No nos engañemos más. Pese a los ingentes esfuerzos del sector hotelero, gastronómico y comercial que vienen haciendo unos verdaderos quijotes que han enterrado su vida a la isla, San Andrés va de tumbo en tumbo hasta que se convierta –Dios no lo quiera- en otro de los inviables de este país.

Y la responsabilidad y la culpa no es solo de las pandemias, los estallidos y los huracanes que se salen de las manos con su ocurrencia. Es del Estado. Un Estado inepto e improvisador. Un Estado mentiroso, irresponsable y corrupto. Un Estado que jamás le ha dado la importancia que se merece. Un Estado que vive tapando huecos, promesero y fantoche que deja todo iniciado y termina no cumpliendo su palabra.

Nunca ha existido un verdadero plan de desarrollo para la isla, y gobiernos tras gobiernos han permitido que la corrupción se robe los ingresos que se reciben y se han hecho los de la vista gorda, permitiendo y tolerando los abusos y los negociados que se requeté sabe quiénes los cometen y, como ya es tradición que se volvió costumbre, no pasa nada.

Como nos pasó con los vivos de Viva que se burlaron de un gobierno ignorante de lo que estaba sucediendo pierna arriba y cuando por fin se enteró nada hizo y miren lo que sucedió. Y, ¿en qué va semejante exabrupto? En lo de siempre. Me parece escuchar la manida frase “les caerá todo el peso de la ley” y pura paja por no decir pura eme, y todo se engaveta y cuando salen los fallos, si es que salen, ya para qué.

Inaudito lo que hicieron los vivarachos de Viva con San Andrés y más inaudito que no aplicaron unos correctivos que al menos mitigaran de alguna manera las pérdidas del sector turístico del cual come más del 95% de la población.

Y vino el segundo golpe, con el asqueante y vulgar caso de Ultra que terminó de joder -o hay otra palabra- esta temporada vacacional, reduciéndose con ello un 80 % de los vuelos con esas escenas de miles de familias tiradas en el piso de los aeropuertos a la espera de una solución que nunca llegó.

Y el gobierno ofreciendo hasta el avión presidencial (!) para transportar a los damnificados y nada que expide un decreto de emergencia económica y condona impuestos y demás cargas.

¿Y en qué quedamos? En lo de siempre, es decir en nada porque recuerden que aquí no pasa nada y solo les pasa a los de ruana.
San Andrés, de paraíso a infierno. En eso lo puede convertir un Estado marrullero y derrochón que todo se le va en palabras promeseras.

No falta sino esperar a que, en el colmo del desespero, los nativos se quieran anexar a Nicaragua y así el remedio sea peor que enfermedad recuerden que “bobo ‘toria’o’ mata a la mamá”.

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Posdata. Lo que está sucediendo en Cali no tiene antecedentes en la historia de esta ciudad. Qué difícil va a hacer reconstruir la autoestima y la esperanza entre nuestros conciudadanos. Ojalá que todo se aclare y podamos respirar confiados y en paz.

A pesar de todo, felices pascuas, lectores.