Como a más gente, no me gustó el relajo que primó en la instalación del Congreso. Con mayor exactitud, la montonera. Una cosa muy diferente a la simple y merecida descalificación del actual gobierno.
Además, con un efecto negativo para quienes promovieron esa discutible forma de protesta. Porque, así como lo que había que decir era cierto, justo y necesario, pasadas las horas queda claro que se equivocaron de procedimiento con semejante bochinche.
Bochinche que se convirtió en protagonista del día, mientras lo sustantivo pasaba de puntillas. Así fue como Iván Duque se marchó del lugar más convertido en víctima que en responsable de las tantas irresponsabilidades de las que fue autor a lo largo de estos lamentables cuatro años.
Algo así, tipo mitin, es más digno de plaza pública que de un espacio hecho por excelencia para el debate.
Termina uno echando de menos las célebres zambras, donde el enfrentamiento sobre el espíritu de un proyecto de ley lindaba el choque personal. Luego, las aguas volvían a su cauce y todo quedaba en anécdota.
Alguien puede anotar aquí que zambra fue lo del infausto 8 de septiembre de 1950, cuando los disparos de las armas de fuego se antepusieron a las voces discordantes en la Cámara de Representantes. Allí murió Gustavo Jiménez y quedó con heridas graves Jorge Soto del Corral. No, eso no fue una zambra, eso fue un crimen, de los tantos de la época aún por aclarar y juzgar.
Volvamos al presente. Ahora lo que debe venir, tras pasar esta página del 20 de julio, es lo que decía arriba: discusión amplia y abierta. Hay muchos temas en la agenda de este país en sala de urgencias. País muy diferente al que pretendió pintar el insólito discurso presidencial de salida y, tal cual quedó claro, de huida.
Y a ver si entre las necesidades de cambio estructurales incluimos, como sociedad, la de no temer al debate. Porque aquello que colgaba en las paredes de un café de Tuluá en los 50: “Prohibido hablar de religión y política”, no puede seguir siendo una máxima de estos tiempos. Solo en el disenso, y en el pleno derecho a hacer uso de él, radica el sustento de la democracia.
Así que bienvenidas las propuestas, hechas con ideas que cuenten con los suficientes argumentos para prosperar. Puestas en consideración para ser debatidas con respeto. Lo que no significa que la vehemencia y el ardor se queden por puertas.
Eso es lo que uno ve en los hemiciclos de Reino Unido, Francia o España. Órganos vivos en los que se caldean opiniones sin que eso implique acallar a quienes tienen el mínimo derecho a pronunciarse.
Bastante falta que le hace a este país dejar hablar al otro. Nos preciamos de ser más educados que muchos pueblos. En parte alguna se dan más gracias y saludos que en Colombia. Sin embargo, a la par de tan engañosa cortesía, la violencia cabalga a placer por valles y montañas.
El Congreso de la República como esencia de la voluntad popular, debe ser eso: debate permanente, sin demonizar al adversario. Y sin caer en eso otro tan nuestro: guardar rencores para cobrarlos algún día.
Congresistas: lo mejor para ustedes en este periodo. Mucho trabajo y bastantes diferencias. Ah, y menos pupitreadas, ausentismos y mermelada.
Sobrero: Claro que sí: impuestos y lupa gigante a bebidas azucaradas y a todo tipo de comida chatarra. Pero el primer retén debe estar a la hora de hacer mercado. Digo, si de verdad nos interesa nuestra salud y especialmente la de los más chicos.