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El padre Hugo Alaniz estuvo en la iglesia La María de Cali, relatando su vida en Siria. Fue invitado por ACN Fundación Ayuda a la Iglesia que Sufre. | Foto: Foto: Jorge Orozco / El País

¿Cómo es ser misionero en Medio Oriente? El relato de un padre argentino que 'cura' las heridas de la guerra en Siria

El sacerdote argentino Hugo Alaniz está radicado en Alepo, capital de Siria, desde 2017, donde ayuda a los que no tuvieron opción de irse tras la guerra y el terremoto. Pese a ello, la persecución y exclusión de los católicos y evangélicos persiste. “En Medio Oriente a los cristianos nos miran como sapos de otro pozo”, dice el padre, quien estuvo en la iglesia La María de Cali narrando su historia.

9 de abril de 2023 Por: Por Santiago Cruz Hoyos - Editor de Crónicas y Reportajes 

El padre Hugo Fabián Alaniz nació en San Luis, Argentina. Se hizo sacerdote después de prestar el servicio militar. Permanecer en ese régimen, tras una vida tranquila, incluso disipada, fue un golpe fuerte. Sin embargo, dice, entre los militares entendió el valor del sacrificio de sus padres. Él es el menor entre ocho hermanos. Sus padres se sacrificaron para darles lo mejor que pudieron. El padre Hugo quiso hacer lo mismo.

Al principio pensó en ser abogado. También político. Pero el peligro en el que viven los abogados, y la corrupción de los políticos, lo disuadieron. Si quería ser una persona de bien, que se sacrificaba por los demás, era mejor dedicarse a otra cosa, concluyó. Entonces le llegó la idea de consagrarse y ser misionero. Terminó con su novia y entró al seminario.

Hace parte del Instituto del Verbo Encarnado, una congregación religiosa católica fundada en Argentina en 1984 por el sacerdote Carlos Miguel Buela. Actualmente la congregación hace presencia en 44 países.

Desde hace 27 años, el padre Hugo es misionero en Medio Oriente. Desde 2017 está radicado en Siria, donde los cristianos son discriminados y, a veces, perseguidos. “Nos miran como sapos de otro pozo”, dice el padre, quien hace unas semanas estuvo en Cali, invitado por ACN, Fundación Ayuda a la Iglesia que Sufre, para que contara, en la iglesia La María, cómo es vivir en un país en guerra que además acaba de ser golpeado por un terremoto.

Su parroquia está ubicada en la periferia de Alepo, en una zona industrial, de pequeños talleres. La mayoría de sus feligreses son personas solas, adultos mayores que no tuvieron otra opción que quedarse. La mayoría de los habitantes de Siria prefieren irse.

¿Cuándo llegó a Siria, padre Hugo?

Llegué a Siria por primera vez en el 2009. En ese entonces era párroco en una iglesia en Jordania. En la congregación de nuestras hermanas, en Alepo, no había ningún sacerdote, entonces iba y venía. Hasta que me quedé fijo en 2017.

¿Cómo es ser misionero en el Medio Oriente, donde los cristianos son minoría? ¿Cambia la ecuación?

Claro que sí. No solo por ser minoría. Hay muchos factores. En Latinoamérica nadie te pregunta de qué religión eres. Y si quieres vas a misa y si no quieres, no vas. En muchos países de Oriente no es así. Por eso, como los cristianos somos minoría, es decir católicos, evangélicos, ortodoxos, protestantes, permanecemos muy unidos. Hacemos muchas actividades en conjunto. Pero sufrimos. No tanto persecución, sino más bien discriminación. Es común que los hijos de los cristianos sufran bullying de parte de la maestra, se les burlan en público en el colegio por sus creencias, se les deja aparte. En la universidad también es común que incluso un doctor, o profesores muy cultos, se rían de los alumnos cristianos frente a los demás estudiantes. Todo eso hace que la vida de un cristiano no sea fácil en Medio Oriente.

¿Han sido perseguidos?

