Del presidente Gustavo Petro podrán decirse muchas cosas, incluso las peores, pero es un hecho que su llegada al poder y su obra de gobierno marcan un antes y un después en la vida de este complejo país.
Según se encuentren en una u otra orilla política o ideológica, los colombianos bien podrían decir que es el gran personaje (o ‘antipersonaje’) no solo de este año 2025 que termina, sino de todo este último tiempo. Con la valoración de la gestión del presidente no hay medias tintas, como dice el refranero popular: se es héroe o se es villano.
Hay una larga lista de asuntos que son fuente de irritación, burla, frustración, enojo, incluso temor entre muchos colombianos con este primer gobierno de izquierda que llegó al poder en Colombia y que ya está en el comienzo de su ocaso y del que repito, podrán decirse muchas cosas, menos que haya sido intrascendente.
En mi opinión, con sus más y sus menos (otros dirían, para bien y para mal), el ‘petrismo’ y el proyecto político del llamado ‘Pacto Histórico’, llegaron para quedarse en la escena política colombiana, en las grandes discusiones y confrontaciones sobre el tipo de sociedad que necesitamos asumir como nación y obviamente en las disputas por el poder político, ya sea gobernando o en la oposición.
Muchos no terminan de entender ni el momento del país ni las apuestas para ser un ‘gobierno del cambio’ como se lo propuso Gustavo Petro. Pensaron que los empeños por grandes reformas con las que se eligió Petro, serían más bien cosméticas o superficiales, de esas en las que todo cambia para que al final todo siga igual y que agotadas las posibilidades de encontrar acuerdos para su implementación, el presidente no se iba a emplear a fondo en intentar sacarlas de otra forma, tensionando la mayoría de las veces las relaciones, especialmente con lo que se llama ‘el establecimiento’, tradicionalmente poco dispuesto a cambios y transformaciones y más bien proclive a mantener el “statu quo” y los privilegios.
Pero lo más inquietante resulta ser que, con independencia de cómo tramitar esos grandes cambios y reformas (para lo cual estoy de acuerdo en que las formas si importan, y mucho), para algunos sectores estas transformaciones o no se requieren o son solo consignas populistas o revolucionarias que hay que detener o contrarrestar, sin darse cuenta o querer asumir que tras décadas de exclusión, desigualdad, violencia y una democracia bastante precaria (más allá de lo solo electoral), Colombia sigue requiriendo avanzar por un camino de reformas, en todo caso siempre democráticas y si es por vía de los consensos y de los acuerdos, pues mucho mejor.
Se equivoca en materia grave la oposición política que se postula como opción de poder para 2026 pensando que es suficiente enarbolar las banderas del antipetrismo, obviando enunciar con propuestas concretas y de manera creíble, cómo llevar a Colombia hacia una democracia más ancha y profunda para superar especialmente las desigualdades y superar la violencia.
Recuerdo muy bien la difícil entrevista que el periodista Daniel Coronel intentó hacerle al presidente Gustavo Petro en medio de la crisis con el gobierno de Donald Trump, y no olvido en particular la respuesta a la pregunta de siempre: ¿cómo quiere ser recordado? A lo que nuestro presidente respondió rápidamente y con mucha certeza: como un presidente inolvidable.
Sin duda, Gustavo Petro, por muy variadas y antagónicas razones, será un presidente muy recordado. Pero más allá de esa respuesta, que puede ser tomada como de una enorme vanidad, creo que hay una declaración de honestidad que trasciende a la persona y está ligada a una íntima convicción por lograr una sociedad más justa e incluyente.
Concuerdo con la idea de grandes cambios y transformaciones y la necesidad de una democracia más ancha, profunda, soberana y decididamente pacífica y reitero, si nace de acuerdos, mucho mejor. Y sea quien llegue al poder en 2026, creo que lo que realmente deber ser “inolvidable” es la necesidad de convenir colectivamente los términos de una visión compartida de nación.
En acordar ese destino común están las claves de salvación o desastre para la Colombia del futuro.