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El Caney recupera sus parques con una escuela de fútbol

160 niños aprovechan estos espacios, donde antes predominaba la presencia de consumidores de droga.

24 de febrero de 2015 Por: Redacción de El País

160 niños aprovechan estos espacios, donde antes predominaba la presencia de consumidores de droga.

Hace siete años Edward Córdoba, profesional en Deporte y Actividad Física de la Escuela Nacional del Deporte y vecino del barrio El Caney, se propuso iniciar una escuela de fútbol para los niños de la zona con el fin de ofrecerles un complemento a las actividades escolares.Con el tiempo, la idea se transformó en un proyecto de trabajo comunitario que permitió recuperar el control de tres parques mediante la ocupación del espacio con actividades deportivas y además, ayudar a niños del Distrito de Aguablanca en situación de vulnerabilidad. De acuerdo con Edward y Gustavo Cardona, un publicista que se sumó a la iniciativa, los parques de El Caney, Ciudadela y de Los Enanos eran utilizados por jóvenes para el consumo y venta de alucinógenos, práctica que promovía la inseguridad y desplazaba cada vez más a la comunidad de los espacios que les pertenecían.“La idea en sí era apropiarnos de los parques para darles el uso que desde nuestra perspectiva es el que les corresponde. Estos parques no tenían nada, entonces hemos puesto las mallitas, las canchas y los arreglos. En ese orden de ideas, a los que vienen a realizar otras actividades les da pena hacerlo y ya no tienen el espacio”, explica Gustavo.Fue así como se creó la Escuela de Fútbol Leones del Sur-Caney, propuesta a la que se sumó la Junta de Acción Comunal.Una parte de la vida de Edward transcurrió en el Distrito de Aguablanca, lugar por el que siente un gran agradecimiento y razón por la que quiso ayudar a niños y jóvenes que viven en un entorno de violencia. De esta forma, la escuela apadrina a menores de escasos recursos para que encuentren en el deporte, un espacio para aprovechar sus habilidades y alejarse de la violencia. En la actualidad 25 de 160 niños que conforman la escuela, están apadrinados. Uno de ellos es Alejandro*, un niño de 9 años que llegó a este espacio porque su padre vio allí una alternativa para que sus tres hijos pudieran jugar fútbol sin sufrir las consecuencias de los enfrentamientos entre pandillas.“Alejandro y los dos hermanos practicaban en una cancha del barrio donde viven en Aguablanca y un día, mientras entrenaban, hubo un enfrentamiento entre dos bandas y mataron a tiros a un ‘pelado’ en frente de ellos. La cancha se convirtió en un lugar inseguro en el que además vieron morir a alguien. Era muy difícil que continuaran allí”, cuenta Edward.Los recursos para subsidiar a los niños, adecuar los parques, comprar dotación y uniformes y pagarles a los profesores provienen de quienes pagan mensualmente una afiliación o de ‘padrinos’ voluntarios. Para la comunidad y los siete profesores que conforman la escuela, todos profesionales en Deporte y Actividad Física, no hay distinción entre los niños que pagan y los que reciben ayudas, pues las brechas sociales no entran al terreno de juego.*El nombre ha sido cambiado.

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