No es una alerta cualquiera. Hablo de la revisión científica a cargo de los expertos que conforman El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de la ONU, cuyos resultados nos ponen frente a una incontrastable realidad: este es el peor momento de salud del planeta, tal y como lo conocemos.

Abundan los síntomas de ese agravamiento. Porque, quizás como nunca antes, tantos fenómenos meteorológicos extremos habían coincidido en lugares tan diversos. En un tiempo corto, no más de tres meses, hemos visto arder inmensas extensiones de bosques en Grecia, Turquía, España y Estados Unidos (California). También sucede en otro punto distante, Argelia, con más de 70 personas fallecidas como consecuencia de los incendios, todos ellos ligados a esta ola de calor que ha puesto a hervir termómetros a 47 grados en Europa (por ejemplo en Córdoba, España, este fin de semana pasado), o los inéditos 30 grados de Siberia.

Igual, si por allá quema, hay donde no escampa, con inundaciones inesperadas. Sucede en China, Japón y Alemania, e incluso en Turquía, a la que le caen las dos pestes al tiempo. La lista de damnificados es más larga, pero dejemos ahí.

No somos ajenos a ese sombrío paisaje. Por el contrario, son enormes los riesgos que corremos como la potencia (cada vez menos) en riqueza natural que somos. Ahí está como testimonio el reciente informe especial de Caracol Noticias sobre la miserable forma como la superficie de un antiguo paraíso, el departamento del Guaviare, se está quedando calva, fruto de la deforestación, tal cual la pinta el autor de ese trabajo de investigación, el periodista Juan David Laverde.

¿Y por cuenta de quién? Antes que nada, del desgreño estatal con el que desde siempre se ha manejado un asunto que pasa tanto por la defensa del medio ambiente como de la seguridad nacional, pero que por esa misma desidia, gobierno tras gobierno, está ahora en manos de diversas mafias - unas a la sombra, otras no tanto - fanáticas del saqueo y de un juego que les fascina, el del todo por la plata.

¿Qué dice el Gobierno actual? Que está actuando y que lo va a seguir haciendo. La ley que endurece las penas para los delitos ambientales es un paso en el sentido correcto. Pero, ¿saldrán a correr esas mismas mafias frente a una nueva legislación? No sé si tan poco como le corren otras estructuras criminales a la autoridad en esta tierra de tantos códigos y, al mismo tiempo, de tanta impunidad. Mejor para todos si aquí viene lo que debe pasar, que no pasen de agache los autores de tanta destrucción y enriquecimiento ilícito.

Ha dicho también el titular de la cartera de Ambiente y Desarrollo Sostenible, Carlos Eduardo Correa Escaf, que dentro de los planes a futuro está el de acabar con la deforestación en 2030. Eso me trajo a la memoria la frase del entonces ministro del Interior y de Justicia Fernando Londoño Hoyos, cuando vaticinó en 2003 que en ese mismo año no quedaría ni una mata de coca en Colombia.

Más que anuncios para satisfacer a la galería, ministro Correa, se trata es de poner en marcha tareas que, a la vez que golpean a esas estructuras al margen de la ley, cierren el paso a todo tipo de prácticas insanas que se volvieron costumbre en esas regiones. En definitiva, cuidar de lo que queda y buscar el reflorecimiento de eso que tanto tiempo le llevó construir a la vida. Allí no debe haber más que eso, vida.

Un asunto como este de tanta trascendencia debería ser objeto del más amplio debate nacional en el seno de la contienda electoral que se avecina, tanto para la Presidencia de la República como para el Congreso. Los colombianos debemos entrar a formar parte de esa toma de decisiones. Hay que exigir a los candidatos claridad y compromiso en lo ambiental. Hoy, cada uno de tres habitantes de la tierra ya ha sentido de manera directa los efectos del cambio climático. Pronto seremos uno de cada dos, incluido usted, lector e incluido usted, señor candidato(a).

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