El padre Darío Echeverri, secretario de la Comisión de Conciliación Nacional, dice que la extorsión de las Farc se ha incrementado en el país y que el ELN tiene dificultades internas para ir a una mesa de paz.
La Iglesia Católica no está casada con el proceso de paz, que indudablemente es del Gobierno. Lo dice el padre Darío Echeverri, secretario General de la Comisión de Conciliación Nacional, que lleva más de 20 años buscando una salida política al conflicto armado colombiano.
Advierte que la pedagogía que han implementado el Gobierno y las Farc no ha sido la más pertinente, ni la más efectiva y por eso la Iglesia está aportando elementos sencillos para llegar con el mensaje de paz a todos los sectores del país.
El sacerdote, que estuvo en las conversaciones previas para que las Farc se sentaran en la mesa de diálogo de La Habana, asegura que los colombianos ya están agotados con el proceso, pero dice que es mejor un buen acuerdo que simplemente dar cumplimiento a una fecha prevista.
Sobre el ELN, con quien tiene línea directa, sostiene que todavía están enredados en algunos aspectos, pero que falta poco para que se sienten a hablar de paz.
El jueves, mientras esperaba que cesara un torrencial aguacero para continuar con sus actividades en la parroquia Basílica Menor Voto Nacional, en Bogotá, el sacerdote habló de paz, de reconciliación y rechazó que las Farc mantengan la extorsión a través de lo que ellas llaman impuesto de guerra.
Usted estuvo en el acercamiento entre el Gobierno y las Farc, ha sido vigilante de lo que ha ocurrido en este proceso. ¿De todo lo que se ha firmado hasta ahora en La Habana, qué lo ha dejado insatisfecho?
Creo que hay asuntos que satisfacen a unos, que dejan insatisfechos a otros, pero que en realidad, si se analiza bien, de ser implementados correctamente, los acuerdos servirían para el desarrollo del país y atenderían a necesidades de la población más pobre y necesitada. Hay otros asuntos que están pendientes, que son delicados, que por eso están en el cuarto frío de la negociación y le corresponderá a la mesa buscar medidas que beneficien el bien común.
¿Le cambió la percepción?, porque hace meses dijo que el tema de víctimas no lo dejaba tranquilo...
En noviembre acompañé a monseñor (César Augusto) Castro, presidente de la Conferencia Episcopal, a una reunión con Iván Márquez, jefe negociador de las Farc. Allí él dijo que hubo temas de expectativa en los foros de víctimas y en los encuentros en Cuba que no fueron tenidos en cuenta y, sin embargo, ya en el acuerdo que es publicado hay un planteamiento en el cual se tiene en cuenta a las víctimas y ellas quedan en el centro de la justicia transicional. Yo creo que hay avances bastante positivos.
¿Y sobre el de Justicia?
Es Justicia Transicional y tiene que ser mirada de una manera peculiar y desde la Iglesia debe ser entendida como un horizonte de misericordia. Es una justicia que algunos piensan que le abre espacio a la impunidad, pero nosotros pensamos que es una manera distinta a la búsqueda de una salida a un conflicto que se propone desde la mesa de La Habana.
Después de la expectativa, la firma del acuerdo general para la terminación del conflicto no sería el 23 de marzo, ¿cómo recibió la noticia?
Yo cuestiono la falta de realismo cuando se propuso una fecha perentoria, como lo hizo el Gobierno. No era sensato ni prudente ni era realista, le hacía falta pragmatismo político porque son muchos los asuntos que todavía están pendientes. Comparto sí, que todo no debe ser una fecha. Es mejor un buen acuerdo que dar cumplimiento a una palabra y una fecha prevista.
Pero la gente está agotada, se anuncia una fecha y se incumple, son tres años de negociación y todavía quedan los puntos más importantes por resolver...
Es cierto que en Colombia hay un poco de cansancio, también en la comunidad internacional, pero si la gente lo mira con realismo y lo compara con otros procesos, ha habido otros más largos. No nos debemos desesperar porque ya han pasado tres años, sí nos debería preocupar que no encontramos la solución del conflicto social y armado.
El Comité Internacional de la Cruz Roja (Cicr) dijo esta semana que, pese a las negociaciones de paz, la violencia no disminuye en el país...
Es cierto que la violencia armada sí ha disminuido, pero también es cierto que otro tipo de violencia, como la que surge de la vacuna, ha crecido. Eso es cierto y allí hay una responsabilidad de las Farc, del ELN, de otros grupos armados y de otros factores de poder ilegal o ilícito que se da en las regiones.
Las Farc no hablan de extorsiones, dicen que se trata de un impuesto de guerra...
Ese es un eufemismo que no debe ser de pacífica aceptación. Los obispos en las regiones denuncian que hay un incremento de la delincuencia y una expresión de esa delincuencia es la extorsión y eso hay que llamarlo por su nombre. No se puede decir que es un impuesto por la paz.
Líderes en las regiones dicen que la violencia simplemente cambió de brazalete. Que el ELN está ocupando espacios de las Farc...
