Este joven ya ha cursado siete semestres de ciencias políticas y cuatro de derecho en la Universidad Icesi.

No aparenta los 21 años que tiene. Su voz grave y pausada se identifica más con  la madurez de quien ya ha cursado siete semestres de ciencias políticas y cuatro de derecho en la Universidad Icesi. Tal vez allí germinó  el ímpetu que mueve  a cuatro mil jóvenes que le han dicho sí a su iniciativa de marchar para que se implemente el acuerdo de La Habana. Es Daniel Téllez, el líder de Voz Universitaria por la Paz, el colectivo que reúne a una treintena de estudiantes de nueve universidades de Cali,  quien sostiene que la paz no es de Uribe ni de Santos y le reclama al promotor del No Christian Garcés por afirmar  que las marchas están siendo manipuladas por la guerrilla. Nació en Buga, desde donde su mamá  le implora que no se arriesgue ahora como ya lo hizo antes al luchar contra el tráfico de animales. Pero está claro que la forma en que Daniel concibe la política que un día aspira a ejercer va mucho más allá de perder seis kilos a causa de  su cruzada en favor de las víctimas y el cese de la violencia. Usted había liderado marchas, pero por los animales. ¿Cómo terminó trabajando  por el Sí a la paz? En Cali se crearon muchos comités por el Sí,  la mayoría auspiciados por líderes políticos de la región que, se supone, tienen recursos y la posibilidad de hacer un trabajo ‘serio’. Pero la verdad es que no realizaban ningún trabajo. Yo veía que se quedaban discutiendo, tema de egos, quién era el político que iba a aparecer y me preocupaba que el tiempo corría y no se movían, así que decidí involucrarme de lleno tratando de unificar a las  universidades entorno a la campaña por el Sí y desde ahí promover actividades. Luego se pasó a la movilización, a la marcha de las banderas blancas, a los foros. ¿Cree que esa actitud de los políticos influyó para que ganara el No? Creo que gran parte del resultado es responsabilidad de ellos, del exceso de confianza y también de una realidad que tenemos en Colombia y es que mientras a los sectores políticos no se les tenga en disputa los puestos burocráticos o su mismo espacio en el Congreso, ellos no se van a mover y no van a mover  un solo peso porque no tienen nada en juego. ¿Qué sintió el 2 de octubre después de que se supo de la derrota del Sí? Habíamos organizado una celebración, llevamos banderas y estábamos esperando los resultados con pantalla gigante, pero cuando supimos que el resultado era irreversible fue muy triste ver a todos los muchachos llorando. No lloré porque sentía la responsabilidad de que si me veían mal, pues iba  a ser peor, entonces sencillamente empecé a doblar las banderas. No quise hablar porque sentía que estaba muy triste y muy caliente. La mente no estaba calmada y mucha gente salió en redes sociales de manera contundente a agredir al  que votó por el No o al que no salió a votar, a decir ‘país de …’. Así que a las 8 de la noche escribí en Facebook que aceptaba el resultado y que esperaba trabajar con los del Sí y los del No en un nuevo proceso, ya no era el proceso de paz entre ellos, sino entre nosotros.  ¿Y cómo se dio ese proceso que terminó con la Voz Universitaria por la Paz que usted lidera? Al otro día contacté a algunos promotores del No en Cali con la idea de unificar esfuerzos y evitar la polarización, ya que si algo nos dejó el 2 de octubre fue la evidente polarización que hay en el país. Les hice la propuesta para trabajar en equipo, algunos la recibieron bien y a otros no les interesó, e iniciamos el proceso con las otras universidades. Entonces vino la primera marcha... Un amigo me dijo que en Bogotá se estaba preparando una marcha para el miércoles 5  y mi amigo Juan Camilo, de la Javeriana, dijo: ‘vamos a ver qué resulta’ y yo dije: ‘te apoyo, hagámosle’. Solo fueron dos días de convocatoria y reunimos a 3500 personas, pero sobre todo sirvió muchísimo para que la gente recuperara un poquito ese aliento que había perdido el domingo. Vimos que no estábamos solos, pues salieron 20 mil en Bogotá y luego también en Medellín salieron muchos, y dijimos: ‘tenemos que seguir, esto apenas empieza y no sabemos qué es lo que se viene’, porque la incertidumbre era lo que dominaba y aún domina, pero es claro que ahora los colombianos nos creen más a nosotros que al sector político. El domingo 9, tras la marcha usted se subió a la tarima y aclaró que no estaban con ningún partido político.  ¿Por qué se molestó? Esa marcha fue organizada por la Asociación de Víctimas y nosotros la apoyamos, pero lastimosamente, al finalizar el recorrido había una tarima y algunos dirigentes  se subieron a tomar la vocería y eso molestó a muchos, entre esos a mí. Cogí el micrófono y quise aclarar que era una movilización ciudadana y que no vamos a aceptar que ningún político de la región diga que es el embajador de paz o  el que nos está representando en esa temática. Justamente queremos mostrar que ellos, los políticos, fallaron el 2 de octubre y que somos los ciudadanos los que vamos a tratar de dar vuelta a esto y generar un acuerdo ya.  ¿Y están seguros de que saliendo a las calles lo pueden lograr? En un principio era plantear que la paz no estaba muerta, mostrar que éramos muchos. Luego el Presidente dio la orden de que el cese el fuego fuera hasta el 31 de octubre y el miedo fue total. Entonces la movilización fue para generar presión para un cese  indefinido y se dio entre todos porque logramos que se extienda hasta el 31 de diciembre. Seguiremos para que se generen propuestas concretas; que no nos quedemos en ‘vamos a ver cuánto nos demoramos’.   No, nosotros tenemos tres premisas claras: acuerdo ya, porque si bien tiene falencias era el mejor acuerdo posible; cese bilateral indefinido: no vamos a permitir que se acabe el 31 de diciembre porque no queremos que se dé ni una víctima más por el conflicto, y la no apertura de la mesa, porque si entran nuevos actores lo único que se puede generar es entorpecer el proceso. ¿Qué les responde a quienes dicen que estas acciones  no sirven? Que la movilización es una herramienta que a nivel histórico ha sido utilizada para generar no solo golpes de opinión y emoción sino también goles al panorama político. Un ejemplo es Chile, donde el movimiento estudiantil es memorable. Desde las movilizaciones se puede presionar al Estado, pero también a las Farc y a la oposición que ganó el plebiscito para que se implementen los acuerdos y para decirles que la paz no es de ellos, sino que es de todos. La paz no es de Uribe, la paz no es de Santos, sino que son muchos los que están involucrados. Es darle el respaldo a las víctimas, que cuando ven movilizaciones ven que no están solas, que no las están abandonando y lo mismo los guerrilleros que tienen voluntad de desmovilizarse. Es decirles: ‘No estás solo, no te vamos a dejar tirado a esperar que se acabe el cese  y que de un momento a otro los maten a todos’. Eso no va a pasar, porque no es la decisión que tome Uribe o Santos, sino que Colombia somos millones que estamos de acuerdo en que se debe lograr la paz. Pero hay quienes dicen que las marchas están siendo manipuladas por la guerrilla de las  Farc… Tengo que responder de manera contundente que nosotros en ningún momento hemos tenido vínculos ni los vamos a tener con ninguna organización de las Farc o el ELN, como se ha pretendido hacer creer en  redes sociales. Me parece irresponsable que se tilde a los movimientos estudiantiles y  a muchos ciudadanos, porque no todos son estudiantes, de que están haciendo parte de la subversión. De manera pública le hago la invitación al señor Christian Garcés a que rectifique su recriminación contra el movimiento estudiantil en Cali y a nivel nacional, porque ese tipo de afirmaciones, que no tienen cabida, están generando amenazas. Después de la marcha de las flores el sector de víctimas que nos acompañó recibió amenazas de paramilitares. Los estudiantes aún no hemos tenido ese problema, pero somos conscientes de que puede llegar a darse, y si personas como Cristian Garcés, que es una figura pública y tiene un poder de convocatoria amplio, dicen esto en medios o redes  pueden generar que más adelante amenacen a líderes universitarios y lo último que se va a generar con esas amenazas es paz. ¿Cómo va a funcionar el campamento de paz  a instalar en Cali? La idea es replicar la iniciativa de la Plaza de Bolívar, en Bogotá. Se va a instalar mañana lunes, a las 4:00 p.m., en la Plazoleta San Francisco. Pretendemos iniciar con  30 carpas y ya tenemos  acompañamiento de Policía y Defensa Civil y está garantizada la electricidad y las baterías sanitarias. La convocatoria es abierta para toda la ciudadanía  que desee colaborarnos con donaciones en especie. No queremos dinero, sino cobijas, carpas, alimentos no perecederos, papel higiénico, enlatados, botellas de agua, implementos de aseo, todo va a ser bienvenido. Esperamos que, como en Bogotá, donde iniciaron tres carpas y ahora hay 90, vayamos creciendo y se mantenga un impacto mediático hasta que se logre algo concreto sobre la paz.  ¿Y va a estar allí todo el tiempo? Será de carácter rotativo. No es que la persona que desee asistir va a estar todo el día allí, sino que hay algunos días que puedes estar y otros que no. Tu puedes ir un fin de semana, en semana van otras personas. La idea es ir cambiando, pero sí conocer la gente que va a ser parte del campamento. Yo tengo presupuestado estar de tres a cuatro días a la semana. ¿Tanta  actividad si le dejará terminar bien el semestre? Ha sido complicado. Sin embargo, el rector, los profesores y los decanos han colaborado mucho con la flexibilidad académica y algunos permisos cuando hay movilizaciones o eventos, porque es un tema que a todos les incumbe. Pero soy consciente de que hay días en que no doy la talla con tanta cosa, entonces trato de organizarme. Sí, la vida sigue y hay gente que estudia y trabaja, pero tampoco es excusa para dejar la paz a un lado. No vamos a dejar que después del 2 de octubre pasen dos semanas y todo se calme como si nada. Hay que seguir, porque el día que se acabe el sentimiento  por la paz, se acabó esto, no hay más qué hacer.