En situación confusa que aún es sujeto de investigación, murió Seuxis Pausias Hernández, alias Jesús Santrich. Miembro de las Farc durante décadas en las cuales fue uno de los más notorios voceros y promotores de la violencia en Colombia, el exguerrillero reciclado en una de las disidencias que quedaron después del acuerdo de La Habana fue asesinado en la serranía de Perijá, al lado de Venezuela y a cuatro kilómetros de la frontera con Colombia.

Y no se sabe aún si ese crimen, condenable contra cualquier ser humano, fue cometido por sus rivales de las otras disidencias asentadas en ese país o por mercenarios que pretenden cobrar las jugosas recompensas que ofrecieron nuestro país y los Estados Unidos.

O si fue ejecutado por sus propios compañeros o por integrantes de la dictadura que lo protegió desde el momento en que traicionó el acuerdo de paz, del cual Santrich participó como vocero y negociador de las extintas Farc.

Así culminó la existencia de quien escogió vivir en medio de la violencia y el terrorismo y usaba su facilidad de expresión para amenazar de muerte y sembrar el terror entre los colombianos.

Triste final para alguien que fue acogido en un proceso de paz y siguió delinquiendo, traficando drogas ilícitas y promoviendo la muerte, en lugar de aprovechar el momento para impulsar la reconciliación y para dejar atrás la vida de delincuente que escogió.