Pasado el impacto inicial por el desastre que ocasionó el huracán Iota en el Archipiélago de San Andrés y Providencia, comienza el proceso de reconstrucción que será difícil, largo y se debe hacer con la mayor eficiencia.

Lo primero es reconocer la solidaridad de los colombianos y el compromiso del Gobierno Nacional para ayudar a los damnificados, quienes están sufriendo las consecuencias del devastador fenómeno.

Las ayudas están llegando, hay una gerencia encargada de centrar los recursos y coordinar las labores que se requieren, mientras la población, aunque agobiada por lo sucedido, está empeñada en la recuperación de sus islas.

En Providencia y Santa Catalina, donde la destrucción fue total, se deben concentrar los esfuerzos en cubrir las necesidades esenciales de los lugareños, que las donaciones les lleguen a todos y no se pierdan en los vericuetos de los favoritismos o la politiquería.

Arreglar la infraestructura y restablecer los servicios públicos es lo primordial, mientras se decide cómo se levantarán de nuevo las casas para los 6000 habitantes de las dos islas más afectadas, de común acuerdo con los raizales, sin desconocer sus arraigos y su cultura.

Para ello se debe ejercer una veeduría estricta de los recursos, tanto públicos como privados, y garantizar la transparencia en su manejo.

En medio del desastre, el Archipiélago de San Andrés y Providencia tiene la oportunidad de reconstruirse pensando en su progreso y en el mejor estar de su población.