Por supuesto, la persecución también ha sucedido. En Siria en su momento, cuando entró el Isis a finales de 2010, 2011, y empieza a tomar pueblos, ciudades, cortaba cabezas de personas simplemente porque eran cristianas. A otros les dijeron: ‘si quieres seguir entre nosotros, debes pagar tantos gramos de oro por año’. No los mataron, pero no les dejaron otra oportunidad que abandonar todo. Sin embargo, en Medio Oriente no conozco a un solo cristiano que haya abandonado su fe, y eso es muy gratificante.

¿Su vida ha corrido peligro?

Es el peligro de todos los días. Alepo fue liberada en 2020, hace tres años solamente. No tuve una amenaza directa, personal, pero en distintos momentos me hicieron saber que debía tener cuidado, que no usara el hábito de sacerdote. Por ser cristiano, consagrado y además, extranjero, corremos mucho peligro. Los cristianos debemos tener cuidado de no ir a ciertos lugares donde hay riesgo de raptos. El Isis veía que iba perdiendo la guerra, y lo que quería antes de retirarse era irse con dólares, entonces secuestraban. Y sí, siempre estuvo el riesgo de los bombardeos. En cualquier momento uno estaba tranquilo cuando de repente caían misiles caseros. No hacen tanto daño, pero si estás muy cerca, te matan.

¿Qué pasa en Siria? ¿Cómo explicar ese conflicto?

Es difícil de explicar este conflicto en pocas palabras. Pero para resumirlo, vivimos en países donde está mal ser cristiano, primero. Seguir a Cristo está mal. Te miran como sapo de otro pozo. Y es paradójico. El cristiano siempre ha vivido en Medio Oriente. Es más, los cristianos estaban antes de los musulmanes. Entonces es un reto hacerles entender a los musulmanes que la suya es tierra de cristianos, así ahora ellos sean mayoría e impongan las leyes de acuerdo al Corán.

Pero el país sigue dividido en zonas, unas del gobierno, otras de los opositores. ¿Cómo es esa guerra?


Sí, una cosa es como se vive normalmente. Otra es la guerra, que empezó porque a finales de 2010 se empiezan a armar grupos islamistas extremistas, que querían hacer que toda la gente viviera como ellos, imponer sus leyes islámicas, su modo de vida. Que en el momento de la oración, los viernes al mediodía, por ejemplo, todos los hombres entraran a los templos de ellos, a las mezquitas. Hay policías que te pegan con sus varillas para que entres a rezar. Imagínate que, en Cali, los domingos, cortamos el tránsito y desviemos todos los carros a la iglesia para que la gente rece, una cosa descabellada. Pues bien, eso sucede hoy en día en algunos países del Medio Oriente. Aunque seas cristiano te obligan a rezar según la ley islámica. Entonces ellos se juntaron, todas estas fuerzas, tratando de derrocar los gobiernos para crear un estado nuevo, el Estado Islámico.

Su objetivo era hacer de todos los países árabes, musulmanes, un solo Estado. Hubiera sido catastrófico, terrible, porque tienen petróleo, se hubiesen adueñado del agua, del gas, de la salida del mar, de los pasos de un mar a otro como el Canal del Suez. No lo lograron, pero todavía hay grupos que están luchando. Mientras tanto mucha gente murió, mucha gente sufrió, muchísima gente fue desplazada, tanto cristianos como musulmanes. Tuvieron que escapar de estas calamidades.

¿Por qué hacer misión en un país en esas condiciones?

Somos misioneros, y lo que hace una congregación misionera es en principio ir donde un obispo necesita ayuda. El objetivo nuestro es ayudar a los obispos locales. Trabajamos con laicos y son muchísimas las obras que estamos llevando a cabo. La Iglesia Católica en sí es misionera. Cada cristiano, cada niño que se bautiza, se convierte en misionero. No es que tenga que ir a África, pero sí dar testimonio de Cristo en el trabajo, con los amigos.

¿Cómo es el día a día en Alepo?

Nosotros estamos atendiendo desde la mañana distintas congregaciones religiosas como Las Carmelitas. También las hermanas de la Madre Teresa, o nuestras hermanas del Verbo Encarnado. En la mañana hacemos atención espiritual, la santa misa, y ahí empieza nuestro trabajo. El trabajo de un misionero es como el de un sacerdote en cualquier parte del mundo: atender las necesidades espirituales, los sacramentos, llevar la comunión a los enfermos.

