Con el antecedente de los disturbios registrados el miércoles anterior en el Pascual Guerrero, en el partido entre América y Huila, mañana se disputa un nuevo clásico del fútbol en la capital del Valle.

Entonces hay que pedir a los hinchas que se comporten como corresponde y a las autoridades que realicen el control necesario para evitar hechos violentos o actos de vandalismo en la ciudad.

Y es que lo que antes era una fiesta deportiva, sinónimo de diversión y respeto por el rival, se convirtió en batallas campales, motivo de agresiones y en fanatismo intolerante que causa heridos o destrucción.

Ojalá en el estadio del Cali, en Palmaseca, no se repitan sucesos como el que se registró en la tribuna sur del Pascual, donde un hombre agredió con un cuchillo a varias personas.

Ni que ganadores o perdedores la emprendan contra lo que encuentren en el espacio público o se envuelvan en enfrentamientos que puedan provocar tragedias.

Las autoridades deben garantizar la seguridad dentro y fuera del estadio, mientras los equipos deben hacer el llamado a sus seguidores para que se comporten bien.

Si algo llega a suceder, habrá que pensar en qué hacer con el fútbol colombiano, que se convirtió en motivo de conflicto y no de alegrías como debe ser.