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Monseñor Isaías Duarte Cancino es recordado en Cali como un gran líder que defendió a las víctimas del secuestro y gestionó decenas de obras sociales.

IGLESIA CATÓLICA

El legado de Monseñor Isaías Duarte Cancino tras 15 años de su muerte

Investigadores repasan su legado espiritual, social y político. La Arquidiócesis de Cali y Unicatólica invitan a la Eucaristía el 16 de marzo a las 12:00 del día en la Catedral de San Pedro.

13 de marzo de 2017 Por: Alda Livey Mera | Reportera de El País

La energía que irradiaba Monseñor Isaías Duarte Cancino sigue viva en Cali. Quince años después del asesinato que segó su vida el 16 de marzo de 2002, su legado espiritual trasciende al interior de las comunidades más vulnerables y se materializa en obras sociales y educativas que mantienen viva su línea de pensamiento. Lea también: Si fallo absuelve a las Farc, entonces ¿quién mató a monseñor Isaías Duarte Cancino?

En su carisma convivían el ser que se decidió por Dios a los 8 años de edad, y el hombre de acción que trabajó en forma incansable para que la palabra del Evangelio se hiciera realidad, sobre todo para los menos favorecidos.

Convencido de su fe católica, desde que era obispo auxiliar de Bucaramanga se dedicó a fundar comunidades religiosas, seminarios de formación para sacerdotes, parroquias. Igual hizo en Urabá, donde solo había selva cuando llegó y vivió en una casa de la zona rural entre Carepa y Chigorodó para empezar a fundar la Diócesis, construir la parroquia y plantar allí la semilla de la fe católica.

Y Cali no fue la excepción. En menos de siete años de arzobispado (agosto 1995 - marzo 2002), expandió el radio de acción de la Iglesia Católica allá donde la voz de Dios parecía no llegar. De manera casi prodigiosa, fundó 45 nuevas parroquias en barrios periféricos –casi las que creó la Iglesia en la segunda mitad del siglo XX– creó organizaciones sociales para atención de ancianos abandonados, comedores comunitarios para niños desfavorecidos, albergues para habitantes en situación de calle, y hasta un banco de alimentos para todos ellos.

Pero con su énfasis en la educación, monseñor Duarte erigió también diez colegios arquidiocesanos para los niños de las comunidades vulnerables y le dio una estructura, su visión y proyección, a la Fundación Universitaria Católica Lumen Gentium, Unicatólica, (creada por monseñor Pedro Rubiano), donde esos mismos niños, en su mayoría de estratos 1,2 y 3, tuvieran acceso a la educación superior, refiere su rector, sacerdote Carlos Alfonso López.

Wilson Martínez Guaca, profesor de comunicación social de la Unicatólica, codirige con José Fernando Ríos la investigación ‘Necrobiografía de Monseñor Isaías Duarte Cancino’, que se traduce en dos documentales, un programa radial, una ponencia internacional y un libro para publicar este año.

Pero el investigador dice que la obra del prelado trasciende lo religioso y espiritual, porque él irrumpió del discurso puramente celestial al pronunciamiento en defensa de los derechos humanos y de la necesidad de buscar la paz, cuando llegó a la zona del Urabá antioqueño-chocoano, mucho antes de que lo hicieran otros estamentos.

En el corazón del paramilitarismo, donde tenía su finca la familia Castaño, se acercó por igual a los distintos grupos armados, guerrilleros, narcotraficantes, autodefensas, ejército guevarista, pidiendo que cesaran la guerra, respetaran la vida y vivieran en paz. Hasta logró que el EPL firmara la paz. “De ahí que lo señalaban de relacionarse con unos y otros, pero él solo buscaba hablar con todos para apaciguar la guerra”, explica el profesor.

El padre Carlos Alfonso López, quien lo conoció cuando estudiaban en Roma, coincide en “que en vez de fomentar la discordia de clases, buscaba la integración servidora entre las distintas fuerzas sociales en favor de los más pobres, haciéndoles tomar conciencia de que estos necesitan la presencia de sus hermanos que están en mejores condiciones”.

Con esos ideales llegó a Cali en 1995. “Las fuentes con las que hemos hablado, cuentan que era de una fe tal, que llegaba a un sitio donde no había ni una piedra y decía: aquí vamos a fundar un colegio, una parroquia. Y la gente le decía: pero ¿cómo padre, con qué? Y él les respondía: ‘Dios proveerá, tengan fe, esa es la fuerza de la espiritualidad’.Y comenzaba a gestionar, iba donde el uno a que le diera el lote, donde el otro que le diera diez ladrillos, donde el otro, otros diez ladrillos y así fue como él transformó Urabá”, cuenta Martínez.

En Cali, a la Unicatólica le imprimió su visión de derechos humanos, porque su pensamiento era que el Evangelio de Jesús partía del respeto a la vida. “Por eso lo llamaron el apóstol de la paz”, comenta Martínez.

