Vivimos en un mundo de grandes turbulencias, con perspectivas de guerras devastadoras. Los observadores más sabios advierten sobre los peligros. “Cada hora cuenta”. dice Bernard Henri Levy (BHL) el filósofo (e historiador, cineasta, literato...) francés que se toma el trabajo de viajar a los sitios que estudia para testimoniar en directo. “If you don’t go,you don’t know” (si no vas, no sabes) es su lema. En su última película, ‘Slava Ukraini’ sobre la guerra en Ucrania, se muestra pesimista. Dice: “En Ucrania tuve el sentimiento de que el mundo que conocí y deseé para mis hijos, puede colapsar”. Por lo tanto, la derrota del sanguinario dictador Vladimir Putin debe ser total. Y muy clara porque padece de una ceguera ideológica que solo retrocederá por la fuerza. Con Putin nada de concesiones ni de negociaciones. Se juega la vida misma de la libertad que une Europa y Estados Unidos y que pretendemos legar a nuestros hijos.

Otro confiable observador de lo que acontece -y también cuenta con el privilegio de poder desplazarse para testimoniar en directo- es el columnista Thomas Freidman del New York Times; Él también ve con alarma el futuro de un mundo plagado por las violencias y desde sus columnas lanza sus advertencias. En resumen, son tres que toca atender con urgencia.

La primera advertencia concuerda con BHL sobre la obligación de Ucrania de ganar la guerra contra Putin y por qué Occidente debe ayudar con todo para lograrlo. De lo contrario los valores democráticos corren peligro.

Segunda advertencia: según Friedman en Israel los religiosos amenazan con convertir al país en una autocracia parecida a la Hungría de Viktor Orban y toca frenarlos. Reconoce que Israel realizó el milagro de crear un país democrático y de avanzada tecnología en un océano de dictaduras y oscurantismos; y que el milagro debe prevalecer y seguir inspirando. De lo contrario toda la región del Medio Oriente cambiará e Israel desaparecerá,

Tercera advertencia: Donald Trump no puede volver a la Casa Blanca porque cometió delitos imperdonables. Su vuelta significaría que sus acusaciones infundadas de fraude electoral y sus llamados a asaltar el edificio sagrado del Capitolio fueron perdonados. Y sería sumamente grave. Por eso (y siempre según Friedman) Joe Biden debe ganar las elecciones del 2024, cueste lo que cueste, para terminar de sacar el veneno que Trump le inoculó a la política divisiva que fue suya cuando fue presidente.

Ahora bien y pensando en nuestra Colombia querida, nosotros también tenemos serios desafíos qué enfrentar, con un gobierno que hasta ahora y con casi un año en ejercicio no muestra sus verdaderas intenciones. Gustavo Petro prometió cambio en su campaña electoral y lo aceptamos porque los cambios son siempre bienvenidos para ajustar, corregir, confortar y progresar. Pero hasta ahora no sabemos de qué cambios su gobierno nos habla. ¿Sí son los indicados para dejar a nuestros hijos el país con leyes justas y pacificadoras, dentro del marco de la democracia que bien que mal perdura valerosamente desde los años 50? ¿O de un cambio a la cubana o a la venezolana que son pruebas flagrantes del horrible fracaso de una ideología mandada a recoger?

Al respecto el Presidente sostiene un discurso ambiguo que se contradice y nos mantiene en la duda. Y sin saber en qué país vivimos y cuál es el país que su gobierno dejaría a nuestros hijos. Nada está claro, en un limbo.