Ubicado entre los municipios de Roldanillo y La Unión, en el norte del Valle del Cauca, el corregimiento de El Higuerón parece, a primera vista, ser un pequeño pueblo que pasa desapercibido antes los ojos del turista. Sin embargo, no hay nada más lejos de la realidad. Entre sus calles vive una rica tradición de mitos y leyendas.
Su parque principal, el único de esta pequeña localidad, se ha pasado a hacer las veces de un homenaje a las narraciones populares que han sido transmitidas por medio de la oralidad de generación en generación, especialmente por los abuelos de la zona, quienes se las cuentan a sus nietos en un intento por mantener viva la memoria de este lugar y de sus pobladores.
En este parte se pueden encontrar, además, figuras representativas de los mitos que han marcado la cultura y visión locales. Entre los personajes más destacados se encuentran el duende, la bruja burlona, el caballo sin jinete, el cura sin cabeza, entre otros. Una postal de curiosas postales en la vida real, que dejaría sin aliento a propios y extraños, debido a la extrañeza de lo que se presenta ante sus ojos.
Cada uno con su propia y fascinante leyenda, estas estructuras no solamente ayudan a embellecer el parque de El Higuerón, sino que también sirven como un recordatorio de aquellas historias que forman parte del patrimonio cultual de la comunidad: son su representación, la forma en que en la realidad toman las figuras y los mitos que viven en el imaginario y se mantienen presentes a través de la tradición oral, tan fuerte en el territorio.
Videos publicados por aventureros dan cuenta de inquietantes historias. Una de ellas tiene que ver con una niña que fue raptada por un duende y que apareció tres días después, completamente sana.
Otra, es la de “Los perros de la vuelta del Chomo”. Se dice que Jerónimo Padilla, conocido como “Chomo”, veía en las noches a dos perros de color negro con ojos enrojecidos, arrastrando cadenas pesadas y con un aspecto infernal. Estos perros eran avistados por hombres que cruzaban de Higuerón a Higueroncito, quienes iban a beber, jugar a las cartas o intentar conquistar a las mujeres del lugar.
Según se cuenta, la idea tras estas figuras fue la de conservar la tradición y mantener vivo el encanto de las historias ancestrales que dejaron huella en esta comunidad del norte del Valle.