En Roldanillo, donde las montañas parecen enmarcar cada fiesta como si fuera un ritual antiguo, las bicicletas volvieron a tomar el centro de la historia.

No las eléctricas, no las de competencia, sino las que huelen a hierro, grasa y recuerdos: las clásicas, esas que durante años recorrieron las calles de los pueblos y que hoy regresan como símbolo de tradición.

Jorge Rodríguez, secretario de Desarrollo Económico del municipio, camina entre ellas como si guiara un museo vivo al aire libre. “Este es el tercer encuentro nacional de bicicletas clásicas, donde hemos reunido a personas que tienen el hobby de coleccionar bicicletas de todas las épocas en Colombia. Es un medio de transporte que antes era muy común y que hoy vuelve como un símbolo de tradición”.

Participantes comparten anécdotas sobre los accesorios originales que aún conservan en sus bicicletas. | Foto: José Luis Carrillo

La jornada no es menor: “Roldanillo realiza este tercer encuentro con más de 700 bicicletas que vienen de diferentes regiones del país”, dice Rodríguez mientras señala las filas de metal brillante.

Cada una parece contar una historia que no se oxida. “Realmente es una fiesta que se vive por tercera vez en nuestro municipio, Roldanillo Pueblo Mágico”.

El recorrido avanza entre sillines de cuero, timbres antiguos y estructuras que sobrevivieron décadas.

Bicicletas equipadas con accesorios originales, conservadas como verdaderas joyas familiares. | Foto: José Luis Carrillo

“En esta actividad tenemos un encuentro, un espacio donde quienes han conservado estos medios de transporte antiguos vienen a mostrar sus joyas, esas bicicletas que han pasado de generación en generación y que hoy reciben la bienvenida dentro del Roldanillo mágico”, explica el funcionario. Para él, lo que ocurre va más allá de un hobby: es memoria rodante, identidad que se pedalea.

El calendario cultural del municipio, además, encadena una celebración tras otra. Rodríguez lo enumera como si fuera un guion de tradición:

Los asistentes recorren el parque principal, convertido en vitrina de historias sobre ruedas. | Foto: José Luis Carrillo

“El 30 tendremos un encuentro de emprendimientos, gastronomía y artesanos con más de 150 canastas en el parque principal. Ese mismo día será el Encuentro Nacional de la Parranda Navideña, esos famosos ‘picanticos’, esa música parrandera que nos da la bienvenida a la Navidad y que es muy propia de nuestra región”.

Pero lo que más lo conmueve no es la cantidad de bicicletas, sino lo que cada una despierta: “Lo que más me ha gustado de este evento es, primero, el sentido de pertenencia de las personas que nos acompañan. Los de Cota, por ejemplo, vienen con su vestuario y su identidad de época, tal como era con su bicicleta”.

Delegaciones como la de Cota asistieron con vestuario de época para acompañar sus bicicletas antiguas. | Foto: José Luis Carrillo

Las miradas se detienen en los detalles: los uniformes, los accesorios originales, los colores y texturas que, según Rodríguez, son un acto de amor: “Lo tercero es el cariño y el amor que le ponen a estas bicicletas engalanadas: les meten sus gallitos, sus accesorios originales. Es algo que la gente debe reconocerles hoy a estos participantes”.

Expositores muestran bicicletas que han pasado de generación en generación en sus familias. | Foto: José Luis Carrillo

Entre tantas reliquias, dos bicicletas lo sorprendieron particularmente. “Una bicicleta de madera, que no fue tan común, pero mire que todavía le dan utilidad; y la monareta, que fue muy útil para las mujeres de nuestro municipio, del Valle del Cauca y de Colombia”.

La bicicleta de madera tiene dueño, historia y nombre. Su creador, Piscuiso Catambuscay, la observa con un orgullo que no necesita exageración.

“Mi nombre es Piscuiso Catambuscay”, dice sin rodeos. “La bicicleta de madera la hice yo. Soy carpintero”. La pieza, que hoy se roba miradas, nació en un momento oscuro de su vida.

Piscuiso Catambuscay posa junto a su bicicleta de madera, una pieza construida en medio del duelo. | Foto: José Luis Carrillo

“La construí en una época en la que murió mi esposa, cuando quedé como ‘Grogui’. Eso fue lo que me sacó adelante”.

Convertir el duelo en madera doblada no fue sencillo. “La inspiración llegó en medio de la tristeza: vi algo en televisión, me gustó y la reproduje”, recuerda.

El proceso exigió paciencia y técnica: “Lo más difícil de hacerla fue torcer la madera, porque hay que hacerlo en dos formas diferentes: con química y con calor”.

Hoy, su obra provoca sonrisas y admiración. “A todo el mundo le parece elegante”, cuenta, mientras posa una mano sobre el manubrio como quien cuida un tesoro.

“Me siento orgulloso porque yo la hice, porque me la admiran y porque sé que la tengo para mucho rato”.

Piscuiso ya decidió su destino: “Se la voy a dejar de herencia a mi nieto, al que le estoy haciendo una similar, también en madera de granadillo”.

Vista general del encuentro nacional con más de 700 bicicletas reunidas en Roldanillo Pueblo Mágico. | Foto: José Luis Carrillo

Su relación con las bicicletas no se limita a esa pieza única: “Tengo una excelente relación con la bicicleta. No solo tengo esta; tengo siete bicicletas más”. Y como si fuera un personaje más en su vida, esta también tiene un nombre propio: “Sí, esta bicicleta tiene nombre: la Piscuiza”.

En Roldanillo, las bicicletas no solo avanzan: cuentan quiénes fueron sus dueños, qué calles recorrieron y qué historias llevan guardadas en sus llantas. Y por eso, cuando ruedan juntas, no es solo un desfile: es un país que se recuerda a sí mismo.