Llegó el fin del Mundial de Fútbol, en una fecha atípica que empata con la Novena, en un país sin fútbol y con ríos de dinero, con emociones, golazos, sorpresas y una final más bien obvia. Durante las últimas semanas los partidos han servido de distracción, alegría y frustración, han interrumpido la compra de regalos, las horas de sueño, y en muchas ocasiones, el trabajo. Que levante la mano el que haya tenido la pantalla del zoom y la del partido al mismo tiempo, mordiéndose los labios para no gritar un gol en plena reunión.

Lo que queda es un vacío de fútbol y un mal sabor de corrupción, después de meses de controversia ante las maniobras de Catar para quedarse con la sede, de la Fifa y su juego sucio, los sobornos, las trampas, escándalos y demás triquiñuelas.

En medio de estos días movidos, un suceso pasó casi desapercibido: La semana pasada, Eva Kaili, vicepresidenta del Parlamento Europeo, pasó de tomarse fotos en el palco VIP con los reyes del Golfo en la inauguración de los juegos, directo a la cárcel. Las autoridades belgas la arrestaron como parte de una investigación de sobornos políticos, mediante maletas de efectivo, cortesía del gobierno de Catar. En este caso, a cambio de una maleta de más de seiscientos mil euros en billetes, la joven diputada tomó el micrófono del Parlamento y habló bien sobre la supuesta diplomacia deportiva del Reino, defendió la explotación de los migrantes que construyeron los estadios, y tejió bellezas sobre las presuntas reformas inspiradoras.

Ya queda más clara su defensa. Pero la diputada Kaili no es la única implicada. Hasta ahora, hay seis detenidos, acusados de lavado de dinero y crimen organizado, incluyendo funcionarios del Parlamento.
El escándalo no pudo llegar en peor momento, en medio de una inminente recesión europea y ante la necesidad de presentar un frente unido de cara a la invasión de Rusia a Ucrania, la recuperación económica y el cambio climático entre otros. Las muestras de debilidad institucional y la pérdida de credibilidad de las instituciones europeas no hacen más que agitar las banderas de los partidos extremistas, que necesitan poco para avanzar su agenda euroescéptica. A nadie le hace bien una guerra política en este foro. O quizás sirva para implementar nuevos mecanismos de control, reformas y uno que otro despido. Aunque el Parlamento Europeo tiene menos poder que la rama ejecutiva- la Comisión Europea-la falta de transparencia contamina a todos.

Para Catar, un desastre. Cuando ya se cerraba sin sobresaltos el Mundial, parecían haber ganado terreno en su multimillonaria campaña de popularidad. En los palcos aparecieron jefes de Estado, celebridades y grandes empresarios. El gas natural del país estaba en alta demanda en medio de la invasión a Ucrania, y la Unión Europea parecía más interesada en acercarse a Catar. Aunque los mandatarios del país niegan el soborno, pocos les creen, y la brecha con Europa se abrió nuevamente. Hasta el presidente del Parlamento Europeo declaró que prefería “tener frío que ser comprado”.

La investigación sigue y se esperan más sorpresas. Los aficionados y los políticos, a partir de la próxima semana tendrán ojos puestos en el Mundial del 2026 donde Canadá, Estados Unidos y México crearán sus propias historias políticas. Pero más preocupante, en el 2030 el anfitrión sería Arabia Saudí, otro resultado de la tira y afloje del dinero y la política. Es una pena que el campeonato más emocionante del mundo siga cargando con una copa manchada de intereses, oportunismo, dinero sucio, poder e influencia.