La guerra entre organizaciones criminales que tienen su centro de operaciones en Tumaco y abarcan buena parte del Pacífico nariñense, continúa dejando un rastro de víctimas.

La más reciente ocurrió en la madrugada del domingo en una discoteca del corregimiento de Llorente, donde cinco personas fueron asesinadas y doce más resultaron heridas cuando hombres armados ingresaron disparando al lugar, en lo que sería un ajuste de cuentas.

Son hechos que llevan a preguntar dónde está el Estado y de qué ha servido el control que se supone se está realizando para combatir a los grupos dedicados a sembrar el terror en esa parte del país.

Lo sucedido deja claro que ahí el narcotráfico, las disidencias de la guerrilla y la delincuencia organizada siguen haciendo lo que quieren y su guerra no admite consideraciones.

La masacre ocurrida el fin de semana no puede quedar impune; así sea un enfrentamiento entre esos grupos criminales, el efecto es aterrador para Tumaco, para Nariño y para todo el país.

Esa es la clave de la violencia que parece tomarse
de nuevo a Colombia, que afecta con saña al Pacífico y se siente en Cali y el Valle.

Frente a ello es necesario exigir que el Estado haga presencia para impedir que se sigan produciendo masacres como la registrada en Tumaco.