Sobre las ocho propuestas, sintetizadas en los siguientes párrafos, se ha escrito repetidamente en esta columna, pero inútilmente, por lo que es necesario y responsable insistir en ellas, lo que por lo demás permite imaginarse gratamente cómo sería Cali mucho más segura, funcional y agradable con ellas, y, por ejemplo, poder disfrutar de sus muchos bellos árboles que ahora muchos no logran mirar.
Hacer andenes seguros, amplios, continuos, regulares y debidamente arborizados, cuya construcción, mantenimiento y cambios necesarios, esté a cargo exclusivamente del Municipio, y no de los propietarios de los lotes o edificaciones vecinas; lo que generaría empleo y no implica inversiones millonarias en grandes proyectos que además no se concluyen o que ni siquiera se inician, pero sí se cobran.
Prohibir los estacionamientos en todos los extremos de todas las vías, y totalmente a lo largo de los costados de las calles de solo dos carriles, y lo mismo en todas las avenidas, en las que solo se podrá parar para dejar o recoger pasajeros o mercancías; y obligar la construcción de parqueaderos públicos, en lotes y en las nuevas edificaciones, en las áreas de comercio que no dispongan de ellos.
Permitir únicamente aquellos usos del suelo que no molesten a sus vecinos con ruido ajeno, ya sea alto o bajo, estacionamiento aleatorio de visitantes invasivos, e irrespeto de la privacidad de las viviendas, especialmente en los barrios primordialmente residenciales, como es el preocupante caso de todos los barrios del Centro Histórico de la ciudad, especialmente en San Antonio y San Cayetano.
Reglamentar la ocupación del suelo y del espacio de los lotes de cada calle, de acuerdo con las de las edificaciones ya existentes a su alrededor, evitando así la proliferación de feas culatas y ‘torres’ invasivas. Y prohibir integrar lotes existentes adyacentes, para realizar nuevas edificaciones, el doble de grandes que las del entorno, salvo en algunos casos especiales y para edificios públicos.
Exigir la reutilización, lo más posible, de lo ya construido en cada sitio, en lugar de demoler innecesariamente todo lo existente en él, y además creando escombros, y considerar que es más económico para los inversores. Y que sería lo más conveniente para conservar la imagen de la ciudad, mejorándola si es del caso, pero no transformándola del todo en meros retazos ajenos e inconexos.
Desmontaje de todas las invasivas vallas aéreas de propaganda en la ciudad, las que podrían estar concentradas por grupos únicamente en algunos sitios a las entradas a la misma, pagando el derecho al uso del espacio urbano público, y no permitir nuevas. Además, prohibir también todos los avisos invasivos existentes en muchas calles; y regularizar su tamaño y ubicación, como ya se ha hecho en San Antonio.
Control oportuno y efectivo de la ciudad, en tanto artefacto, del comportamiento de sus habitantes en ella, y de sus diversas actividades, por parte de las Autoridades Municipales. Se trata del respeto a las normas urbano-arquitectónicas en las edificaciones, y de la señalización y demarcación en las vías, por parte de conductores de motos y carros, y por supuesto también por parte de los peatones.
Finalmente, urge educación cívica para todos; lograr que en Cali se entienda que la ciudad es el artefacto, junto con sus habitantes y sus actividades, y que estos tres aspectos están siempre interrelacionados entre sí, comenzando por estas pocas propuestas, a las que no se les han parado bolas.