Yo no sé si esa sindicación sea cierta, pero me da la ocasión para extender el llamado que monseñor Castro y muchos de los obispos le han hecho al ELN para que aproveche la coyuntura y se siente a la mesa con el Gobierno, para que hagamos una negociación que le brinde a los colombianos paz y reconciliación.
Usted ha estado cerca de ese proceso, ¿por qué se ha dilatado tanto y el ELN no se sienta a dialogar?
El ELN tiene unas dificultades internas. Qué bueno que superaran esos problemas y que como organización accedan a una negociación lo más pronto posible.
¿Qué tan cierto es que entre las dificultades está que sus comandantes no se ponen de acuerdo y que alias Pablito está en contra de la negociación?
La Iglesia ha conversado personalmente con Pablito y yo creo que no se puede personalizar en términos periodísticos. Lo que se debe hacer es un llamado a toda la organización para que haga fácil un proceso de negociación.
¿Y la escogencia del país para desarrollar los diálogos, ya se superó?
Son muchas las dificultades que hay por superar y la Iglesia está disponible para ejercer sus buenos oficios y ayudar a que las dificultades se superen.
¿Usted sabe de una carta que circuló en redes sociales de un Movimiento de presos Camilo Torres, en la que asegura que ya fijaron una agenda de seis puntos que incluye participación de la sociedad, democracia para la paz, víctimas, garantías de ejercicio en la política y dejación de armas?
Yo creo que corresponde a los temas que se han venido trabajando y ojalá no sea una carta anónima, qué bueno sería saber que la agenda está definida. Los temas por superar son pocos, y creo que podemos esperar con ilusión que pronto se formalicen esos diálogos entre Gobierno y ELN.
¿Teniendo en cuenta esa supuesta agenda y los puntos en común con la agenda de las Farc, se esperaría que la negociación con el ELN no se prolongue tanto?
Son dos negociaciones distintas. Una cosa es la agenda con las Farc y otra cosa es el ELN.
¿Pero las leyes que ya se aprobaron para implementar acuerdos con las Farc no funcionarían en este caso?
Hay muchos elementos válidos, pero una negociación con el ELN tendrá exigencias propias de lo que ha sido la lucha y la manera de enfrentar el conflicto social por parte de ellos.
¿Cree que el país está preparado para ver a los guerrilleros buscando una curul en un concejo, una asamblea o en el Congreso?
El tema que está de fondo allí es el de la reconciliación, que no surge espontáneamente de la simple negociación. El trabajo que nos corresponde a todos los colombianos es tener un horizonte de reconciliación que le dé espacio a las Farc, al ELN, a los partidos políticos de oposición.
Es complejo porque el país está polarizado entre los que quieren el proceso de paz y los que no...
No creo que haya quienes están en contra de la paz. Lo que pasa es que unos la quieren de una manera y otros la quieren de otra. Pero sí es cierto que hay una polarización muy grande y que todos, empezando desde el Gobierno, tenemos que cimentar el aporte para ir superándola.
¿En qué ha fallado el Gobierno en el tema de la reconciliación?
No sé si el Gobierno en la Ley de Víctimas, por ejemplo, habla de la reconciliación, pero de pronto nos quedamos es con el concepto pero no con lo que conlleva real y efectivamente al encuentro fraterno entre los colombianos.
¿Qué opina de las cartillas de pedagogía de paz que están entregando las Farc?
Yo quiero hablar es sobre las cartillas que están saliendo de la Conferencia Episcopal, que en un lenguaje muy sencillo hablan de justicia transicional, de reconciliación, de justicia y equidad. Yo quisiera hablar de los instrumentos que queremos poner en manos de los colombianos para que todos entiendan las cosas y las podamos valorar, vivir y gozar.
¿Pero están llegando con el mensaje de lo que se ha acordado en el proceso de paz o con el Evangelio?
De los valores que están en la base de la sociedad. La Iglesia está casada con la paz, con una Colombia reconciliada. La Iglesia no está casada con un proceso de negociación, si esto sirve para ambientar en el país el espacio de reconciliación bienvenido sea, pero el proceso es del Gobierno.
Aunque el presidente Juan Manuel Santos diga que el proceso no es del Gobierno ni de él, sino de todos los colombianos...
Está bien que el Presidente quiera ponerlo así, pero indudablemente este proceso de paz es del Gobierno.
¿Qué es la Comisión?Aunque siempre ha tenido como líder al Presidente del Episcopado colombiano, la Comisión es una entidad autónoma e independiente, integrada por representantes de diversos sectores de la vida nacional, cada uno con diversas concepciones políticas, sociales, culturales e incluso religiosas. Entre sus tareas está propender por una solución política negociada al conflicto armado, promover el respeto y acatamiento de los Derechos Humanos y del Derecho Internacional Humanitario.Nombre: Darío A. Echeverri González.
Edad: 62 años.
Profesión: abogado y sacerdote claretiano.
Trayectoria: ha desarrollado su vida sacerdotal en Chocó, Medellín, Cali, Bogotá, y actualmente es párroco del Voto Nacional y Secretario Nacional de la Comisión de Conciliación, de Bogotá. Se ha desempeñado como rector de los colegios Claret en Cali y Bosa. Ha sido profesor de Derecho Canónico y Juez del Tribunal Eclesiástico.