Es explicable que los hinchas del América y del Deportivo Cali estén inconformes por la eliminación de sus equipos y expresen su protesta de manera pacífica.

Lo que es inaceptables es que se haga uso de la amenaza y la violencia contra los jugadores, las directivas o el cuerpo técnico.

El fútbol es ante todo un deporte en el que se gana o se pierde y como tal se deben aceptar sus resultados, respetando a quienes son sus protagonistas.

Y no puede llegarse al absurdo de disparar contra el automóvil de un defensor del deportivo Cali que, por fortuna, resultó ileso junto con su hermano menor.

Como todos sus compañeros y los integrantes del América, Juan Sebastián Quintero es uno entre los miembros de su equipo que ponen sus fuerzas y su interés en representar sus divisas y alcanzar el triunfo que se espera.

Ellos no pueden ser víctimas de la intolerancia o del salvajismo que pone en riesgo sus vidas y su tranquilidad cuando no se alcanzan los resultados esperados.

Por esa vía se están liquidando el deporte, la posibilidad de que lleguen figuras del fútbol a los equipos de la ciudad y la asistencia de familias y personas que quieren presenciar los partidos sin que pertenezcan a las barras.

La frustración de no tener un equipo de Cali en las finales del fútbol colombiano no significa que los violentos y los intolerantes puedan sembrar el terror a nombre de las divisas deportivas.