en diciembre asesinaron a dos de ellos, pero los demás se mantuvieron en la tregua y hay algunos preacuerdos. “Llegar a unos acuerdos implicaría reducir en un 35 o 40 % la violencia en Siloé”, comenta el líder. Eso permitiría eliminar, por ejemplo, el problema de las fronteras que para Huérfano no son tan invisibles.

“Las llamo fronteras visibles, porque desde que a alguien le digan que de aquí para allá no puede pasar, es porque son visibles”, insiste. En su opinión, lo más grave es que nuestros jóvenes se están matando por fronteras visibles o invisibles, microtráfico, pero también por falta de oportunidades y de opciones. “No se justifica el delito, pero desde un contexto social, si tiene explicación”, reflexiona. Y eso viene, desde la primera infancia, sostiene el cura Huérfano.

En sus acercamientos con estos jóvenes, han encontrado, que nunca fueron a una guardería, por ejemplo, donde seguramente hubiesen tenido otra formación que los habría alejado del mundo delictivo. “Los niños quedan solos porque sus madres se van a trabajar porque la mayoría de las familias son monoparentales, no tienen figura paterna, pero si ven que el líder de la banda tiene moto, carro y arma y es el más temido en el barrio, dicen: ‘cuando sea grande, quiero ser como él’; pensamos que esto influye, pero si estuvieran en una guardería, sería distinto”, asegura el padre Huérfano.

Pero, ¿cómo financiar estos programas? El líder social dice que ya ha tenido reuniones con el Ministerio del Interior y el Ministerio de Justicia. “Me reuní con e Viceministro de Política Criminal y Justicia Restaurativa (de este último ministerio), Carlos Medina Ramírez, “porque el problema de la violencia urbana no es local, sino de orden nacional y no se le está dando la relevancia que tiene”.

También se ha entrevistado con David Álamos, Jefe de Área de Prevención del Delito y Fortalecimiento de la Justicia (Projust) de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito en Colombia (UNODC), quien le expresó que están esperando que termine la ley de garantías para ver cómo apoyar esta propuesta. La ONU ya conoce la labor social del padre Huérfano, pues ya visitó en Cali los barrios Petecuy, en la Comuna 6, y Antonio Nariño, en la Comuna 16, donde ya lideró con éxito procesos de reinserción social y laboral de jóvenes inmersos en la violencia urbana.

El objetivo es que entre MinJusticia, la administración municipal y la ONU, se pueda construir un proceso de reinserción a largo plazo, no solo en la Comuna 20, sino en toda la ciudad de Cali, es el ideal de Huérfano.

Eso requeriría formar un equipo interdisciplinario con psicólogo social, trabajador social, porque han detectado que estos jóvenes tienen muy poco contacto con los padres, que salen a trabajar. “Además del acompañamiento familiar, también es importante un trabajo con la comunidad, que los repudia y les tiene miedo, pero en estos casos se trata de crear confianza para que confíen el uno en el otro. También propone que haya programas de desintoxicación para los que son consumidores de drogas, como parte de la reinserción social y abandono de la ilegalidad.

La ONU ya realizó otra visita a Puerto Tejada, donde con el apoyo de la Fundación Innovemos Más, que preside Carlos Mosquera, realizan un proceso similar al de Cali, con unos 80 jóvenes de cuatro grupos que se desmovilizaron y ahora emprendieron dos proyectos de pesca y varios criaderos de pollos.

La Alcaldía de ese municipio nortecaucano les aportó recursos para montar unas unidades productivas de negocio, por tres meses. “Pero el problema es mayor, muchas personas han tenido que dejar las casas abandonadas, pero entre esos jóvenes con talento para delinquir, encontramos que tenían otros talentos”, relata el líder.

Por ejemplo, un excelente peluquero, pero solo podía ejercer su trabajo en la cuadra de él, porque no podía salir de allí. Esos y otros casos han encausado desde hace un año, que cuentan con una psicóloga social, con cuya labor han comenzado a sacarlos de ese entorno. “Cuando llegamos allí la primera vez, nos sacaron a bala, no contra nosotros, sino entre ellos, y nosotros en el medio, porque crecieron en medio del plomo.

