La lista de incumplimiento de obras prometidas a caleños y vallecaucanos está tan larga como la de los contratos irregulares en los que estaría involucrada la actual administración local.

Y como siempre, los contribuyentes somos los paganinis, por un lado de lo que se embolsillan los corruptos y por el otro de lo que se desembolsa por los sobrecostos que generan los retrasos.

No es nada nuevo, ni la culpa se les puede echar en exclusiva a los actuales gobernantes, pero ellos sí tienen qué responder por su falta de gestión para solucionar los males heredados, además de asumir la responsabilidad por lo que les toca de manera directa.

Este diario publicó el domingo un informe sobre proyectos que se incluyeron en el Plan de Desarrollo de Cali 2020–2023 pero nunca se ejecutaron ni se aforaron los recursos, más los que en teoría siguen adelante aunque a la fecha estén sin adjudicar, o los que ya tienen contratista pero nada que arrancan.

Estas palabras del nuevo director de Planeación de Cali, Ricardo Castro Iragorri, quien remplazó a Roy ‘junior’ Barreras, se pueden aplicar a cada una de esas obras, pónganle el mes o el año que quieran, cambien el nombre del funcionario y de la dependencia responsable, y verán que son repetitivas: “Estamos terminando mesas técnicas y nuestros diseños están muy avanzados. Esperamos tener todo listo en enero para dar paso a las obras...”.

Así vamos con la peatonalización de la Carrera 34 en el barrio San Fernando, con el Bulevar de San Antonio que conectaría con el del Río, con el Parque Tecnológico de San Fernando, con el Ecoparque Corazón de Pance, con la remodelación de la Avenida Sexta o con los 80 kilómetros del sistema de bicicarriles que se harían este año.

Las excusas para que a trece meses de terminar el actual gobierno de Jorge Iván Ospina la ejecución del Plan de Desarrollo apenas esté en un 49,1%, según datos de la Unidad de Acción Vallecaucana, comienzan y terminan en la pandemia por el Covid-19 y en el paro de dos meses en la ciudad.

No hay dudas de que esos dos eventos influyeron, retrasaron y obligaron a desviar recursos económicos para atender lo urgente, pero no se puede negar que aquí ha faltado planeación, organización, voluntad y priorización de las necesidades de la ciudad. ¡Tan fácil que es prometer y prometer para quedar bien, o desviar la atención para que no se note mucho la ineficiencia o ganar tiempo para hacer las maturrangas!

En fin, a la lista que publicó El País hay que sumarle otras, que no todas porque el espacio no da para tanto.

¿Qué pasó por ejemplo con el ‘búnker’ de la Fiscalía? El contrato se adjudicó en noviembre de 2021, pero le han dado tantas largas que ya pocos creen que la construcción comience “a más tardar” a mediados del 2023 y se entregue seis meses después. Son 14 años de espera, desde que en el 2008 se le prometió a Cali una “moderna sede” para albergar a los funcionarios del ente investigador, y a la fecha solo hay una piedra, la que con tanto bombo puso en el 2020 el fiscal Francisco Barbosa.

De la reparación de la malla vial se acuerdan los caleños a diario, cada que se meten en un hueco de los miles que abundan en las calles de sus barrios, en las avenidas principales o en las autopistas de alta velocidad. Pero la plata no alcanza ni rinde para eso, aunque sí hay $14.500 millones para poner bonitos los separadores viales. Habrase visto tamaña incongruencia.

Y como cereza de ese pastel está el puente de Juanchito. Este fin de semana nos avisaron que las obras se retrasarán otro mes -hasta agosto del 2023-, ahora por culpa del río Cauca que se desbordó en el sector. Estamos esperando la próxima excusa, porque nadie entiende cómo esa obra lleva ocho años en construcción, el presupuesto inicial era de $$27.847 millones, ya va en $57.000 millones y el último contratista pide $15.000 millones más porque los materiales se han encarecido.

Lo más triste, y grave, es que caleños y vallecaucanos nos seguimos tragando esos sapos calladitos, protestando para adentro y sin hacer nada al respecto. Por eso los corruptos, ineficientes e incumplidos, nos siguen metiendo los dedos a la boca.