Luego del resultado electoral de antes de ayer, he visto algunas caras largas de personas que creen que esto se lo llevó el diablo, que fue el acabose total y que apaga y vámonos. Es decir, que Colombia se zozobró y que el comunismo va a eliminar la propiedad privada y que se van a suspender los pagos de las pensiones y otras medidas extremas paniqueadoras y apocalípticas.
Pero también he visto caras alegres con miradas esperanzadoras y otras tantas -las más- de quienes han aceptado la derrota y están prestas a seguir luchando y trabajando poniéndose de acuerdo en el desacuerdo, respetando a los que ganaron y con ganas de llegar a una reconciliación y superar esta polarización que nada bueno nos está dejando.
Yo voté por el mal llamado ‘viejito loco’ que dio una tremenda lección de nueva política y que agrupó a un poco menos de la mitad de la población votante y que no pertenece a los partidos tradicionales ni es cuota de los tradicionales jefes políticos.
En resumen, Petro obtuvo 11 millones y pico de votos y Rodolfo casi 700.000 votos menos, o sea que al ganador le va a tocar gobernar con su adversario y por eso el llamado que se ha hecho a la unidad nacional para que el país siga su marcha y yo creo que Petro no va a aplicar la política de tierra arrasada y se va a ir a extremos que no le convendrían.
Ahora, que tendremos un gobierno de izquierda y que muchas cosas van a cambiar -gústenos o no nos guste-, desde luego. Pero es la ley de la democracia y debemos -insisto- respetarla.
Así que antes de salir corriendo y autoasilarse en otro país, piensen que sólo con el concurso de los ganadores y los perdedores saldrá adelante nuestro país. No más odios, no más violencia verbal. No más redes sociales atizando la hoguera. Llegó el momento de ceder y de ser humildes. De pensar en los demás, de buscar una armonía constructiva sin odios ni resentimientos.
Pero también llegó el momento de seguir luchando contra la corrupción y de exigirles a los ganadores el cumplimiento de sus promesas electorales sin hacer oposiciones violentas, pero sí vehementes y constructivas, pasando la hoja de una campaña vergonzante para la historia política de nuestro país.
El presidente elegido habla de un gran pacto social que merece tenerse en cuentas y que sería el único camino para alcanzar la paz que todos anhelamos. De no ser así, nos seguiremos matando inútilmente como ha sucedido hasta ahora.
He ahí el compromiso que nos corresponde asumir como ciudadanos de una nueva Colombia en la que debemos caber todos y que no tiene dueños distintos a quienes la habitamos, la gozamos y la padecemos.
Dejemos pues esa cara de tragedia y enfrentemos con optimismo los retos que nos plantea el nuevo ordenamiento político que triunfó en las urnas.
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PD. Si no se atiende ya el gravísimo problema del hundimiento en la carretera al mar -antes de la pizzería de Marconi- se está corriendo el riesgo de que se hunda por completo la vía, haya muertos y se incomunique esta carretera de carácter nacional.
¿Por qué el Invías no dice nada?