Pocas veces se había visto una campaña de destrucción de seres humanos tan virulenta como la reciente contra un grupo de influencers, la mayoría mujeres, que viajaron a Israel. Instigada por bodegueros en la nómina del Gobierno Nacional -alguien debió haber dado la orden- secundada por un ministro de Estado y congresistas del partido de gobierno, se lanzaron con una sevicia, maldad, odio, inquina y sin duda, un no ocultado antisemitismo, contra un grupo de jóvenes colombianos que pudieron ser sus compañeros de colegio o universidad, sus compadres o comadres de rumba o vecinos del conjunto.

El objetivo de la campaña fue destruirlos moral, psicológica y económicamente, nada fue dejado al azar, incluso la participación de un caricaturista con prontuario. En muchos de los que se unieron a esta jauría rabiosa, resaltaba una evidente envidia por el éxito de sus presas y conciencia de sus propios fracasos.

El pecado del que se les acusó fue el haber aceptado una invitación a Israel, el Estado judío, nada más, nada menos. Un país visitado por miles cada día, incluyendo peregrinos musulmanes y cristianos de numerosos países y Jefes de Estado.

Varios de los que participaron en esta cacería son los mismos que celebraron la masacre de Hamás del 7 de octubre de 2023, que en sus redes sociales amplifican la consigna ‘desde el río hasta el mar’, muchos sin saber qué río ni qué mar, que llama a la aniquilación del Estado de Israel. Algunos clamaban por ‘dejar en la calle’ a los jóvenes influencers, otros a que les quedara la ‘marca de Caín’. El efecto sobre los influenciadores será efímero, pues sus habilidades, aptitudes y destrezas no se pierden, pero sobre la conciencia de sus atacantes, quienes tienen, quedará por siempre la deshonra.

La gran paradoja es que esa misma semana que se desató el hostigamiento masivo, el presidente Gustavo Petro declaraba que está dispuesto a reanudar las relaciones diplomáticas con Israel una vez comience el proceso de paz de Trump, el cual ya recibió el aval del Consejo de Seguridad. ¿Será que alguno se atreverá a reclamarle al presidente en los mismos términos en que le cayeron a los jóvenes influenciadores? Igualmente, y por primera vez, el Gobierno Nacional firmó una declaración tras la cumbre Celac-UE, en la que en su punto 15 reza: “reiteramos nuestra condena inequívoca de los atentados terroristas del 7 de octubre de 2023”. Anatema para los bodegueros.

El festival de odio puro y duro contra los jóvenes compatriotas, motivado entre otras, por odio recargado contra los judíos, no difiere de lo que se vivió en los campamentos estudiantiles en los Estados Unidos el año anterior. En estos lejos de apoyar la causa palestina a través de promover la convivencia con Israel o la solución de dos Estados, los manifestantes se concentraron en consignas antisemitas, llamar a la destrucción de Israel, atacar físicamente a estudiantes judíos y apoyar a Hamás y otras organizaciones yihadistas. La nueva coalición verde-roja, progre-yihadista que haría a Marx, Lenin y al Che revolcarse en sus tumbas.

La guerra sucia contra los influencers se da en el entorno creado por las redes sociales en las que todo se vale, no hay restricciones de ningún tipo. Mentiras, noticias falsas, asesinatos de carácter, fotos alteradas, voces recreadas con mensajes fraudulentos y demás.

Y prepárense para la campaña electoral que se avecina.