Decreta esto con amor y fe: “Dios me amas, te amo y me amo. Tú y yo somos uno.
Si vivo en amorosa comunión contigo, siento calma en mi alma a pesar de los azares y el infortunio.
Todo eso es pasajero y, con amor verdadero y una fe sólida, lo pesado se torna liviano.
La verdad es que todo fluye en paz, cuando me acepto y acepto la realidad sin hacer resistencia.
Por eso medito, te siento y tengo calma y paciencia. Soy consciente de que hay tiempos de desierto.
Todo tiene un sentido y puedo ver como perfecto lo que parece malo o imperfecto.
Creo firmemente que tu amado Dios siempre estás contigo, me amas, me bendices y me acompañas.
No siento la soledad. Ella no existe cuando creo en tu amorosa y constante presencia. Gracias. Hecho está”.