Cali
Desmantelaron todo un edificio en plena Calle 5 de Cali; así terminó uno de los inmuebles de excapo ‘Pacho’ Herrera
A la que fuera una de las joyas arquitectónicas de ‘Pacho’ Herrera, en custodia de la SAE, se le llevaron puertas, ventanas, motobombas, baterías sanitarias y cables de energía, entre otros.
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7 de sept de 2025, 11:38 a. m.
Actualizado el 7 de sept de 2025, 03:44 p. m.
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Tres meses sin dormir llevan los vecinos del edificio Arábico, ubicado en la Calle 5 con Carrera 66. El ruido de los vidrios rotos y el sonar en la madrugada de las porras contra las paredes desmontando puertas y ventanas tiene a la comunidad al borde de la locura.
Del lujo que ostentó en años anteriores la que fuera una de las joyas arquitectónicas del extinto capo del cartel de Cali, Hélmer ‘Pacho’ Herrera, y que fue dejado en custodia de la Sociedad de Activos Especiales, SAE, luego del proceso de extinción de dominio, ya nada queda.

Ejércitos de invasores se han llevado puertas, ventanas, marcos de aluminio, cables eléctricos, motores, partes del elevador, campanas de cocina, chapas, motobombas y sanitarios de los 28 apartamentos ubicados en siete de los nueve pisos de los que consta el edificio.
Peor aún, El País ingresó en la enorme y otrora lujosa edificación y lo que se advierte es que han empezado a romper paredes y techos del edificio en búsqueda, probablemente, de caletas que pudo dejar el capo asesinado en la cárcel de Palmira hace casi 30 años.
“A cualquier hora uno puede pasar por aquí y empezar a ver cómo caen los vidrios de las ventanas”, indicó una de las transeúntes a El País.
Mientras que uno de los vecinos del inmueble aseguró que la tranquilidad les ha sido esquiva en horas de la noche “gracias a los múltiples golpes y martillazos que ahora hacen parte de la banda sonora del barrio El Gran Limonar”.
Pero el drama no solo lo vienen padeciendo los vecinos de los edificios contiguos con la bulla y la caída de escombros en techos y zonas comunes.
En el primer piso del edificio funcionan tres locales comerciales: un restaurante de comidas rápidas, un outlet de ropa deportiva y un almacén de jeans para damas, los cuales le pagan renta mes a mes a la SAE.
La problemática es que no hay administración, ni vigilancia en el edificio, entonces, por ende, se meten los habitantes de calle a destrozarlo, indicó uno de los comerciantes.
“El edificio hasta hace poco estaba bien; tenía sus ventanas, estaba abandonado, pero estaba completo. A nosotros se nos han llevado los cables de la energía, nos han dejado sin energía. El dueño del local tuvo que hacer unos arreglos por fuera para solucionar el tema de la energía”, aseguró un empleado.
Agregó que: “Incluso, estando trabajando nos han dañado el tubo del agua; lo han arrancado y nos ha tocado de parte de nosotros buscar una solución porque la SAE no invierte un centavo en arreglos. Entonces, cada uno de los dueños de los almacenes debe resolver”.

Pero esa angustia se ha convertido en temor, ante la posibilidad cada vez más cierta de que estas personas ingresen por las paredes o los techos y desocupen los locales comerciales.
“El mayor peligro que nosotros corremos es que vayan a hacer un hueco. En los apartamentos sabemos que están rompiendo las paredes y tenemos miedo de que hagan un hueco hacia los almacenes y que puedan ingresar ahí”, dijo uno de los comerciantes.

Se rebotan la pelota
El edificio Arábico, en la emblemática Calle 5 de Cali, que hoy amenaza ruinas, se convirtió en solo semanas en una papa caliente por la que nadie quiere salir a responder.
“Ese edificio lo administran desde Bogotá, pero a nosotros nos han tirado ese chicharrón”, aseguró el director territorial de la SAE, Felipe Tascón, al ser consultado sobre las decisiones que han tomado desde la entidad para proteger un bien que se devalúa a pasos agigantados.
Explicó Tascón que “la SAE tiene una estructura absurda. Si un bien se incauta a una persona natural, lo manejan las oficinas territoriales; por ejemplo, la oficina aquí en Cali, Barranquilla o Medellín. Pero si se le incauta a una persona jurídica, es administrado por un área que se llama Vicepresidencia de Sociedades; entonces depende precisamente de esa oficina en Bogotá”.

