Me voy a referir a un amigo muy especial que ha llegado a mi vida no hace mucho. Tengo muchos amigos de dos patas llamados Norman, pero este es de cuatro y muy peludo, tiene pelo en todo su cuerpo.

La historia es la siguiente: de tres a cuatro veces a la semana tengo como costumbre subir a la montaña de Cristo Rey por la parte de atrás, son momentos mágicos, de meditación activa y donde mirando la majestuosidad de las montañas, respirando aire puro fruto de las brisas marinas que llegan de los farallones, se me aclaran la mayoría de dudas que surgen en el día a día.

En una de tantas subidas, salió de atrás de la majestuosa estatua del Cristo este peludo con mil matices de grises a saludar batiendo la cola y brincando de la alegría, fue amor a primera vista. Lo bauticé Gray por obvias razones. Me acompañó en mis ejercicios en la cumbre y mis prácticas de Chi Kung, restregándose entre mis piernas. Se unió a nosotros su parcero peludo, de color negro, a quien bauticé Negrito.

Cuando comencé a regresar noté que ellos también se prepararon para acompañarme, cosa que hicieron. En el camino Negrito se devolvió, pero Gray llegó conmigo hasta mi casa en las faldas de la loma. Llegamos y obviamente le ofrecí comida porque pensé que tendría hambre, hasta ese momento creí que era un ‘perro callejero y vagabundo’… ¡Gran sorpresa!, no comió. Jugó conmigo otro rato y sin saber y sin decir nada, desapareció. Lo llamé por su nombre recién adquirido, pero no apareció.
Esa noche el sueño se me espantó por la preocupación de haber estimulado su bajada y “qué tal que si tenga dueño y ahora se va a perder”, me preguntaba otra y otra vez, toda la noche durante mi desvelada.

A la mañana me puse mi traje montañero, subí a buscarlo y la alegría fue grandísima cuando faltando unos metros para coronar la cúspide, aparecieron Gray y Negrito batiendo cola y saltando a morderme suavemente, de la alegría derramé una lágrima.

Eso fue hace unas semanas, de allí cada vez que subo, hacemos fiesta y nos revolcamos en los pastizales. Ahora espero con ansias la subida al Rey, más que por mis ejercicios, mi encuentro con los peludos.

Finalmente conocí al papá de ellos, un viejo campesino habitante del sector que camina con un bello corcel blanco y dos acompañantes perrunos. Me acerqué y me confirmó: “Son mis hijos”, y que Gray se llama Norman y Negrito, Regalo.

La vida es el regalo que el universo nos da para tener esos mágicos momentos de amor. Lo dijo el gran Blades, “regalos te da la vida, la vida te da regalos”. Bueno, creo que es sorpresas, igual. Que viva la vida, Norman y Regalo.