Por Jorge Luis Yarce Tamayo, analista político de la Universidad Central de Bogotá.

Hace tiempo, con tono de amenaza, se escuchó mucho de la hecatombe que le esperaba a la Colombia del futuro, tras el temor que causaba el cambio ideológico en un poder bicentenario.

Hoy, la profecía parece estar en ciernes, al desmoronarse las coaliciones y sacar las garras y colmillos las fieras mal alimentadas de la burocracia de los pactos políticos. Y es que no es fácil mantener el equilibrio entre fuerzas políticas tan distintas, unidad por propósitos tan lejanos y con objetivos políticos, esencialmente incompatibles y más difícil es tenerlas contentas.

La última semana ha constituido el escenario de la tragedia nacional, en el que los políticos se han sacado las vísceras y los discursos han oscilado entre lo vulgar y lo ridículo. Comenzamos con el escándalo de las ‘chuzadas’, un titular refrito de eras pasadas, insólito en el marco de quienes hoy gobiernan y fueron sus víctimas, convertido en un mero incidente en los labios de una defensora del Presidente, que solo atinó a decir “no es lo mismo chuzar a un magistrado que a una sirvienta”. Ahí quedaron por el suelo los derechos del pueblo trabajador, por no ser de la misma cuna que honorables del Estado.

El abogado de la exjefe de gabinete Laura Sarabia, aseguró que la funcionaria saliente colaborará para esclarecer las acusaciones que hizo Armando Benedetti en su contra.

Entre acusaciones, revelaciones, presuntos delitos de secuestro, por un lado, y sedición, por el otro, el Presidente quedó en medio del fuego cruzado, entre las investigaciones y las declaraciones de unos y otros, malherido en su imagen, credibilidad y confianza popular, sin que hasta ahora se le pueda relacionar más allá de haber incluido mercenarios políticos en sus filas.

Una herida profunda, la de los sucesivos escándalos, lo deja con la más alta desfavorabilidad, en un tiempo récord para cualquier Mandatario, luchando por sobrevivir en múltiples frentes, tratando de sacar adelante las reformas estructurales, buscando mantener, reagrupar o reconstituir -depende de la perspectiva- la ya fallida coalición de Gobierno, tendiendo puentes con sus propios aliados y bases partidistas… es una batalla de desgaste que lo ha dejado bajo una halo de incertidumbre que lo toca todo.

El Presidente lentamente ha ido perdiendo sus ‘alfiles’ en el poder, los hombres y mujeres que construyeron su camino a la Casa de Nariño han ido quedando al margen, unos por independencia, otros por profunda decepción y algunos más por insuficiente ‘mermelada’. Pero, sin lugar a dudas, nadie tan notable en las filas como Benedetti y Barreras, los líderes visibles, armadores del juego y puente de largo arco entre caciques de todos los colores en la contienda electoral.

El Presidente deberá responder ante varios procesos judiciales, tras declaraciones de Armando Benedetti sobre el ingreso de dinero ilegal a su campaña. | Foto: Fotomontaje de SEMANA

De estos, las declaraciones de Benedetti han dado un golpe doloroso y profundo en el Gobierno que separó a los más poderosos aliados, congeló los trámites en el Gobierno, dio lugar a la apertura de investigaciones y a la denuncia en la Cámara de Representas al Presidente de la República. Sirvió en bandeja de plata a la coalición y al Presidente, para que los buitres hagan su festín y posibilitó debates impensables hasta ahora en la democracia colombiana.

Los audios revelados por la revista Semana se han constituido en el Watergate de Colombia, un caso jamás visto en la realidad jurídico política del país, que deja en entredicho el Gobierno, la elección del Fiscal por una terna conformada por el Presidente; el trámite de la actual legislatura en la Cámara de representantes y los términos legales para los proyectos en curso.

Este ventilador, que más parece turbina, insinúa demasiado, aunque no deja más que preguntas sin pruebas –aún-, alimenta el fraccionamiento de la política nacional en tiempo de campaña y allana el camino para una derrota en las urnas a los aliados del Gobierno.

Con cada crisis del Gobierno, el presidente Gustavo Petro empieza a perder varias de sus fichas más leales del Gobierno y el Congreso. Fotomontaje El País | Foto: Externos COLPRENSA ©

Los días y semanas por venir auguran una innumerable cadena de trinos, acusaciones, noticias falsas y demás estratagemas para desviar la atención, mientras la verdad huye en medio del alboroto y la polvareda política.

Sin duda, le esperan jornadas extenuantes al Presidente y a su gabinete, remando en contra de la corriente de desprestigio, promesas incumplidas y el sentimiento popular de haber sido defraudados y una amarga lucha de verdades y mentiras por tratar de establecer o recuperar la superioridad moral.

Solo queda la esperanza de que el Presidente, como ya lo hizo una vez en sus cuentas, lo haga en la vida pública, y siga promoviendo el más exhaustivo proceso para desentrañar los hechos en esta pelea de titanes en su gobierno y que el más importante objetivo sea probar que su campaña y su gobierno han actuado con la lealtad debida a sus electores. De lo contrario, “que Dios y la Patria se lo exijan”.