Advierte, no obstante, que “Ese edificio lo revisamos y tiene una falla estructural; en todas las cocinas de los apartamentos 01 hay una grieta, como si fuera un machetazo del piso al techo. Y es una vaina que continúa a lo largo de los nueve pisos. Es decir, ese edificio, en la práctica, la única manera de aprovecharlo es venderlo como lote para que alguien lo tumbe y haga allí otra cosa, porque darle uso comercial o alquilarlo es imposible”.
El País intentó comunicarse con la oficina de la SAE en Bogotá y no obtuvo respuesta; como tampoco la han obtenido los vecinos del Edificio Arábico que en las últimas semanas han enviado varios oficios notificando de la forma como vienen destruyendo el bien y viene perdiendo valor, pero solo han recibido el silencio de la entidad.
“Nos hemos dirigido a la SAE y no tenemos solución. Cuando me pasé a vivir en el edificio del lado, en Pétula, en el año 98, eso ahí tenía vigilancia, pero el señor que vigilaba vivía ahí mismo y la SAE inexplicablemente lo sacó hace poco; dicen que porque no había recursos y pusieron un candado”, dijo uno de los vecinos del edificio Arábico.
“Lo que hemos pedido es que coloquen vigilancia, que hagan algo, que hagan aseo. Nos toca estar fumigando, eso es un foco de infección y no han hecho nada por nosotros”, remarca.
De esta manera se refiere a la preocupación por la inundación de los sótanos donde funcionaban los parqueaderos, los cuales permanece hoy como piscinas de lamas y aguas negras, donde se reproducen mosquitos y zancudos.

“Aquí los únicos que nos han dado la mano y han estado prestos a atender nuestros llamados constantes son los policías de la estación El Caney, que ya deben estar cansados de sacar gente de ahí y capturar, pero parece que esa gente se multiplica porque entre más sacan, más llegan”, aseguró el residente.
Uno de los oficiales del cuadrante indicó que han personas que las han capturado hasta tres y cuatro veces, pero nuevamente los dejan en libertad. Explico también que es difícil atender a tres o cuatro requerimientos diarios de personas metidas en el edificio porque no se puede descuidar la seguridad de los demás residentes de este sector en el sur de la ciudad.
Al gato y al ratón
Los vacíos en las instituciones y en la justicia se convierten también en un aliciente para que los delincuentes que han desmantelado todo este edificio para vender el hierro, el cobre y el aluminio continúen extrayendo material sin temor.
De acuerdo con el mayor Luis Páez, comandante de la Estación de Policía del barrio El Caney, se han atendido todos los llamados que reciben de la comunidad en la central de radio y se ha hecho la individualización de varias personas, se han impuesto comparendos y se han capturado a otros por el hurto del cable, pero hasta ahí puede llegar la Policía.

“Lo que nos informó mediante oficio la SAE fue que no contaban con presupuesto para poner vigilantes. Igualmente, las capturas están debidamente documentadas y las medidas de policía corresponden a la aplicación de la Ley 1801 en cuanto a lo que han hecho las patrullas y posteriormente realizamos la individualización, pero solo podemos hacer lo que la ley nos permite”, indicó el oficial.
Agregó que: “Nuestro interés es priorizar el bienestar de la comunidad y el mantenimiento del orden público. Por eso, a cada una de las llamadas que hace la comunidad, cuando hay ruido o cuando ven sujetos extraños al interior de la propiedad, acudimos y aplicamos la Ley 1801, pero se llama a la SAE que son los afectados, se les comunica que hay unas capturas y hay que soltar a estas personas porque nadie llegar a entablar la denuncia”, dijo el oficial.
Pero incluso, estando martillando dentro del edificio pueden ingresar los uniformados porque es un bien privado y debe ser el propietario, en este caso la SAE, la que autorice el ingreso.

Tampoco puede hacerse una captura a una persona que vaya con una ventana de aluminio o cargando una puerta o un elemento de hierro porque transportar ese tipo de elementos no constituye un delito. Excepto que sean encontrados con cables de cobre, que sí es un delito tipificado en Colombia.
Por lo demás, el edificio Arábico, y muchos otros de los que permanecen en Cali bajo custodia de la SAE, no están condenados a otra cosa que la ruina.
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