La muerte del poeta y gestor cultural Giovanny Gómez, hace ya algunos días, me dejó el ánimo por los suelos. ¿Cómo puede morir alguien tan joven y lleno de vitalidad, una persona tan luchadora y soñadora, que llevó adelante proyectos que parecían irrealizables y enloquecidos? ¿No estaba vacunado? ¿Qué comorbilidades tenía para que, en tan sólo 20 días, cumpliera el ciclo completo de contagio, enfermedad y muerte?

Este tenebroso covid, realmente, nos puso en jaque; del mundo literario se llevó al novelista chileno Luis Sepúlveda el año pasado, una increíble mala suerte por ser uno de los primeros casos, y ahora Giovanny con peor suerte aún, pues se enfermó cuando la vacunación en Colombia avanzaba y su muerte coincidió con el decrecimiento de los contagios.

Lo conocí hace más o menos 15 años, en París, en una velada con William Ospina y otros amigos. Era un joven poeta apreciado por los poetas consagrados, y ocupaba su lugar en medio de ellos con gran discreción. Era de Bogotá, pero vivía en Pereira, y siempre aparecía en los lugares en donde se celebraba la poesía, fuera en México, Madrid o Buenos Aires.
Por eso, con los años, se fue volviendo una cara amiga, buen compañero de charlas literarias y vinos.

Hasta que, a punta de obstinación, logró abrir en Pereira un espacio para la cultura en una ciudad con poquísimas librerías: una de libros nuevos en un centro comercial y un par muy nutridas y buenas de segunda mano. ¡Pero nada más! Primero logró que la Cámara de Comercio de Pereira le financiará un Cine Club, algo asombroso, e hizo crecer el festival de poesía Luna de Locos, donde reunió a poetas consagrados y dio a conocer nuevas voces regionales. Sobre estas dos ideas empezó a fraguar su proyecto más ambicioso, que fue el de la Feria del Libro del Eje Cafetero.

Giovanny no se arredraba ante nada y podía estarse horas al teléfono y escribir centenares de mails. No paraba hasta lograr que tal institución le pagara un pasaje o dos, o que tal otra le financiara los hoteles. Entró en contacto con embajadas y con la Cooperación Española, que poco a poco fueron creyendo en su proyecto y cada vez lo apoyaron más.

Desde que volví a Colombia en 2015, hacia abril más o menos, Giovanny me empezaba a llamar para contarme sus planes y con frecuencia me pedía contactos de escritores a los que pensaba invitar. Tuve la alegría de acompañarlo en todas sus ferias desde ese 2015 y ver su impresionante ascenso. Al principio era en las salas de la Cámara de Comercio, luego en la biblioteca pública y finalmente, la última que hizo, en un enorme centro de convenciones, ya con muchos patrocinadores e invitados nacionales e internacionales.

Por eso, ya fuera de programa, las cenas en el Hotel Sonesta se convirtieron en una cita espléndida, con muchos amigos del mundo de las letras. Ahí estaban Guillermo Arriaga y Mario Mendoza, Sergio Cabrera y José Manuel Fajardo, Héctor Abad y Piedad Bonnet, Claudia Morales y Vladdo, William Ospina y Mauricio Silva, Jorge Volpi, en fin, Giovanny era un buen y generoso anfitrión, siempre pendiente de las necesidades de sus invitados. Conocí poco su poesía, debo ser sincero, pero supe que era su más grande pasión. Logró que el Eje Cafetero, su tierra de asilo, se convirtiera en un espacio de encuentro literario, y esto no es poco. Mi gratitud eterna y un abrazo, querido Giovanny.
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