Entre decretos incumplidos y anuncios dilatados, así tiene la Administración Municipal a los caleños que demandan la restitución de la estatua de Belalcázar a su sitio original.

Han pasado un año y dos meses desde que el monumento fue tumbado por los indígenas Misak, el 28 de abril de 2021, como preludio a los 60 días que duraron las protestas, los bloqueos y el vandalismo en Cali.

Aunque la estatua se terminó de restaurar en los primeros días de diciembre y fue recibida a fines de ese mes por las autoridades caleñas, la fecha para devolverla a su pedestal es incierta.

De asegurar que se reinstalaría antes de concluir el primer semestre, la Alcaldía ya va en que “no pasará de este año”, aunque no define el día.

Ni el llamado de atención de la Personería Municipal, ni el decreto expedido por el alcalde Jorge Iván Ospina el 1 de abril en el que ordenaba su restitución, ni el clamor de los caleños han servido.

Las excusas se mueven entre la necesidad de llegar a consensos para construir otros monumentos que reflejen la diversidad étnica y cultura de Cali, evitar que se generen nuevas afectaciones “por ser un tema sensible” y la más reciente disculpa fueron las elecciones.

Ya no sucedió en el primer semestre como se prometió y con tantas dilaciones queda la duda si se cumplirá antes de que acabe el 2022.

Que se le hable claro a la ciudad y se dé la fecha definitiva en la que Sebastián de Belalcázar regresará al lugar donde ha estado por 80 años.