El perdón, su mayor legado

Para Sara Flórez, estudiante de 6° semestre de comunicación de Unicatólica y del grupo investigador, el mayor legado del mitrado es su capacidad de perdón. “La mayoría de las personas entrevistadas, cuentan que era de un carácter fuerte y malgeniado, pero capaz de reconocer sus errores y pedir perdón, de ser bondadoso, generoso y ayudar al prójimo”, señala.

La joven llama la atención además sobre su vocación de enseñar y de aprender, que se materializa en instituciones como la universidad donde ella estudia. “Él fue a Roma, estudió, enseñó a otros y llevó a seminaristas de Urabá para acercarlos más con el mundo católico”, añade.

Él fue de los primeros colombianos que se ordenó en Roma, por el obispo de Bucaramanga, que por participaba en el Concilio Vaticano II. De allí regresó con ese nuevo enfoque del papel de la Iglesia Católica en la transformación de la sociedad, que lo marcó.

La socióloga y antropóloga Andrea Buenaventura, docente de Unicatólica, destaca la trascendencia de la huella del pastor inmolado: “Aquí se dicta la cátedra monseñor Isaías Duarte Cancino, la cual me ha ayudado a entender que la espiritualidad también tiene una acción política”.

Y resalta los valores sobre los cuales el prelado cimentó su acción misional. Monseñor decía que había unos valores flexibles, sobre los cuales se podía negociar, y otros inquebrantables, como por ejemplo, el de la vida, en el cual no se podía ceder, de ahí que importante tener un cuadro fuerte de valores, y en algunos había que ser inquebrantable.
“Por último, su vida y muerte nos constata que en Colombia, quien lucha por los derechos humanos y la paz, va a morir, así como han matado a tantos líderes sociales que han tomado esa opción”, señala Andrea.

“A Monseñor no le daba miedo decir la verdad sobre grupos armados y corrupción política”, afirma Isabel Morales, de 7° semestre. “Y esa es su huella imborrable en esta universidad, donde no se habla según si se es de izquierda o de derecha, como en otras, sino de la verdad”, agrega Sara.

El profesor Martínez insiste en que Monseñor Duarte Cancino fue el pionero en hablar de paz y de perdón en Colombia “y lo que él decía hace quince años, es lo que ha sucedido ahora”. Es decir, su voz fue como una profecía.

La investigación sobre la vida y obra del llamado apóstol de la paz, les ha revelado que un anciano sacerdote de la parroquia de San Joaquín, del barrio La Unión, era su confesor, y trascendió que monseñor sabía que lo iban a matar. Dos días antes de caer sin vida, a la salida de la parroquia El Buen Pastor del barrio Ricardo Balcázar, le confesó esos temores, sin aceptar consejo:

–Prefiero morir en mi ley–, dijo.
–Eso es pecado, Monseñor–, le habría inquirido el sacerdote confesor.
–No, no, es lo que Dios quiere para mí –, le habría respondido resignado.


Al cumplirse su palabra, el padre confesor quedó con la convicción de que Monseñor no había descansado en paz. Por ello, convocó a la comunidad a unas jornadas de oración los viernes. La gente iba y oraban por horas, hasta que un niño exclamó un día:

–Velo allí, velo allí.

La aparición se repitió dos o tres veces. El niño decía que veía a Monseñor radiante, sonriente y feliz. Entonces el sacerdote confesor interpretó que el prelado ya gozaba del descanso eterno y dio por finalizadas las vigilias.

Muchas personas hablan de sus milagros. Como Martha Barona, que trabajó con él, y un día le invocó: “Monseñor, Ud. que trabajó tanto por la educación, dénos una ayudita para que mi hija pueda estudiar”. A los días, le concedieron una beca universitaria.

Y por ello creen que el legado de Monseñor trasciende las fronteras terrenales a las celestiales. “A él, en otro país, ya mínimo lo habían declarado mártir de la Iglesia, que es el primer paso para iniciar un proceso de santificación”, concluye Martínez.

¿Quién mató a Monseñor Isaías Duarte Cancino?

“Él tenía mucho respeto por el que pensaba diferente, era amigo del diálogo sincero, pero se oponía a la mentira. ¿Quién lo mató? No se sabe, pero a alguien o a algunos les estorbó su presencia, que se les volvió enojosa, y resolvieron prescindir de él. Su predicación era clara sobre la igualdad y la necesidad de que se tome en cuenta la mala distribución de la riqueza y de los bienes”.

Así resume el sacerdote Carlos Alfonso López, hoy rector de la Fundación Universitaria Católica Lumen Gentium, Unicatólica, las posibles causas que llevaron a que monseñor Isaías Duarte Cancino fuera inmolado el 16 de marzo de 2002, cuando salía de la parroquia El Buen Pastor, del barrio Ricardo Balcázar, al oriente de Cali.