Pero comenzamos a llevarlos a entornos distintos para ver, si así como en grupo eran capaces de delinquir, cómo se comportaban afuera”, dice. Este proceso fue dando resultados, relata él, al punto que ellos mismos se comenzaron a reunir y acordaron que allí donde había una frontera “visible”, construirían una granja neutral, donde montaron los criaderos de pollos y dos lagos de pesca, en un lote del municipio de Puerto Tejada.

El criadero piloto fue con 9 jóvenes que empezaron con 150 pollos, mientras otros esperaron y al ver los resultados, decidieron vincularse, pero ser independientes, por lo que montaron un criadero aparte. “Eso no es que les dé plata, pero el hecho es mantener la mente ocupada, porque ellos se turnan para cuidar y alimentar los pollos y los pescados y asear los gallineros”, comenta Huérfano. En este proceso fue muy importante un señor adulto mayor de la comunidad que se vinculó al programa, enseñándoles el cuidado del pescado.

Algunos de ellos ya se han incorporado a la empresa privada, otro tiene una colchonería en la que les da empleo a cuatro más y lo más importante, los que se dedicaban al tráfico de estupefacientes, ellos mismos tomaron la decisión de cerrar el expendio de droga que funcionaba en una de las casas.

La ONU no les aporta recursos todavía, pero ya conoce el proyecto, lo cual es muy importante porque sería el piloto para todo el país, por la violencia que ha sufrido Puerto Tejada, que era un corredor de grupos armados, dice el cura. Atrás han quedado los días en los que estos jóvenes se tenían que envolver en un colchón y ser llevados en una carretilla por una persona de la comunidad, para pasar de un sector a otro sin ser atacados. Aún faltan logros como tener un proyecto educativo en el sector que permita nivelarlos académicamente, porque aún no pueden salir del barrio.

El paso siguiente es vincular la Policía Comunitaria para generar confianza institucional, ellos en la Policía y la Policía en ellos. Pero lo más destacable es que ya han dado los pasos iniciales y más importantes para iniciar un nuevo proyecto de vida.

A propósito

Soy de la Iglesia Ortodoxa Rusa APC“Soy sacerdote de la Iglesia Ortodoxa APC de Rusia, que significa apostólica de Rusia, reconocida en Colombia por la oficina de asuntos religiosos del Ministerio del Interior y de Justicia”, dijo Edilson Huérfano a El País. Él calcula que en Cali hay unos 200 adeptos a la Iglesia Ortodoxa, de las líneas griega y rusa, siendo esta última a la que él pertenece. “Mas que la cantidad, parto de la calidad de la fe en las personas.

Hago un oficio religioso muy pequeño cada 15 días, en el barrio Remansos, los ortodoxos celebramos con pan, los ornamentos son distintos –otra diferencia es que podemos casarnos–, pero no los uso por el clima.

Y como siempre estoy en trabajo con las comunidades, voy de yin y tenis, porque un día estoy en una carretilla o trepado en un yipeto o jugando fútbol con los muchachos, y esa vestimenta le pone una barrera con ellos. Templos hay muchos, pero que realicen un trabajo social espiritual son muy pocos, porque le tienen miedo por la violencia y todo eso”, aduce el padre Huérfano.

Pandillas

En Cali hay 198 pandillas. De esas, 27 están ubicadas en la Comuna 13, en barrios como El Vergel, Ulpiano Lloreda, El Poblado, Comuneros, El Diamante, Villa del Lago, Charco Azul, Calipso, Marroquín y El Pondaje. En la comuna 15, con solo ocho barrios, hay 39 pandillas. Se mueven en El Retiro, Comuneros I, Laureano Gómez, El Vallado, Ciudad Córdoba, Mojica, Bajos Ciudad Córdoba y Morichal de Comfandi.

De hecho, es la comunas con más pandillas en Cali. Una pandilla, dicen expertos, es un grupo de cinco o más integrantes, con edades entre los 12 y 28 años, y que se forman por las afinidades entre los jóvenes, como el mismo barrio o la misma calle, buscando el reconocimiento social del que carecen en la comunidad. Varias de esas pandillas se dedican a infringir la ley.

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