“Yo confieso ante Dios Todopoderoso que he pecado, por mi gran culpa”.

A mí desde niño me enseñaron esa oración y desde entonces he sentido culpa de muchas cosas que me han hecho tener miedo.

Lo que nunca he podido entender es por qué un Dios todopoderoso y misericordioso me vigila para ver dónde la embarro y así yo convertirme en culpable… o será más bien una interpretación hecha por humanos que no corresponde a lo que ahora entiendo, que Dios es amor y está lejos de ser un Dios castigador.

La palabra original en arameo ‘Khata’ que significa pecado, es cuando un arquero fallaba en el blanco; tenía que volver a disparar. Es diferente a que si fallamos en algo, es responsabilidad de cada quien, y podemos volver a intentar, pero no vamos a ser castigados por eso, ni se nos van a llevar las cuentas apuntadas para un juicio.

Hago referencia a esto porque he estado investigando un poco del significado escrito en la Biblia en su idioma original y distinto de las traducciones que hoy conocemos.

Para empezar, los evangelios que relatan la vida y los mensajes de Jesús fueron escritos mucho después de su partida, de treinta a noventa años después, lo que quiere decir que durante esos años fueron relatos orales que después fueron puestos por escrito.

Pero no solo el cristianismo se basa en la culpa y el pecado como ejes centrales de las distintas iglesias que lo componen, sino que también está el Karma en el hinduismo, que enseña que tenemos que pagar por nuestros ‘pecados’ seguramente en otras vidas.

Lo que cada ser humano escoge en qué creer, lo respeto; yo por mi parte, creo que la Divinidad está dentro de cada uno y que somos responsables de nuestros actos con nosotros mismos y con otros humanos, también con todos los otros seres que comparten este bello planeta con nosotros.

La verdadera espiritualidad nace del corazón de cada uno, basado en el respeto, la tolerancia, la compasión y el amor, lejos de los dogmas y doctrinas basadas en la culpa de las religiones. “Ama a tu prójimo como a ti mismo”, allí está resumido todo, y yo le agregaría: ama la flora y la fauna como a ti mismo, allá en los bosques, las montañas, los mares y los ríos donde está la divinidad.

Desde el enfoque de la neurociencia, la culpa surge cuando comprendemos que hemos transgredido normas, valores o acuerdos dentro de nuestros vínculos, clan o grupo social. La culpa puede estar determinada también por nuestras creencias, valores familiares y la estructura religiosa o moral en la que nos desarrollamos.

La culpa regularmente se confunde o entreteje con la vergüenza, nos activa la vulnerabilidad, deseo de aislamiento y, cuando la emoción es prolongada o excesiva, puede ser la puerta a otros trastornos como obsesivo compulsivo o depresión, ansiedad y en el extremo contrario, o sea cuando no hay capacidad de sentir culpa se desarrollan patologías sociopáticas,

Con ayuda psicoterapéutica es posible transformar, resignificar y desarrollar estrategias de reparación, perdón y continua evaluación consciente de nuestras acciones, como meditación y atención plena, el ejercicio físico y puntualmente aprender a enmendar errores, disculparse y compensar el daño a través de acuerdos y su puesta en acción.