Una caricatura de Matador, titulada Disculpas con tapabocas, en la que el ministro de Defensa, Carlos Holmes Trujillo, con su despeluque habitual y su tapabocas, dice “Mhh,Gmhh”, es decir, nada, refleja exactamente lo sucedido: que para evitar la sanción por desacato, en una actitud leguleya y exenta de empatía y nobleza, el Ministro le hizo el quite a la orden que la Corte Suprema de Justicia le dio en el fallo en que analizó la muerte del joven Dilan Cruz por balas disparadas por el Esmad.

La Corte dijo, entre otras cosas, que el Gobierno debe abstenerse de estigmatizar la protesta social y que tiene que prohibir el uso, por parte de la Policía, de las escopetas con la que mataron a Dilan. Y le ordenó al Ministro que se disculpara por los excesos de la fuerza pública, en especial por los cometidos por el Esmad durante las protestas realizadas desde noviembre del 2019, en las cuales, precisamente, mataron a Dilan.

¿Qué trabajo le costaba al Ministro cumplir bien la orden de la Corte y, con una frase amable y sentida, lamentar, con nombre propio, la muerte de Dilan, expresarle las condolencias a la familia y pedir disculpas por los excesos cometidos por la fuerza pública y el Esmad?

Pero no. El ministro, en su perdón con tapabocas, afirmó que ya se había disculpado el 11 de septiembre, antes de que la Corte profiriera su sentencia, y justo dos días después de que el país vio cómo dos policías electrocutaron al abogado Javier Ordóñez y lo llevaron a un CAI donde, en presencia de cinco policías más, lo asesinaron a golpes; y después de que el país también observó a policías disparando como locos por las calles de Bogotá y supo que 10 jóvenes más habían muerto por balas perdidas. Ese 11 de septiembre, de manera genérica, que es lo mismo que no decir nada, el ministro dijo que “la Policía Nacional pide perdón por cualquier violación a la ley o desconocimiento de los reglamentos en que haya incurrido cualquiera de los miembros de la institución”. Y en su respuesta al fallo de la Corte, afirmó que “esa espontánea expresión de perdón se refiere a cualquier violación a la ley, en cualquier tiempo, en que haya incurrido cualquiera de los miembros de la institución, con lo cual se garantiza el respeto al debido proceso que asiste a cada uno de los miembros de la Fuerza Pública”.

Estoy convencida de que esa tibia respuesta la consultó el Ministro con el Presidente. Y esa actitud de no llamar las cosas por su nombre, es justamente la que no puede tener un Gobierno. Un Presidente no puede disimular la responsabilidad de la Fuerza Pública ni puede abstenerse de condenar con toda contundencia los delitos que sus miembros cometen.
Hacerlo, es abrirle la puerta a que siga cada vez más desbocada en el uso de la fuerza. Ya vimos el jueves cómo un soldado mató porque sí a la estilista Juliana Giraldo. Por fortuna en esa ocasión el Presidente y el ministro reaccionaron con la severidad requerida.

El Ejército y la Policía son instituciones demasiado importantes para el país. Y merecen aprecio y respeto. Pero para que la ciudadanía las aprecie y las respete, se requiere que, por una parte, estén cerca de la gente y, por otra, que sean respetables. Que ello sea así, depende de que el comandante supremo de las Fuerzas Armadas, es decir, el Presidente de la República, les de las directrices correctas y ejerza el mando de manera adecuada.

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