Cuando la Alcaldía de Cali permitió que la Calle 10 entre carreras 3 y 4 se convirtiera en un espacio de rumba los fines de semana, la excusa fue ayudar a que los comerciantes golpeados por la pandemia generaran más ingresos.

De paso, así se evitarían las aglomeraciones en espacios cerrados y los riesgos de mayores contagios por el virus.

Lo que era una autorización temporal se volvió permanente, además de un dolor de cabeza para los caleños, sin que la Administración Municipal intervenga.

Los viernes y sábados en las noches es imposible pasar en carro por el lugar, los transeúntes deben desviarse porque se les prohíbe ingresar por esa vía y la tranquilidad del sector se altera.

Ya no solo son las vallas que se ponen “por seguridad” las que impiden el paso; según las denuncias ahora se cobra por entrar a la calle y el precio se dobla si los visitantes son extranjeros.

Las quejas de la ciudadanía son constantes, sin que se den respuestas desde la Secretaría de Seguridad o la Secretaría de Cultura, que dieron su permiso para la rumba callejera.

Los caleños exigen saber por qué se permite el uso del espacio público, que es de todos los ciudadanos, para que unos cuantos le saquen provecho económico.

Y hasta cuándo se extenderá una situación que es irregular y ocasiona tantas incomodidades.