El 26 de noviembre de 2002 la Unidad Nacional de Derechos Humanos vinculó al proceso al secretariado de las Farc por el homicidio del jerarca católico y en enero de 2012, el juez Segundo Penal Especializado de Cali condenó a 25 años de prisión y una indemnización de $1.000 millones, como determinadores del homicidio a Guillermo León Sáenz, alias Alfonso Cano; Rodrigo Londoño Echeverry, alias Timochenko; Noel Mata, alias Efraín Guzmán; Jorge Torres Victoria, alias Pablo Catatumbo y Luciano Marín, alias Iván Márquez, hoy en la vida civil tras los acuerdos de paz con el Gobierno excepto Cano y Mata, que ya murieron.

La sentencia se basó en testimonios de reinsertados de las Farc, que aseguraron que escucharon a altos mandos decir que “hay que quebrar al padre porque está hablando mucho”. Y en que Edilberto Ceballos Orozco, conductor de Monseñor, reveló que tres meses antes del crimen, el prelado le confesó que había sido amenazado por este grupo, y el mismo día, le dijo que “la guerrilla planeaba secuestrarlo y que al frente del plan estaba ‘Pablo Catatumbo’. Según los reinsertados, éste se refería a Monseñor como “paramilitar”, luego de que el religioso le ayudara para que Carlos Castaño, líder de las autodefensas, le respetara la vida y liberara a una hermana del líder guerrillero.

La Fiscalía pretendía demostrar la responsabilidad de las Farc con datos de los computadores de Raúl Reyes, pero la Corte Suprema de Justicia sentenció que las pruebas de esos computadores no eran válidas.

El 15 de marzo de 2013, magistrados de la Sala Penal del Tribunal Superior de Cali absolvieron en segunda instancia al secretariado de las Farc. Para los togados solo era claro que el prelado recibió cuatro disparos de Alexánder Zapata, alias ‘el cortico’, y Augusto Ramírez, ‘el calvo’, sicarios de la oficina de cobro La Torre. Sin embargo, en enero, ‘el cortico’ hizo pública una carta pidiendo que revisen su caso y “que las Farc asuman su responsabilidad”.

Monseñor Darío de Jesús Monsalve, actual arzobispo de Cali, dice que la verdad, no se conoce aún y que una forma de empatanar el proceso fue culpabilizar a diversos actores armados y exculpar a algunos.
De hecho, entre las hipótesis, se cree no sólo a las Farc las autoras intelectuales del crimen, sino aliada con mafias que se vieron amenazadas. O que el narcotráfico solo luego de que denunciara que “dineros de mafias financiaban campañas políticas”.

No obstante, otras pruebas fueron desvirtuadas por Socorro Mora Insuasty, magistrada ponente, y por Leoxmar Muñoz Alvear. Solo Roberto Muñoz Ortiz salvó su voto, aunque a los jueces les “resulta admisible la tesis de que la agrupación insurgente sí tenía un móvil que la determinó a ordenar el asesinato”, porque el “arzobispo denunció y reprochó de manera pública los ataques y secuestros de las guerrillas contra civiles” y pudo ser blanco de sus ataques.

Julio Rodrigo Iriarte, desertor y supuesto ex escolta del comandante ‘Alex’ del frente 30 de las Farc, refirió que oyó a Alex y alias Mincho decir: “hay que matar al padre… eso pide el secretariado”. Y que en 2002 se encontró en la terminal con Jhon Fredy Jiménez, alias Basilio , subversivo encargado de “buscar la gente para matar a Monseñor”.
En un segundo encuentro, 15 días después en el barrio Lleras, Basilio le contó que ya tenía contratados a ‘el cortico’ y ‘el calvo’, al que sacarían de la cárcel con un permiso de 72 horas. Pero alias Basilio fue absuelto por dicho Tribunal por inconsistencias.

El testimonio que más comprometió a las Farc en el caso es el de Jorge Eliécer Romero Salgado, alias Careniña, del Bloque Oriental al mando del ‘Mono Jojoy’. Liberado en el intercambio humanitario y reasignado a las milicias urbanas, señala que alias Coquimbo, John Jairo Maturana, protagonista del comercial Marimba a la lata, y alias Millón, milicianos de las Farc, contrataron a los sicarios de La Torre y que ‘Catatumbo’ pagó $240 millones a por asesinar a Monseñor.

Una fiscal de derechos humanos corroboró su testimonio, incluso que las personas mencionadas desaparecieron o murieron en tomas de película a sus casas en el oriente de Cali, en una ola de homicidios en 2002. Pero el Tribunal Superior de Cali lo desestimó como “ilegal” porque no fue solicitado por las partes, ni decretado por el despacho investigador, la prueba no fue practicada dentro del proceso, privando a las partes del derecho a contradecirla”.

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