Hay una expresión de esas nuevas que repiten en todas partes que es “ya cumplió su ciclo” y se refiere a lo que cantan en los entierros con el otro estribillo de “nadie es eterno en el mundo”.

Como ahora nada dura, desde los afectos, los trabajos y los amores hasta los televisores, las neveras, los relojes y los vehículos, ello se justifica diciendo que ya cumplieron su ciclo.

Se acaban noviazgos de esos que creíamos que iban a terminar en el altar con la justificación de que esas parejas ya habían cumplido su ciclo.

Igual sucede con aquellos matrimonios que uno pensaba que durarían hasta que la muerte los separara y no: también ya cumplieron su ciclo y cada cual tomó rumbos distintos.

Los recién graduados, por ejemplo, se consiguen unos puestazos y ni bien han cumplido el periodo de prueba cuando de la noche a la mañana se van para otro lado argumentando que en ese lugar ya cumplieron su ciclo.

Y ni hablar de las cosas materiales: si se daña el celular por alguna razón simple, ya no se arregla: hay que cambiarlo porque ya cumplió su ciclo.

En mi casa paterna hubo un calentador Westinghouse que duró como medio siglo sin dejar de ejercer sus calenturas y el ‘negro’ Mancilla iba de cuando en vez para arreglarlo y jamás se pensó en reemplazarlo por uno nuevo.

En cambio, en estos días el calentador de mi apartamento que es digitalizado se sublevó y hubo que llamar no a un técnico sino a un ingeniero que dictaminó que, pese a que no tenía más de un año, que no se podía arreglar, había que botarlo y cambiarlo por uno con más tecnología porque ya había cumplido su ciclo.

Los carros que antes duraban para toda la vida: el Mercury del Tío Rafa, eterno. La ‘violetera’ de los Garcés, eterna. El Nash de Don Pedro Vallejo, inacabable. Duraron los años de Matusalén.

Los talleres de Don Mario Rizzeto, de Peter Niessen, de Gregorio Orjuela reparaban y cambiaban piezas con una maestría digna de los Pits de don Enzo Ferrari.

Pero ahora a esas chatarras chinas se les daña cualquier bobada y ante los presupuestos exorbitantes -si es que los pasan- la recomendación es cambiar el infeliz pichirilo y casi que chatarrizarlo porque ya cumplió su ciclo.

Me decía mi amigo Tachuela -valiente apodo- que a eso le llaman “obsolescencia programada” porque todo ahora tiene fecha de vencimiento y que ya las cosas para toda la vida no existen y repito, nadie -ni nada- es eterno en el mundo y ahora hay que vivir de estreno permanentemente.

Por ejemplo y aquí entre nos, me estoy preguntando si yo también ya cumplí mi ciclo y mejor me dedico a consolar paisajes, sembrar nubes, fabricar estuches para escaleras o tapas para volcanes.

***

Posdata. Un acucioso lector me comenta que una botella de vino que compró en Madrid en un modesto supermercado por 35 mil pesos colombianos, por la misma botella con igual referencia le cobraron 230 mil aquí en Cali.

***

Posdata 2. Nos unimos o nos hundimos.

***

Posdata 3. Yo hablo bien de Cali. ¡Hazlo tú también!