Mi colega Hernán Nicholls debe estar revolcándose en su tumba. Él fue uno de los jurados que escogieron, en un concurso que se hizo para ponerle nombre al sistema de transporte masivo de Cali, la palabra MÍO cuyos autores fueron Gilberto Aranzazu y Guillermo Valero.
Porque Hernán, que fue y será el mejor publicista que ha tenido Cali como creativo y estratega, soñó que este nombre sería la base para una gran campaña de amor y de fidelización con algo que estaba llamado a cambiar el desplazamiento urbano de los caleños y a darle a la ciudad un aspecto diferente. Esto último se logró a pesar de la vandalización de las estaciones que son hoy una deplorable vergüenza y que ojalá se reparen prontamente.
Pero lo primero jamás se hizo con la disculpa de siempre: que no había plata para ello y que era prioritario acometer la compra de predios, las obras civiles el trazado de por donde debía empezar, el enlucimiento de los alrededores y los estudios y más estudios de los estudios y una frondosa burocracia que incluyó unos sabios bogotanos que se equivocaron de cabo a rabo en las rutas iniciales y comenzó a rodar por donde no debieron empezar.
Luego vino el tongo le dio a borondongo: que la campaña la debía hacer la alcaldía, que los operadores, que los recaudadores y allí se enredaron siendo que los medios de comunicación estuvieron de acuerdo con bajarse los pantalones en sus tarifas, desaprovechando además la oportunidad de anunciar en el interior de los buses y en las mismas terminales donde hay espacio para ello.
Pues nada se hizo distinto a llamar a unas empresas bogotanas que nada conocían de la idiosincrasia nuestra y pensaron hacer su agosto con unas propuestas astronómicas e incluso hasta hubo un banco - ¿Occidente o Colombia?- que estuvieron prestos a cofinanciar la campaña y sin embargo, todo quedó en veremos.
Hernán siempre nos dijo que el MÍO tenía un kilometraje espectacular para metérselo por los tuétanos a los caleños y algunas ideas de servilleta alcanzó a esbozar tendientes a lograr lo mismo qué pasó en Medellín en donde los paisas adoran e idolatran a su Metro, lo defienden, lo cuidan, lo respetan y lo hacen respetar.
Pero -repito- ello no fue posible y alcalde tras alcalde y gerente tras gerente no hicieron nada. Total, el MÍO casi 13 años después, es totalmente ajeno a los caleños y más a sus usuarios que no lo quieren, lo odian, lo tratan a las patadas, lo maltratan, lo grafitean, hablan pestes de él e incluso añoran los buses de antes y lo peor, prefieren el transporte pirata que sin ningún control presta un servicio que, infortunadamente, no lo está prestando el MÍO .
Para colmo de males estuve revisando las cifras y son espeluznantemente negativas y hay quienes sostienen que por más ley 1516 de reestructuración, es un imposible que se puedan cancelar los pasivos, las multas y los pleitos pendientes a punto que aseguran que inyectarle más dinero es como -y perdónenme la expresión- ‘perfumar un bollo’. Y si a lo anterior le sumamos que no hay sino un 12% de los usuarios que necesita el sistema para sobreaguar, estamos frente a un cadáver insepulto, a no ser que los caleños nos unamos para utilizar el MÍO y ello solo se logra queriéndolo y llevándolo en el corazón.