Este 4 de abril se cumplirán 53 años del asesinato del reverendo Martin Luther King Jr. en Memphis, Tennessee, el hombre que realizó una de las revoluciones pacíficas más importantes de los tiempos modernos: la lucha por los Derechos Civiles en los Estados Unidos de América.
“Why we can’t wait”, por qué no debemos esperar, decía en uno de sus más celebrados textos el pastor bautista que en menos de 20 años, entre 1954 y 1965 cambió las costumbres y la forma de vida de su país, a partir de una batalla ideológica que puso en primer plano el concepto de raza.
Su vida y obra hizo posible que por primera vez en la historia de Estados Unidos el pueblo votara mayoritariamente por la elección de un presidente afroamericano en 2009.
En 1954 el joven predicador, hijo de un famoso pastor bautista, pudo por fin ser cabeza de una iglesia en Montgomery, Alabama, en el corazón del Sur otro día esclavizado. Aún en los años 50 los afroamericanos no podían ingresar libremente a restaurantes, parquear sus vehículos en cualquier lugar o consultar bibliotecas. Tampoco podían descansar en los moteles de carretera, cuando decidían hacer largos viajes, solos o en familia, u ocupar puestos en los buses.
Inspirado por el líder de la paz, Mahatma Gandhi, y por Thoreau, el teórico de la denominada Desobediencia Civil, Luther King tomó la firme decisión de cambiar las costumbres políticas de los Estados Unidos, desde la resistencia y la no violencia. En Montgomery, encabezó un boicot contra el servicio de buses municipales, el cual duró 1 año. King, recordaba bien el ejemplo de su maestro, Gandhi, cuando los colonos ingleses retuvieron alimentos básicos, entre ellos, la sal, y el santo marchó hacia el mar, con todo su pueblo detrás, para buscarla.
Para iniciar su lucha por los Derechos Civiles, King hizo presencia desde la Southern Leadership Conference, y luego desde el Congress Racial Equality. También, lideró la Asociación para el Progreso de la Gente de Color. Había nacido en el 15 de enero de 1929 en Atlanta; estudió Teología en Boston University.
El nombre de Martin Luther King apareció en todos los diarios en 1960 cuando fue encarcelado en Birmingham, Alabama, después de liderar una revuelta de jóvenes universitarios que decidieron sentarse en las avenidas. Esta protesta les permitió tener acceso a bibliotecas, parqueaderos y comedores. John Fizgerald Kennedy, entonces en campaña, lo sacó de la cárcel.
Muchos hitos llenaron su vida, como la discusión con otros líderes afroamericanos, entre ellos Carmichael y Malcom X. Mientras King recomendaba la protesta pacífica y propugnaba por la no agresión a sus hermanos blancos, Malcom decía que el poder estaba “en el cañón de una pistola…”. Sin embargo, el momento cumbre del reverendo se dio el 28 de agosto de 1963 en Washington DC, cuando, de cara al Potomac y al Obelisco, entonces bordeado por miles de hombres de color, pronunció su célebre oración reconocida hoy como “Yo todavía tengo un sueño”, en la cual imaginó un país de hermanos, una nación donde los hijos de los labriegos de Ohio, pudieran sentarse a la mesa con los jóvenes negros del Harlem neoyorquino. De ese discurso memorable podemos extractar algunas frases célebres: “El negro vive en una isla solitaria, en medio de un inmenso océano de prosperidad material (como ocurre hoy en Buenaventura); el negro todavía languidece en las esquinas de las ciudades, y se encuentra desterrado en su propia tierra; no nos detendremos hasta que la justicia corra como el agua y las virtudes como una quebrada fuerte; dejemos resonar la libertad desde las poderosas montañas de Nueva York; dejemos resonar la libertad desde las alturas de las Alleghenies en Pennsylvania…”.
Su legado permanece intacto entre las nuevas generaciones. Su voz y pensamiento se quedaron para siempre en la memoria y la historia de los Estados Unidos de América.
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