Durante la guerra civil en Siria, tras el estallido de la primavera árabe el presidente Bashar el Assad con la ayuda de Rusia e Irán aniquilaron en los siguientes 10 años a unos 800 mil civiles, unos 30 mil niños, destruyeron ciudades enteras y pulverizaron la herencia histórica del país. Seis millones de refugiados externos y otros 10 millones de desplazados internos completan el panorama dantesco de lo ocurrido en el país. Siria fue en su momento expulsado de la Liga Árabe y varios gobiernos del mundo se negaron a tener cualquier tipo de contacto con quien consideraban un genocida. Assad prevaleció, ganó la guerra y si bien no controla la totalidad del territorio, sobrevivió. A pesar de los crímenes, prácticamente un genocidio, hoy varios países hacen cola para restablecer relaciones con el régimen en una demostración repugnante de Realpolitik. Assad se está normalizando a pasos agigantados.

Este es solo un ejemplo de una pléyade de dictadores que cargan a cuestas violaciones crasas a los derechos humanos, masacres, cierre de los espacios democráticos, persecución a medios y opositores y que en el nuevo orden mundial están siendo normalizados.

En América Latina encabeza la lista Nicolás Maduro a quien ya prácticamente no se le pide democracia, ni elecciones libres, ni nada por el estilo. Ya está normalizado en el continente gracias a amigos como Amlo y Lula y el cansancio generalizado con el tema de Venezuela.
Incluso Estados Unidos está haciéndole guiños. De la tiranía castrista ya nadie se acuerda a pesar de que centenares escapan cada mes de la isla a buscar algún futuro donde sea. En Nicaragua, que se ha convertido en una tiranía que destierra a sus ciudadanos más ilustres y mata y encierra a otros, ahí está Ortega normalizado en un continente anestesiado contra las dictaduras.

El año anterior estallaron en Irán protestas masivas de niñas y mujeres contra la imposición de Hiyab, la pañoleta que cubre el pelo, tras el asesinato de una joven kurda por la policía moral de la teocracia gobernante. Decenas de mujeres fueron asesinadas, otro tanto encarceladas y a pesar de una que otra condena, incluida una de la Asamblea General de la ONU, el régimen aliado de Rusia y China está normalizado. Incluso Estados Unidos parece seguir embarcado en lograr que el país retorne al acuerdo nuclear.

En Myanmar los militares dieron un golpe de Estado en 2021 derrocando la joven democracia instaurada pocos años antes. La dictadura ha asesinado a miles, encarcelado y desparecido decenas de miles y ahí está, medio normalizada por sus vecinos que no exhiben tampoco mayores credenciales democráticas.

No es que el mundo haya sido anteriormente un dechado de virtudes, pero este siglo ha sido testigo de un cambio en el orden mundial, un desplazamiento a dos burbujas geopolíticas, una alrededor de Occidente y otra alrededor de China y Rusia. En esta última reciben solaz aquellos que Occidente les ha cerrado las puertas o por lo menos ha amagado hacerlo por razones de restricción a la democracia y las libertades. La misma Unión Europea, adalid de la defensa de la democracia, poco ha podido hacer con sus propios miembros que promueven tendencias autocráticas.

Existe un amplio régimen internacional de sanciones que sufren varios de los regímenes dictatoriales, especialmente por parte de países occidentales, pero igualmente existen los mecanismos para evadirlas y los países que ayudan a hacerlo. Ya parece que nadie sufre con las sanciones.

Tocará pues acostumbrarse a que en la tercera década del Siglo XXI hay lugar para las dictaduras y tiranías. Ya están normalizadas.

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