El año de Petro ha sido muy malo, pero no tan grave como imaginé.

Para empezar, porque las instituciones han funcionado. No es poca cosa. El sistema judicial ha operado con independencia. El Consejo de Estado suspendió el decreto con el que el Presidente pretendía definir las tareas de energía; la Corte Suprema corrigió a Petro y le recordó que el Fiscal no es su subordinado; la Corte Constitucional anunció que suspendería leyes que estén en vigencia, de manera excepcional y mientras decide de fondo las demandas, para evitar daños irremediables. En contra de la posición de Petro, también respaldó las funciones de control disciplinario de la Procuraduría frente a funcionarios de elección popular, en los nuevos términos definidos por la ley y la jurisprudencia. La Procuradora, por su parte, hace su tarea a pesar de la irritación permanente del inquilino del palacio presidencial.

La Fiscalía le recuerda una y otra vez a Petro que no puede violar la ley con la excusa de la ‘paz total’ y le anuncia que no respaldará una política gubernamental que renunció a la lucha contra el narcotráfico. Y así como acusa a Zuluaga, nos da la esperanza de que también Santos pague por sus campañas y por los contratos entregados a la multinacional. Y no le ha temblado el pulso para enjuiciar a Nicolás Petro. Se espera también una pronta decisión contra Juan Fernando Petro. Confiemos en que en estos pocos meses se concreten las acusaciones contra la Sarabia y se apriete el cerco sobre Benedetti y el clan Torres, de manera que sepamos la verdad sobre la financiación de la campaña. Ahora tendrá que lidiar también con el caso del capo de Casanare.

Y el Congreso y los partidos políticos, este 2023, han dado muestras de independencia y de ser capaces de hacer su tarea de control político. Petro dejó de tener las mayorías. Lo que se apruebe de las reformas de salud, laboral y pensiones no será en todo caso la versión radical, neomarxista, que quiere el gobierno.

Petro y la izquierda perdieron su discurso. Los escándalos que los rodean redujeron a cenizas su relato. Y no por acusaciones de la oposición, sino por los hechos delictivos y las desvergüenzas que protagonizan los de su círculo más íntimo.

Petro, para rematar, perdió la calle. Hoy es incapaz de sacar a sus huestes. Y la capacidad de movilización popular de la oposición ha sido mucho mayor.

Finalmente, la izquierda tendrá muy malos resultados en octubre. Será, además, un contundente referendo contra Petro. Bogotá, Cali y Medellín dejarán de estar en poder de los zurdos.

Sí, la economía viene mal, la seguridad es un desastre y la corrupción está desbordada. Pero podría ser mucho peor. Al menos tenemos la certeza de que Petro no irá más allá de su período, de que las instituciones funcionan y de que la ciudadanía ha despertado.