Cuando ciertas personas entran en un credo, tienden a presionar a otros a que hagan lo mismo.

Sin darse cuenta ejercen un tipo de violencia espiritual y su casa se convierte en un infierno.

Su fe los lleva a creerse mejores, a discutir, juzgar y apartarse de los otros solo porque piensan diferente.

En otras palabras, la fe se convierte en piedra de tropiezo y, en lugar de unir, enfrenta y separa.

Algo absurdo y muy frecuente: la religión debía llevar al respeto, pero enciende el fuego de la intolerancia.

Si tú estás en esa trampa, siente a Dios de verdad en tu alma y no te desgastes presionando a los demás.

Las religiones son solo un menú espiritual y cada persona come lo que le gusta y lo nutre, así de simple.

Pensar que solo lo tuyo salva es soberbia y presionar a otros es intolerancia. Ambas te alejan de Dios.