El atentado que destruyó la alcaldía de Argelia, Cauca, es un acto cobarde, con el que nada ganan sus autores fuera de sembrar miedo y ganarse el rechazo mundial.
El carro bomba que explotó el domingo en la noche también fue la demostración de la violencia que desde hace años asedia a una región invadida por los cultivos ilícitos y afectada por la guerra de los grupos que se disputan el control del narcotráfico.
Por eso, a los autores materiales e intelectuales de la explosión no les importó el daño que le causaron a los vecinos de la alcaldía.
Argelia, como sucede con otros municipios del Cauca, pretende ser sometido por el narcotráfico que busca apoderarse del departamento.
Es lo que ha provocado que los concejales tengan que huir de su localidad y deban despachar desde Popayán debido a las amenazas y los atentados.
Además de expresar solidaridad con los habitantes de Argelia, el Estado tiene que estar en ese municipio para garantizar la tranquilidad y seguridad de sus habitantes.
Como lo han hecho los policías y soldados que durante años han combatido a los criminales que abundan en la región, las Instituciones deben hacer presencia para rescatar la vigencia de la Ley en ese territorio.
A los argelinos hay que liberarlos de ese enemigo letal que es el narcotráfico y del terror al que recurre para someterlos a sus dictados.