Azucena, Magnolia, Rosa y otras tantas flores del jardín del amor están pasando su peor momento. Como ellas, centenares y hasta miles de esos pétalos que antes deleitaban con sus servicios no reembolsables a cientos de comensales que las buscaban y quienes les alquilaban sus cuerpos en mañanas, tardes y noches para placeres desenfrenados no publicables, se han quedado sin trabajo.

Pese a ejercer lo que llaman la profesión más antigua del mundo y contar entre su clientela a lo más granado de los poderes públicos y privados, nadie se ha acordado de ellas, pasando de la gloria y el champán al olvido y la aguepanela, pereciendo por la pacatería de una sociedad tiniebla que esconde su maniqueísmo para no caer en la desvergüenza.

Por ejemplo, el establecimiento comercial ubicado en el barrio Versalles y conocido como Flores Frescas, huele a gladiolo y como en la vieja canción Las Acacias, “ya no vive nadie en ella”.

Ha cerrado sus puertas y las de su cómodo y discreto parqueadero que permitía el acceso directo sin pisar la calle para no ser pillados con las manos en la masa.

Allí y a todas horas había desfiles de flores, carnavales de flores y exhibiciones de flores, siempre prestas y solícitas al mejor postor en un ambiente bacanalesco en donde los licores y los desenfrenos eran el pan de cada día.

Pues bien, todas esas flores han tenido que abandonar su jardín y nadie sabe de sus vidas. Se las tragó la tierra, me dijo alguien que fungía de relacionista público, hoy pensionado del municipio, que porta en su maletín álbumes con fotos de esas floripondias, cuando no videos del más grueso calibre.

Y es que así como esas flores, hay millares entre veteranas ya de salida y capullitos de alelí o principiantes, que fueron acaparando el mercado y que dicen ser universitarias -al menos eso es lo que les juran a sus noviecitos- y tienen motivos para acudir prestas a cumplir los domicilios o a prestar sus servicios en esos lugares que tienen los garajes más grandes que las piezas, pero que, y para colmo de males, también están cerrados.

La verdad es pues que nadie las quiere ni ver, ni oler, ni tocar. La pandemia las tiene confinadas a una reclusión obligatoria y por más mensajes que envían de masajes, además de provocativos combos 3 en 1, no hay quien quiera echarles agüita y uno que otro abono para devolverles la lozanía de sus años mozos, peligrando que les canten “esa flor ya no retoña, tiene muerto el corazón”, u otro órgano de por ahí cerca.

***

Posdata. Un comentario suelto: alguien que conoce el Valle y a los vallecaucanos, que está en el partido de gobierno, que tiene excelentes relaciones con la Casa de Nariño y con el Congreso de la República, que fue Gobernador encargado y excandidato al mismo cargo y que además ha trabajado durante toda su vida en el sector agroindustrial, sería un excelente candidato para lo que sabemos. Dicen que el problema que tiene es que es demasiado buena persona.