Siempre le aposté a que la estatua de Sebastián de Belalcázar iba a terminar poniéndola el alcalde Ospina.
Pese a que transcurrió más de un año y medio de demora, hoy el viejo Sebas está de regreso a su hábitat totalmente remozado y reforzado. Este símbolo de Cali, ahí está de nuevo.
La figura de nuestro fundador se vino abajo tras el atropello de que fue víctima en manos de unos indígenas que ni fueron ni son nada de aquí.
En estos lares, los Misak, que así se llaman, aparecieron de la noche a la mañana y secundados por otros indios, echaron abajo la escultura, amparados en el tal estallido social y en el culillo de nuestros gobernantes, del Presidente para abajo, que no fueron capaces de detener semejante atrocidad.
La escultura estuvo refundida en el quinto patio de los infiernos hasta que la presión obligó a que se tomaran cartas en el asunto, se reparara con la plata del seguro que la amparaba.
Y, a la velocidad de la tortuga, se dispuso que la Academia de Historia del Valle redactara una aclaración que debía estar en una placa adosada al pedestal, en la que se dijera que Sebastián no fue una mansa paloma.
Así se hizo, pero con tan mala suerte que hubo un error ortográfico que debió -como es lógico- corregirse y lo cual significó más meses de atraso.
Empero y cuando ya no había disculpa alguna para su reinstalación, se acrecentaron una serie de disquisiciones filosóficas en torno a la desigualdad frente a las otras etnias que no tienen sus respectivas estatuas y otra vez, empezó la discusión.
Pero fue de nuevo la presión ciudadana, sumada a una carta de la citada Academia de Historia del Valle en la que se conminaba al burgomaestre a que cumpliera su palabra y un fuerte llamado de atención de la Procuraduría, lo que definió su regreso al lugar del que nunca debió retirarse.
Ello ocurrió el pasado fin de semana con toda suerte de sofisticadas grúas y de ingenieros y sabios de la Nasa.
El mayor atractivo turístico -y más ahora- de Cali, está recibiendo avalanchas de vítores y visitantes y es noticia de primera plana en la prensa, la radio, redes sociales y televisión nacionales.
Sin embargo, los señores Misak han manifestado su descontento de manera enérgica e intimidante y amenazan con repetir su fechoría.
Y como estas comunidades no se andan con cuentos es preciso tener una estrategia de prevención y defensa de la estatua, una vigilancia 7/24, unas cámaras de seguridad y mucha, pero mucha inteligencia para que no vuelvan a coger al adelantado con los calzones abajo que hartos hijos le costaron hace más de 500 años.
Y una pregunta final: ¿Si se presentara un intento de derribamiento qué haría la autoridad? ¿Lo impediría a la fuerza o se iría con el rabo entre las piernas?