Pero Siria, al ser un país en guerra, las riquezas de ellos se quedaron en manos de otros. El gas, el agua, los pozos petroleros, quedaron en manos de los kurdos, apoyados por países del primer mundo, Estados Unidos entre ellos. Eso hizo de que Siria se convirtiera en un país muy pobre. Siendo un país rico, vivimos como pobres. No tenemos electricidad, ahora tenemos agua potable, pero se raciona. Tampoco hay gas. La gente tiene muchas dificultades para cocinar. No hay combustible para los vehículos. Está muy racionado. Cada dos semanas podés poner 25 litros en tu coche, no es nada. No hay combustible para la calefacción de las casas, ahora es invierno. No hay manera de bañarse con agua caliente. Antes de 2010, Siria no tenía deuda externa, era un país rico, y ahora es pobre. Las familias tienen que mendigar para sobrevivir.

Entonces, ahí entra nuestro trabajo. No solamente la atención pastoral, sino también el trabajo social, ayudamos en lo que podemos: distribución de alimentos o cupones para que las familias puedan comprar en algún supermercado, remedios, ayudas monetarias para cirugías, cocinas comunitarias para las personas de la tercera edad, los voluntarios les llevan la comida caliente hasta sus casas. Trabajamos mucho en educación, ayudándoles a los niños para que terminen sus estudios. Y después atención de las familias que son más necesitadas, familias de sordomudos, atención a los viejitos que han quedado solos, porque todos los que pueden se van del país. No solo por la situación económica terrible, sino también porque si tenés hijos varones tienen que ir al servicio militar. Son 8 años. Las familias tiene miedo que sus hijos sean puestos en un lugar en conflicto. Todavía los hay. Entonces los que pueden se van del país. Quienes se quedan son los viejitos, solos, en sus casas. A ellos les damos una especial atención.

Hay una crisis mundial de migrantes actualmente…

Es muy triste. En Siria hay desplazados internos. Los que han tenido que abandonar sus casas en los pueblos porque llegó el Isis y tuvieron que huir hacia Alepo. La mayoría de las personas que van a nuestra iglesia son desplazados internos. Es lamentable, porque no tienen casa. El sueldo de una maestra es de 20 dólares. El de un policía, 18 dólares. Entonces esas personas que han venido de afuera, mayores, muchos sin estudios, en un país quebrado, no van a tener oportunidades de trabajo. Si consiguen, son explotados.

Además, Siria acaba de ser golpeada por el terremoto que acabó además con Turquía.

El terremoto abrió nuevas heridas en Siria. Después de 10 años de guerra causadas por el odio, el terremoto hizo que muchos se preguntaran: ¿por qué a nosotros después de todo lo que hemos pasado? Sin embargo, la gente dijo bueno, si Dios cree que podemos soportar un terremoto, aquí estamos. Pero hay tantas necesidades. Las casas están sentidas, es un problema más. Hay que empezar con la reconstrucción de estas casas, que además ya habían sido golpeadas por la guerra.

¿Cómo se sostiene la obra social que su congregación?

La sostenemos con el aporte y las donaciones que nos llegan del exterior. Porque es imposible sostenerlo con las colectas de la misa. Tengo cinco misas el fin de semana, entre sábado y domingo. Las colectas no llegan a tres dólares americanos. Entonces, necesitamos de las ayudas. Nuestra congregación nos ayuda, familiares y amigos, e instituciones como la que me invitó a Cali, ACN Fundación Ayuda a la Iglesia que Sufre. Siempre hacemos la rendición de cuentas de lo que hemos hecho con cada donación. Así nos sostenemos.


¿Se puede ayudar a Siria desde Latinoamérica, desde Cali?

Algo que todos podemos hacer es rezar. Se puede ayudar con la oración, que pidan por nosotros, orar por la paz en el mundo, para que la gente pueda vivir con dignidad. Otra cosa es concientizarse de lo que pasa en Siria y en el resto del mundo. Leer, saber, interesarse. En Tanzania, por ejemplo, no hay agua potable. Hay hambre en muchos lugares. Interesémonos por lo que pasa en el planeta. Y los que puedan colaborar con donaciones, sería una gran obra.

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