En las conversaciones semanales de nuestra red virtual, ese círculo de amigas que soñamos y debatimos la Economía Matriarcal del Regalo, esta vez la inquietud flotaba como un humo espeso. La gran pregunta era si Donald Trump, en su interminable opereta de poder y egolatría, intenta cubrir con una cortina de humo el oscuro expediente de Jeffrey Epstein. Ese hombre, acusado de múltiples delitos sexuales, que un día apareció ‘suicidado’ en su celda. Y que, según tantas voces, compartía secretos y amistades peligrosas con el propio Trump.
Lo inquietante es que, como si la tragicomedia necesitara un nuevo acto, Trump salió este martes con un anuncio escalofriante: bajo sus órdenes, dijo, la marina estadounidense había matado a “11 terroristas del Tren de Aragua” en una lancha que venía de Venezuela cargada de drogas. En el teatro del poder, la muerte siempre parece ser un recurso narrativo. Pero once vidas humanas no pueden ser argumento de campaña ni moneda de distracción. El derecho internacional lo recuerda: ningún país, sin guerra declarada, puede atacar un barco si no es en legítima defensa. Tampoco puede ordenar bombardeos sin el permiso del Congreso. Y, sin embargo, ahí queda la fanfarronada, el espectáculo del macho alfa que necesita probar fuerza para ocultar sus sombras.
Del otro lado del escenario, Maduro, con su tono burlón, respondió que todo era un invento del vicepresidente J.D. Vance, y hasta sugirió que el video era un montaje de inteligencia artificial. La BBC investigó con cuidado, pero incluso allí queda la duda: ¿hubo bombardeo o se trata de otra pirueta de Trump para apartar las miradas del caso Epstein?
Ese mismo día se reunía la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) en la ciudad de Tianjin. Veinte mandatarios de Asia, algunos de África, todos hombres, Cuba como único invitado de América y Eslovaquia como la excepción europea. Ni una sola mujer en la foto oficial. Para el desfile militar que presentó Xi Jinping en conmemoración de los 80 años de la terminación de la Segunda Guerra Mundial, nos recuerda la prensa china las armas bajo la custodia de los hombres, mientras las esposas, silenciosas, caminaban al lado de ellos. El gobierno de Xi Jinping no tiene mujeres en sus altas esferas. Retroceso. Invisibilidad. Borrado de las voces femeninas que alguna vez creyeron abrirse paso en esa nación.
Y Gaza se desangra en un genocidio reproductivo: exterminio sistemático de las mujeres que dan vida. Ucrania continúa atrapada en una guerra diseñada por machos.
¿Y nosotras? ¿Dónde quedamos? Seguimos en minoría como gobernantes, apenas escuchadas como ciudadanas. Carol Gilligan lo advirtió: en la diferencia de la voz femenina se sostiene la ética del cuidado, ese hilo invisible que une relación y responsabilidad. Cuando esa voz se ignora, la agresión florece. Cuando se escucha a las mujeres, cambia la psicología y se transforma la historia. ¡Qué miedo! El tiempo se nos agota y el reloj parece andar hacia atrás.