La frase es buenísima: “Hasta nos podemos enamorar del doctor Petro, si el hombre hace las cosas bien”, me lo dice un prestigioso empresario caleño y cuando le pregunto qué es hacer “las cosas bien”, suelta la lista. Ya se las doy. Antes, recalco que en muchas de las conversaciones que he tenido en la reciente semana, en Cali y otros lugares, la misma lista sale a relucir. A Petro la historia le está dando la oportunidad de su vida y, ojalá, ni él ni los que dudan de él, se equivoquen.
Hacer las cosas bien es tener sentido común -me dice el empresario.
Adhiero y amplío:
Primero, que su manejo macroeconómico sea acertado, ortodoxo. Realmente, a una semana de su triunfo ya deberíamos tener el nombre del ministro de Hacienda y de su equipo. El país espera y ni el dólar ni el sector petrolero dan tregua.
Segundo, que los ganadores no se crean el cuento: Colombia es dificilísima. Hay que mantener acuerdos, pero hay que preservar las libertades y la trascendencia de la oposición. Sabemos que una democracia necesita voces diversas, opiniones encontradas. ¿Por qué, de repente, parecieran todos montados en el mismo barco?
Es urgente el nombramiento de un Mindefensa que incremente la credibilidad y la moral de las Fuerzas Militares.
La negociación con el ELN es clave, pero no debe volverse un circo mediático les dé un estatus del que ya no gozan. Y pensar en darle alguna dignidad a las disidencias que le fallaron a los acuerdos de paz es vergonzoso.
La lista es larga. La clave está en la constitución del 91; en preservar las libertades suyas y mías; en lo que ya sabemos que se debe hacer y lo que no.
Colombia tiene mucho que aprender y a Gustavo Petro -tan recorrido, tan terco, tan determinante, con tanta experiencia- le llegó el momento de demostrar que sabe sobre todo ser presidente.
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